jueves, 26 de diciembre de 2024

EUPRAXOFÍA # 19: LA EXISTENCIA DE DIOS (II)

  

(La creación de Adán de Miguel Ángel, c. 1511, arriba, 
y La creación de Dios, recreación de Z.S. Paz y Miño A., 1997)

Lima, julio-diciembre, 2024

Contenido
(por orden de recepción)

Artículos 

Daniel Loayza Herrera, Licenciado en Historia por la Universidad Nacional Federico Villarreal, Licenciado en Educación, especialidad en Filosofía y Ciencias Sociales, por la Universidad César Vallejo, y Magister en Educación, con mención en Docencia y Gestión Educativa por la Universidad César Vallejo.

¿Al Derecho le interesa la existencia de Dios?
Eduardo Jesus Chocano Ravina, egresado de Derecho en la Universidad de Lima y estudiante de Filosofía en la Universidad TECH.


Ensayos

Alberto Orellana Aragón, Licenciado en Administración por la Universidad Inca Garcilaso de la Vega y Técnico en Comunicación escrita y audiovisual por el Instituto John Logie Baird.


Víctor Neira MartinLicenciado en Matemáticas por la Universidad de Niza y director académico de Matemáticas por el Perú.

¿Qué pasaría si Dios no existiera?
Manuel A. Paz y MiñoLicenciado en Filosofía por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Mag. en Ética Aplicada por la Universidad de Linköping (Suecia), y Presidente del Instituto Humanista Racionalista del Perú

Eupraxofía # 19 en PDF



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EUPRAXOFIA (Sabiduría para la buena vida) es una revista de Humanistas Racionalistas del Perú (HURA-PERU) publicada con Ediciones de Filosofía Aplicada (EFA)

¿Qué pasaría si Dios no existiera?

Manuel A. Paz y Miño [1]

“Dios ha muerto”
Nietzsche

A pesar de siglos de discusiones, si no hay manera de estar seguros de que existe alguna divinidad y/o, peor, no hay pruebas contundentes e indubitables que exista, ¿qué consecuencias se producirían en la sociedad y el mundo?

Para las personas habría dos consecuencias posibles:

1ro: “Si no hay Dios, todo vale” o “Si Dios no existe, todo está permitido” (Iván Karamazov, personaje de Fiodor Dostoyevski) entonces, el fundamento de la moral y el derecho cristianos caen, pues ya no hay absolutos ni todos somos cristianos. Las consecuencias extremas de esto se ven en el aborto y la eutanasia que no son catalogados de asesinatos ni las relaciones entre adultos y menores, las pre matrimoniales y las homosexuales serían inmorales, al contrario, estarían bien y, por lo tanto, habría que permitirlas.

Pero eso no significa que no haya una moral y un derecho que necesiten de Dios para ser válidos. Todas las personas nacen dentro de un sistema de creencias y códigos morales imperantes en cada sociedad y que con el tiempo cambian. Así que nadie puede hacer lo que se le dé la gana sin consecuencias, sin ser desaprobado o criticado y hasta penalizado. En donde se considere a los no nacidos como personas el aborto sería un crimen, casi un infanticidio, de modo similar, que aquellos que quieran terminar con su propia vida, considerada como algo sagrado dado por Dios, estarían cometiendo suicidio no importando que busquen adelantar su muerte debido a alguna enfermedad incurable y dolorosa.

2do: “Si Dios no existe, la vida no tiene sentido” entonces no hay trascendencia en cualquier cosa que hagamos, todo sería vano. La vida del héroe valdría tanto como la del cobarde, la del ladrón y el honesto, la del justo y el injusto, etc. todas terminarán, así como dejará de existir algún día nuestro planeta y sin menoscabar en nada al universo.

No habría una retribución ni una justicia divina en esta y la otra vida. No habría quien recompense o consuele a los explotados, oprimidos y violentados ni un castigo justiciero para sus explotadores, opresores y violadores.

El que no haya Dios ni un sentido absoluto para nuestra vida no significa que no hayamos podido crear y tener uno, y en verdad, siempre lo hemos estado haciendo los seres humanos, creamos o no en la Divinidad, en sus múltiples oportunidades y circunstancias, no solo reproduciéndonos como los seres biológicos que somos, sino también a través de nuestras acciones buenas y malas, elaboración de ideas y transformación de la realidad.

Ciertamente nuestra vida es efímera pero mientras la vivamos le damos sentido a nuestra existencia a través de lo que creemos y hacemos. La mayoría de nosotros no deja un legado perdurable en la historia, a los minutos de nuestro entierro la vida de nuestra familia continúa adaptándose a la pérdida. Nuestros biznietos, si es que los tuviéramos, al crecer olvidarán nuestros nombres y tumbas si es que las tuvimos.

Los que encuentran sentido a sus vidas creyendo que hay un dios, pueden dedicar sus vidas a propalar sus creencias sean teológicas o humanitarias pensando que ese es el mandato divino volviéndose monjes o sacerdotes, por un lado, o médicos, enfermeros, policías, maestros al servicio de los necesitados o sus semejantes, por el otro.

Y los que no creen en ningún dios pueden encontrar sentido a sus vidas a través de la práctica del arte, la investigación científica, la elucubración filosófica o también el humanitarismo sirviendo y ayudando a los demás en cualquier profesión u oficio.

O simplemente, en la práctica real y cotidiana, creyentes o no creyentes, pueden dedicarse a vivir de maneras egoístas, malévolas e improductivas y encontrar en tales modus vivendi su sentido de la vida. Es decir, todos somos seres necesitados de satisfacer necesidades corporales y psicológicas pero también culturales, podemos ser esclavos de nuestras pasiones constructivas o destructivas.

Para el mundo y el universo las consecuencias serían:

1ro. Todo lo que existe es producto de la evolución de la dualidad materia-energía que contiene las fuerzas básicas y universales que producen su movimiento, cambio y regularidades o leyes.

2do. Como todo lo que existe está en continuo cambio y transformación llegará un momento en el cual nuestro universo conocido desaparezca.

En conclusión, si no hay ningún dios nuestra vida y el universo no tienen más sentido que el que nosotros mismos le diéramos, creáramos o creyéramos.


[1] Licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Mag. en Ética Aplicada por la Universidad de Linköping (Suecia), y Presidente del Instituto Humanista Racionalista del Perú. Correo-e: mapymc@yahoo.com

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martes, 17 de diciembre de 2024

Y el hombre creó a Dios…

Alberto Orellana Aragón[1] 

Los pinceles se gastan y los dedos no. Cuando yo me muera, el pincel morirá conmigo.

Jimmie Lee Sudduth

 

Y el hombre creó a Dios… y lo hizo a su imagen y semejanza. Lo dotó de largos cabellos, mirada tierna, corazón sangrante y abundante luz. Lo plasmó en el arte de la música, pintura, escultura y en la literatura. Miró al sol y no pudo sostener la mirada, por eso lo elevó a las alturas del olimpo, el cielo o al universo expandido. Se abrigó de su calor y de su compañía invisible. No había nada que temer excepto a Él y a las autoridades que decían ser sus representantes, sus hijos predilectos: reyes, sacerdotes, mesías, profetas o visionarios. Había que materializarlo, darle vida, tener testimonio de sus obras y palabra porque, simplemente, no se quiere lo que no se conoce.

Aparecieron Inti, Wiracocha, Buda, Krishna, Yahvé, Jehová con sus respectivas leyes, doctrinas y códigos. Por miedo y el culto a Dios o a los dioses se sacrificaron y asesinaron bebés, niños, mujeres, vírgenes y enemigos. Por ignorancia se quemaron, lincharon y les cortaron la cabeza a científicos, cosmólogos, biólogos y filósofos. Pero pudo más nuestro vacío existencial, el miedo, el dolor, la ignorancia, el sufrimiento o la muerte inexorable. Se doblaron nuestras rodillas en sumisión para seguir a los demás feligreses y adeptos. Le construimos sus casas, templos, pirámides y hasta una supuesta Torre de Babel para adorarlo y desafiarlo: el monarca al llegar a la parte más alta disparó con su flecha al cielo, la respuesta fueron los idiomas. Y en diferentes dialectos se imprimieron los denominados libros sagrados para todo el mundo: la Biblia, el Corán, el Bhagavadgita, etc. Todos los libros fueron y siguen siendo best sellers.

Ya no era Dios en los hombres, sino el hombre en nombre de Dios. Ya tenía el ser humano el pretexto para desatar sacrificios, guerras, revoluciones, muerte, destrucción y conquista. Aplastar culturas, esclavizar al débil y someter a sus incondicionales. Era fácil bautizarse y confesar nuestras faltas y pecados a una autoridad eclesiástica para volvernos limpios y renovados cuantas veces fuera necesario. Ya era muy difícil vivir sin él, ya era muy difícil ser hombre. Juntos como hermanos, pero miembros de una iglesia, de una ideología, presos de un poder.

Con el paso inexorable de los tiempos, surgieron los primeros rebeldes: agnósticos, ateos y todos sus derivados. El Renacimiento tocó el cerebro, toc toc y le abrimos la puerta a la Ilustración. Dejamos la Edad Media, la edad de la inocencia para pasar a la edad de la ciencia, esa que comprueba todo con la razón. Los artistas y poetas se pusieron fuertes, primeros buscando musas inspiradoras y luego la esencia misma del hombre, esa que irradia nuestra mente. Las iglesias se transformaron en bibliotecas, las procesiones en marchas, y los pecadores en libres. Y el hombre fue elevado a las alturas y muchos se creyeron dioses, que nunca iban a morir, pero fallecieron y con ellos murieron sus creencias, sus ideas, sus esperanzas. ¡Bendito es el que viene en nombre de la razón!

“Dios ha muerto” dijo el filósofo alemán Nietzche, “el hombre ha muerto” retrucó Foucault, mientras César Vallejo, nuestro poeta, en un momento de dolor universal exclamó lo que sintetiza el clamor humano y el sufrimiento que se rebela contra su creador:

 Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!

El Hombre.



[1] Licenciado en Administración por la Universidad Inca Garcilaso de la Vega y Técnico en Comunicación escrita y audiovisual por el Instituto John Logie Baird.

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lunes, 16 de diciembre de 2024

¿Al Derecho le interesa la existencia de Dios?

Does the existence of God matter to Law?

 

Eduardo Jesus Chocano Ravina[1]

 

Resumen

El artículo explora cómo la existencia de Dios se relaciona con el Derecho, un campo que, aunque secularizado, sigue siendo influenciado por valores religiosos. A lo largo de la historia, el Derecho se separó progresivamente de las religiones, ahondando como el parámetro de guía los derechos fundamentales. Aunque la secularización separa a Dios de la producción normativa, las creencias religiosas continúan influenciando elementos jurídicos, como los derechos fundamentales. En sociedades pluriculturales, el Derecho mantiene una postura neutral frente a las creencias religiosas, pero enfrenta desafíos cuando los principios religiosos entran en conflicto con los derechos universales. El artículo concluye que, aunque el Derecho no se interesa por la existencia de Dios, las implicaciones de las creencias religiosas siguen impactando la legislación y su aplicación en contextos contemporáneos.

Palabras Claves: Dios, derechos humanos, derecho, secularización.

 

Abstract

The article explores how the existence of God relates to law, a field that, although secularised, continues to be influenced by religious values. Throughout history, law has progressively separated itself from religions, deepening as the guiding parameter of fundamental rights. Although secularisation separates God from normative production, religious beliefs continue to influence legal elements, such as fundamental rights. In multicultural societies, law maintains a neutral stance towards religious beliefs, but faces challenges when religious principles conflict with universal rights. The article concludes that, although law is not concerned with the existence of God, the implications of religious beliefs continue to impact law and its application in contemporary contexts.

Keywords: God, human rights, law, secularisation.

 

Introducción

El Derecho, como rama del conocimiento, resumiendo de gran manera la finalidad del mismo, se encarga de estudiar la regulación de la vida en sociedad mediante las normas. Por lo que, su función principal sería regular la conducta humana que se realiza dentro de una sociedad. El Derecho al vivir pendiente de la sociedad, tiene que ver como intervienen sus diversos elementos en la producción normativa. Uno de estos elementos siendo el concepto de Dios.

Por lo que, con el fin de aportar al debate respecto a la importancia de Dios para la religión, el presente artículo desarrollará, en primer lugar, la secularización del Derecho. Posterior a ello, se explicará como el concepto de Dios resulta una fuente de valores para la población. Posterior a ello, se explicará como el derecho posee un interés por el pluralismo cultural y, finalmente, se brindarán las conclusiones correspondientes.

La secularización del Derecho

Históricamente, el Derecho en muchas sociedades estuvo profundamente influenciado por preceptos religiosos. Particularmente, en Europa, la influencia del cristianismo generó la creación del derecho canónico y, posteriormente, el de diversos sistemas legales modernos que tuvieron gran influencia del derecho eclesiástico[2].

No obstante, el paso del tiempo generó que el Derecho se fuese separando de la religión, siendo la Declaración Francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano fuese el primer gran documento legal que reconoció la libertad religiosa (Abad Yupanqui, 2008). Esta tendencia reflejó un proceso global de secularización que buscaba garantizar la neutralidad frente a las diversas creencias religiosas presentes en las sociedades plurales.

En este contexto, la existencia de Dios dejó de ser una preocupación central para el Derecho. Esto implica que las leyes ya no necesitan fundamentarse en una autoridad divina, sino en los derechos humanos y los contenidos constitucionales, esto debido a que actualmente el modelo de Estado que predomina, por lo menos en los modelos romanos germánicos, es el Estado Constitucional de Derecho. Sin embargo, esto no significa que la religión haya perdido su influencia en la formación de valores jurídicos, especialmente en temas relacionados con la dignidad humana y los derechos fundamentales (Chocano Ravina, 2024).

Dios como fuente de valores

Una posible respuesta a la pregunta es que al Derecho no le interesa la existencia de Dios en sí misma, pero sí los valores que puedan derivarse de las creencias religiosas. Conceptos como la justicia, la dignidad humana y el bien común, que son fundamentales para el Derecho, han sido influenciados por tradiciones teístas. En muchos sistemas jurídicos modernos, los derechos fundamentales son entendidos como inherentes a la condición humana, no como concesiones divinas (Carpizo, 2011).

En el ámbito internacional, por ejemplo, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada en 1948, refleja valores éticos y filosóficos que encuentran resonancia en varias tradiciones religiosas, incluso si no se declaran explícitamente teístas, como por ejemplo el reconocimiento a la vida, a la libertad y al matrimonio, de cumplir los requisitos necesarios. Esto muestra cómo principios religiosos pueden contribuir a un marco ético compartido sin necesidad de afirmar la existencia de un ser divino.

El Derecho y el pluralismo

En sociedades democráticas y plurales, el Derecho busca ser neutral frente a las creencias religiosas. Esto implica que no se pronuncia ni a favor ni en contra de la existencia de Dios, permitiendo que las personas vivan según sus convicciones siempre que estas no atenten contra los derechos de otros. Al respecto, es adecuado ver lo dicho por Hiram Meléndez Juarbe:

El Derecho en muchas ocasiones refleja una visión compleja de los individuos. Simultáneamente, el Derecho nos concibe como sujetos situados en un entorno cultural y social, atados e inmersos en densos entramados de entendidos colectivos: morales, políticos, religiosos. Pero, al mismo tiempo, el Derecho también nos concibe como individuos interesados en liberarnos e independizarnos de ese contexto social (tal vez porque lo queremos cambiar). Esta no es una contradicción, sino más bien una forma de reflejar la complejidad humana. (2015, p. 531)

Por lo tanto, se comprende que existe una neutralidad de los Estados modernos frente a las creencias sobre un Dios. Sin embargo, esta neutralidad enfrenta desafíos: ¿Cómo resolver conflictos cuando los principios religiosos de una comunidad chocan con los derechos humanos universales?

Un ejemplo relevante es el debate sobre la objeción de conciencia en contextos legales como el matrimonio entre personas del mismo sexo o los derechos reproductivos. En estos casos, el Derecho debe equilibrar la protección de la libertad religiosa con la garantía de derechos fundamentales, evitando discriminaciones (Miró Quesada, 2024).

Conclusiones

Al Derecho, como sistema normativo secular, el sistema predominante en el modelo romano germánico, no le interesa directamente la existencia de Dios, sino las implicaciones sociales, éticas y culturales de las creencias religiosas. El Derecho opera en un plano pragmático, buscando soluciones para la convivencia pacífica en un marco pluralista. No obstante, los valores predominan al sistema jurídico frecuentemente tienen raíces en tradiciones religiosas que, a su vez, están relacionadas con la idea de lo divino.

En definitiva, aunque la existencia de Dios no sea un tema jurídico, las sociedades continúan debatiendo sobre el impacto de las creencias religiosas en la configuración del Derecho. Por lo que, el debate sobre este tema invita a una reflexión continua sobre el equilibrio entre lo trascendental y lo terrenal en la búsqueda de la justicia divina como en la vida terrenal.

Referencias Bibliográficas

Abad Yupanqui, S. (2008). Libertad religiosa y Estado Constitucional. Derecho PUCP, (61), 167-192. https://doi.org/10.18800/derechopucp.200801.007

Carpizo, J. (2011). Los derechos humanos: naturaleza, denominación y características. Cuestiones Constitucionales, (25). 

            https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1405-91932011000200001

Chocano Ravina, E. J. (2024). La existencia de Dios como medio para lograr el orden social. Eupraxofía, (18), 9-13.

https://www.academia.edu/123917425/LA_EXISTENCIA_DE_DIOS_COMO_MEDIO_PARA_LOGRAR_EL_ORDEN_SOCIAL

Meléndez Juarbe, H. (2015). Estado, religión y derecho: Una reflexión multidisciplinaria. Revista Jurídica UPR, 84, 531-535.     

Miró Quesada, J. La objeción de conciencia: usos y abusos en el ámbito médico. IDEHPUCP. https://idehpucp.pucp.edu.pe/revista-memoria/articulo/la-objecion-de-conciencia-usos-y-abusos-en-el-ambito-medico/ 

Olmos Ortega, M. E. (2005). Derecho canónico y formación del jurista. Ius Canonicum, 45(90), 609-629. https://doi.org/10.15581/016.45.14651

 



[1] Egresado de Derecho en la Universidad de Lima, Perú, perteneciente al décimo superior y estudiante de filosofía en la Universidad TECH, España. Uno de los ganadores del concurso estudiantil en el marco del lI Aniversario de la Asociación Jurídica Derecho en Línea y ganador en la categoría de ponencia estudiantil en el I Congreso Nacional e Internacional de Derecho Ambiental organizado por la Universidad Científica del Sur, CMS Grau y Sociedad Peruana de Derecho Ambiental - SPDA. Posee artículos publicados en autoría y coautoría en Derecho Constitucional, el Derecho con las nuevas tecnologías y filosofía aplicada. Autor de los libros “El Café de Cada Mañana” y Para mi dama de las Camelias. Código ORCID: https://orcid.org/0000-0003-2254-6197. Correo-e: ejchocano@gmail.com.

[2] El derecho canónico y eclesiástico pueden comprenderse en las palabras de María Elena Olmos Ortega:

Como es sabido, bajo la denominación Derecho Canónico se entiende el derecho de la Iglesia Católica; a diferencia del Derecho Eclesiástico del Estado, que es una parte del ordenamiento jurídico estatal dedicada a la regulación del factor religioso desde una perspectiva civil. (2005, p. 609).

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Dios y la nueva Física

Víctor Neira Martin[1]

Entrevistaron a Martin Heidegger cuando ya tenía una edad avanzada y el periodista preguntó algo así:

¿Podría usted resumir su filosofía en pocas palabras?

A lo que Heidegger respondió:

“La cuestión metafísica más directa que todos enfrentamos es que existe algo, pudiendo existir la nada.”

Ese “algo” al que se refería el filósofo es lo que podemos llamar “realidad”, “mundo” y cuya existencia, hasta donde alcanzan mis conocimientos, ningún filósofo ha negado. Ni siquiera Berkeley, con su “Esse est percipi” niega la existencia de una realidad externa al sujeto e independiente de él.

Que ese “mundo” pueda ser comprendido eso ya es harina de otro costal.

De ese asunto se ocupa la Física. De comprender cómo funciona el tiempo, el espacio, la materia y cómo interactúan unos con otros.

La Física clásica, entendiendo como clásicas la mecánica hasta el siglo XIX y la teoría electromagnética hasta J. C. Maxwell, concebía un “espacio absoluto” newtoniano: tres ejes coordenados ortogonales con origen común y un tiempo absoluto, único para todos los fenómenos del Universo. La mecánica utilizaba (todavía utiliza) conceptos que pueden “visibilizarse”: momento lineal (p=mv), momento cinético (M=Iα), energía. El electromagnetismo trabajaba (y trabaja) con fenómenos identificables y medibles: carga eléctrica, campo magnético, voltaje. Hay que señalar, sin embargo, que, con respecto al electromagnetismo, conocemos los fenómenos involucrados y las correspondientes medidas, pero (en el estado actual de la ciencia) no sabemos responder a la pregunta: ¿qué es la electricidad?

En un estado tal, en la cumbre de la Física clásica, en el año 1895, un físico como James Jeans afirmaba: “La Física ya es una ciencia casi concluida; pocos avances ocurrirán en el futuro”. Ni se imaginó lo que venía.

Sólo había una “molestia” para los físicos: el experimento de Michelson-Morley que detectaba que la velocidad de la luz era la misma en cualquier dirección, sin importar la velocidad de la fuente emisora.

Y aparecieron los aguafiestas.

En el año 1905, Albert Einstein publicó su célebre trabajo “Sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento”, que sentaba las bases de la Relatividad especial. Las transformaciones de Lorentz ya se conocían desde antes, pero fue la Relatividad especial la que les dio interpretación física más allá del formalismo matemático.

Fue el primer paso para el gran legado de Einstein: la Teoría de la Relatividad (la especial y la general), que es una nueva estructura del espacio-tiempo (ya no espacio y tiempo separados, sino influenciando uno en el otro).

Por otro lado, el 14 de diciembre de 1900, Max Planck, al intentar explicar la radiación del cuerpo negro, planteaba, ante la Academia de Ciencias de Berlín, la primera hipótesis cuántica: E = hv.

Habían nacido las bases de las dos columnas de la Física moderna: la Teoría de la Relatividad y la Teoría Cuántica. Es lo que nosotros llamamos la nueva Física.

¿Qué tiene que ver Dios en este asunto?

Nada, para el que quiera circunscribirse a la Física. Un buen físico no mete a Dios en sus asuntos.

Pero, para quienes gustamos de reflexionar sobre las bases mismas de la ciencia, caben varias cuestiones.

Primero, desde el punto de vista cosmológico. Si la ciencia se ocupa de fenómenos (que se repiten de acuerdo con leyes), hay un problema cosmológico ineludible. El cosmos (Big Bang o lo que fuera) se creó una vez; no se crean universos a diario. Y la creación del Universo fue un fenómeno muy sui géneris. Si se produjo, se produjo sólo una vez (es lo detectado hasta el momento). Es decir, desde este punto de vista, por haber ocurrido sólo una vez, la creación del Universo es un milagro. Decir que Dios creó el Universo es, en cuanto a pensamiento, económicamente desaconsejable. Si Dios creó el Universo ¿quién creó a Dios?

Segundo, la Física cuántica es la física del micro mundo, es la física que nos explica, por ejemplo, el comportamiento de las partículas subatómicas. Y lo desconcertante de la Física cuántica es que a nivel subatómico hay fenómenos que no tienen correlato en nuestro mundo cotidiano: el entrelazamiento cuántico, el colapso de función de onda, el salto cuántico, la decoherencia. ¿Las leyes de la Física, dictadas por Dios, serían de dos tipos? ¿Unas leyes para objetos macroscópicos y otras leyes para objetos microscópicos? ¿O Dios además de omnipotente, omnisciente, eterno, es esquizofrénico?

Algo más, ¿qué ocurre con la función de onda?

Como sabemos, la función de onda expresa el carácter ondulatorio de los fenómenos cuánticos. Dios, ¿también es una vibración, pero de frecuencia indetectable?

Tercero, con respecto a la gravedad cuántica y a las singularidades del espacio-tiempo.

Una de las dificultades para detectar las ondas gravitacionales es que la fuerza de gravedad es muy débil en comparación con las otras dos, la fuerza nuclear fuerte y la fuerza electrodébil. Así, la medición de las ondas gravitacionales se hacía muy difícil en la práctica.

Sin embargo, en un agujero negro, en una singularidad del espacio-tiempo, la gravitación es tan intensa que se convierte en la fuerza prevalente. Las otras dos fuerzas pasan a ser poco relevantes.

Y aparece una dificultad. No podemos “observar” los “fenómenos” de los agujeros negros. Podemos medir la temperatura, la radiación, el momento angular, de las estrellas y otros cuerpos celestes, pero no sabemos qué ocurre al interior de un agujero negro más allá del disco de acreción. La existencia de los agujeros negros se deduce por las variaciones del campo gravitatorio (si hay fuerzas de gravedad que desvíen los cuerpos celestes deben ser a causa de una masa muy grande), pero no podemos hacer mediciones en el interior. Surge, entonces, un problema. Si la Física (como toda ciencia) trabaja con fenómenos, ¿cuáles son los fenómenos relativos a los agujeros negros?

Las que hemos llamado las dos columnas teóricas de la Física moderna, la Teoría de la Relatividad y la Teoría Cuántica, colisionan con nuestra experiencia cotidiana. Hablar de un espacio-tiempo de cuatro dimensiones, hablar de cantidades imaginarias y de funciones de onda que satisfacen la ecuación de Schrödinger suena a hablar de garabatos que no tienen más existencia que la pizarra.

Dice en el Génesis:

“Dios creó el mundo…”

“con una ecuación diferencial”

Fue lo que añadió un matemático, un analista, llamado Andrew Forsyth, a comienzos del siglo XX.

Lo central de lo expresado por Forsyth está en la profunda (y misteriosa) armonía que subyace a la “realidad”, a ese “algo” mencionado por Heidegger. Y el misterio, aún más profundo, de por qué las matemáticas pueden hacer visible lo invisible.

Para comprender los agujeros negros sólo tenemos ecuaciones y modelos matemáticos que nos permiten describir y comprender la naturaleza de cada uno de los distintos tipos de los mismos. Para comprender el mundo cuántico tenemos que resolver la ecuación de Schrödinger.

La gran pregunta que intenta responder filosofía de Platón es ¿Qué es lo real?

Platón mismo nos advierte contra el sueño, el engaño y la fantasía, los que pueden conducirnos a error con respecto a lo real.

Y, sin embargo, las matemáticas son fantasías que pretenden conducirnos a la comprensión de la realidad.

Kant advirtió que mi yo, Dios y el mundo (como una totalidad) no se presentan como fenómenos.

Para entender al mundo (fenoménicamente) nos sirve la Física.

¿Y para comprender a Dios? ¿La metafísica?

¿Dios es real?

Evangelio de San Juan, capítulo 1, versículo 18: “A Dios nadie lo ha visto”



[1] Licenciado en Matemáticas por la Universidad de Niza y director académico de Matemáticas por el Perú.

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¿Es posible plantear la existencia de Dios a partir de sus intervenciones en el mundo?

 Is it possible to propose the existence of God from his interventions in the world?

Daniel Loayza Herrera[1]

Resumen

El presente artículo discute la existencia de Dios desde el análisis de la evidencia sobre las intervenciones divinas en el mundo. Luego de determinar que no existen observaciones objetivas referidas a hechos que puedan ser atribuidos a la acción divina y de observar que no hay ninguna explicación que permita asumir que las intervenciones que la Biblia refiere han sido ciertas, es decir, que determinados hechos se hayan producido por acción divina, se concluye que una explicación más razonable es que dichos hechos o no se produjeron o Dios jamás intervino en ellos. A partir de ello, se infiere que Dios no existe.

Palabras clave:  Biblia, Dios, evidencia, observación

Abstract

This article discusses the existence of God through the analysis of evidence regarding divine interventions in the world. After determining that there are no objective observations related to events that can be attributed to divine action, and noting that there is no explanation to assume that the interventions referred to in the Bible have been true—that is, that certain events occurred due to divine action—it concludes that a more reasonable explanation is that either those events did not occur or God never intervened in them. From this, it is inferred that God does not exist.

Keywords: Bible, God, evidence, observation

 

El problema


El debate sobre la existencia de Dios es, acaso, el más duradero de la historia del pensamiento humano. Las mentes más brillantes de la teología, la ciencia y la filosofía se han ocupado, con razón y no pocas veces con pasión, de dilucidar tan importante asunto (Russell, 1957).

Desde Tales de Mileto, esta cuestión gravita en el pensamiento occidental. El conocido como el primer filósofo, al plantear que el origen de todo estaba en el agua, desafió las creencias más arraigadas y extendidas del mundo antiguo, abriendo paso a un debate que hasta el presente no termina.

A lo largo de la historia, tres posiciones, más o menos identificables, han postulado una respuesta sobre la existencia de Dios. La primera, la del creyente, sostiene que Dios sí existe y que el conocimiento de su existencia puede ser alcanzado por una adecuada organización de fe y razón. La segunda posición, la del ateo, se refiere a la inexistencia de Dios, lo que se asume por la falta de evidencia de su existencia. La tercera posición, la del agnóstico, sostiene que no hay evidencia alguna sobre Dios, tanto de su existencia como de su inexistencia; por lo tanto, nada podemos decir sobre él (Hume, 2007).

Empezaremos nuestra reflexión analizando la postura del agnosticismo. En principio, y este es un postulado fundamental de la filosofía y de la lógica, cuando no existe evidencia de que algo existe, se asume que no existe; no se asume que no se sabe si existe o no (Kant, 2011). Un ejemplo de ello lo encontramos en el problema del éter, que fue la sustancia que los físicos buscaron durante siglos para explicar la propagación del sonido y otros fenómenos físicos. Sin embargo, ante la falta de evidencia científica y, además, ante la innecesaria intervención del éter para explicar los fenómenos físicos, la ciencia ha aceptado que el éter no fue más que una quimera en la historia de la física.

En este sentido, argumentar que la carencia de observaciones en uno u otro sentido nos impide sostener una posición clara con respecto a la existencia o inexistencia de Dios carece de fundamento.

Habiendo rechazado el argumento agnóstico, nos quedan dos posiciones que deben ser analizadas. Para ello, partimos de un hecho: no es posible que Dios sea observado de forma directa. Sin embargo, sabemos que Dios es el creador del universo y que, además, ha intervenido en acontecimientos ocurridos en el mundo.

Si acometemos la tarea de dilucidar si Dios existe o no de forma directa, entraremos en el callejón sin salida de tener fe o no tenerla, lo cual subjetivaría a tal punto esta discusión que no ofrecería mayor valor para el lector, por ser ya un lugar común. Por esa razón, preferimos centrarnos en aquello que sí podemos observar, que es la intervención divina en el mundo.

Dios, atributos y manifestaciones


Es pertinente precisar que vamos a discutir la existencia de Dios partiendo de la idea del Dios cristiano. Puede parecer un tanto etnocéntrico; sin embargo, es pertinente dada la variedad de dioses, divinidades y atributos asignados a cada uno de ellos.

Para ello, vamos a partir de las siguientes premisas: Dios existe y la Biblia es un libro sagrado. Ningún creyente en el Dios cristiano podría rechazar dichas proposiciones. La Biblia, entre otras cosas, se ocupa de la relación del Creador con lo creado, de Dios con el mundo. Como Dios es incognoscible de forma directa, lo que podemos saber de él a través de la Biblia es por la relación de Dios con el mundo; es decir, por sus intervenciones divinas (Agustín, 2004).

¿Cuándo decimos que Dios existe, qué estamos diciendo? En principio, estamos diciendo que el universo ha sido efectivamente creado, porque Dios es creador. En términos del Dios cristiano, estamos diciendo que Dios es infinito, omnipotente, omnisciente y benevolente. También diremos que dichos atributos divinos los conocemos a través de la Biblia, específicamente a través de la relación entre Dios y el mundo.

La Biblia narra una gran cantidad de eventos en los que se produjo una directa intervención divina en el mundo, por ejemplo, la búsqueda de la “Tierra Prometida”, el Éxodo, el diluvio, etc., hasta la venida de Cristo. Sin embargo, por alguna razón que desconocemos, Dios ha dejado de manifestarse en el mundo.

Ante lo que se acaba de afirmar, un creyente puede argumentar que ello no es cierto, que Dios sigue interviniendo en su vida y en la vida de todos aquellos que creen en él. Sin embargo, no nos referimos a las alegaciones de manifestaciones subjetivas que no puedan ser observadas, sino a manifestaciones objetivas, independientes de que el observador crea o no en Dios. Por ejemplo, cuando Moisés enterraba un palo y este se convertía en una serpiente frente a los sabios egipcios, que no creían en Jehová, o cuando Dios envió diez plagas a Egipto para que el faraón accediera a la salida de los israelitas (Plantinga, 2000).

Ante lo planteado anteriormente, se podría alegar que hay muchos hechos objetivos que ocurren por la intervención divina; lo que sucede es que los no creyentes, los que no tienen fe, niegan que se hayan producido por acción divina. Sin embargo, dichos hechos, para poder ser atribuidos a Dios, tienen que estar fuera de toda acción de una ley natural. Por ejemplo, no tiene sentido que digamos que el hecho de que alguien muera es un “milagro”. Milagro sería que el muerto resucite y que dicha resurrección pueda ser acreditada y no quede en la manifestación de quien no puede probar lo que dice.

Entonces, planteadas así las cosas, podemos decir que no existe evidencia alguna de que un hecho objetivo, inexplicable por la ciencia, que contravenga las leyes de la naturaleza se haya producido; por tanto, asumimos que estos hechos no se han producido. Por tanto, podemos inferir válidamente que Dios no ha tenido ninguna intervención en el mundo desde la última narrada en la Biblia; es decir, aproximadamente hace dos mil años.

Luego surge la siguiente pregunta: ¿por qué aceptamos que Dios realmente se ha manifestado en el mundo? Porque lo dice la Biblia. Y, ¿por qué aceptamos lo que dice la Biblia? Porque tenemos fe. Pero tener fe supone un convencimiento que no requiere evidencia alguna y la lógica del presente trabajo es, precisamente, analizar el problema de la existencia de Dios desde la razón y la evidencia. Entonces, no podemos estar seguros de que lo que dice la Biblia con respecto a las intervenciones de Dios en el pasado sea cierto. Es más, lo más seguro es que Dios no haya intervenido en el pasado. De otro modo, ¿por qué dejó de hacerlo, considerando que es benevolente? ¿Por qué, teniendo tanto poder, no interviene para evitar la guerra, el hambre, la muerte, las enfermedades, etc., como lo hizo en el pasado? Frente a estas interrogantes, la respuesta más sencilla y razonable parece ser que, en realidad, Dios no se manifestó en el mundo, no tuvo ninguna intervención en él.

Si asumimos que Dios no intervino en el mundo, entonces no hay evidencia objetiva alguna sobre él. Por lo tanto, deberemos asumir que Dios no existe desde una perspectiva puramente objetiva.

Si no tenemos evidencia de su intervención, entonces nada podemos decir sobre sus atributos. Si nada podemos decir sobre sus atributos, nada podemos decir sobre él. Por tanto, la definición de Dios es inconsistente.

Conclusión
La existencia de Dios, analizada desde la manifestación e intervención de Dios en el mundo, supone apartarse de la vieja dicotomía fe y no fe, que ha caracterizado gran parte del debate en torno a este tema.

Ante la imposibilidad de que Dios pueda ser objeto de observación directa, se acometió la tarea de analizar las pretendidas manifestaciones que este habría tenido en el mundo y que han sido narradas en la Biblia. Sin embargo, no existen manifestaciones observables que acrediten la intervención divina en ninguna etapa de la historia. Por tanto, ante la ausencia de evidencia que pueda ser objeto de observación, se concluye que Dios no existe.

Bibliografía
Agustín, S. (2004). La Ciudad de Dios. Ediciones Istmo.
Hume, D. (2007). Diálogos sobre la religión natural. Ediciones Akal.
Kant, I. (2011). Crítica de la razón pura. Ediciones Istmo.
Plantinga, A. (2000). Warranted Christian belief. Oxford University Press.



[1] Licenciado en Historia por la Universidad Nacional Federico Villarreal, Licenciado en Educación, en las especialidades de Filosofía y Ciencias Sociales por la Universidad César Vallejo, Maestro en Educación por la Universidad César Vallejo, egresado del Doctorado en Educación por la Universidad César Vallejo, egresado de Derecho por la Universidad de Huánuco y docente Universitario en la Universidad Privada San Juan Bautista. Correo-e: danivan98@gmail.com

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EUPRAXOFÍA # 19: LA EXISTENCIA DE DIOS (II)

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