Manuel A. Paz y Miño [1]
A pesar de
siglos de discusiones, si no hay manera de estar seguros de que existe alguna
divinidad y/o, peor, no hay pruebas contundentes e indubitables que exista, ¿qué
consecuencias se producirían en la sociedad y el mundo?
Para las
personas habría dos consecuencias posibles:
1ro: “Si no
hay Dios, todo vale” o “Si Dios no existe, todo está permitido” (Iván Karamazov,
personaje de Fiodor Dostoyevski) entonces, el fundamento de la moral y el
derecho cristianos caen, pues ya no hay absolutos ni todos somos cristianos. Las
consecuencias extremas de esto se ven en el aborto y la eutanasia que no son
catalogados de asesinatos ni las relaciones entre adultos y menores, las pre matrimoniales
y las homosexuales serían inmorales, al contrario, estarían bien y, por lo
tanto, habría que permitirlas.
Pero eso no
significa que no haya una moral y un derecho que necesiten de Dios para ser
válidos. Todas las personas nacen dentro de un sistema de creencias y códigos
morales imperantes en cada sociedad y que con el tiempo cambian. Así que nadie
puede hacer lo que se le dé la gana sin consecuencias, sin ser desaprobado o
criticado y hasta penalizado. En donde se considere a los no nacidos como
personas el aborto sería un crimen, casi un infanticidio, de modo similar, que
aquellos que quieran terminar con su propia vida, considerada como algo sagrado
dado por Dios, estarían cometiendo suicidio no importando que busquen adelantar
su muerte debido a alguna enfermedad incurable y dolorosa.
2do: “Si
Dios no existe, la vida no tiene sentido” entonces no hay trascendencia en
cualquier cosa que hagamos, todo sería vano. La vida del héroe valdría tanto
como la del cobarde, la del ladrón y el honesto, la del justo y el injusto,
etc. todas terminarán, así como dejará de existir algún día nuestro planeta y
sin menoscabar en nada al universo.
No habría
una retribución ni una justicia divina en esta y la otra vida. No habría quien
recompense o consuele a los explotados, oprimidos y violentados ni un castigo
justiciero para sus explotadores, opresores y violadores.
El que no
haya Dios ni un sentido absoluto para nuestra vida no significa que no hayamos
podido crear y tener uno, y en verdad, siempre lo hemos estado haciendo los
seres humanos, creamos o no en la Divinidad, en sus múltiples oportunidades y
circunstancias, no solo reproduciéndonos como los seres biológicos que somos,
sino también a través de nuestras acciones buenas y malas, elaboración de ideas
y transformación de la realidad.
Ciertamente
nuestra vida es efímera pero mientras la vivamos le damos sentido a nuestra
existencia a través de lo que creemos y hacemos. La mayoría de nosotros no deja
un legado perdurable en la historia, a los minutos de nuestro entierro la vida
de nuestra familia continúa adaptándose a la pérdida. Nuestros biznietos, si es
que los tuviéramos, al crecer olvidarán nuestros nombres y tumbas si es que las
tuvimos.
Los que
encuentran sentido a sus vidas creyendo que hay un dios, pueden dedicar sus
vidas a propalar sus creencias sean teológicas o humanitarias pensando que ese
es el mandato divino volviéndose monjes o sacerdotes, por un lado, o médicos,
enfermeros, policías, maestros al servicio de los necesitados o sus semejantes,
por el otro.
Y los que
no creen en ningún dios pueden encontrar sentido a sus vidas a través de la
práctica del arte, la investigación científica, la elucubración filosófica o también
el humanitarismo sirviendo y ayudando a los demás en cualquier profesión u
oficio.
O
simplemente, en la práctica real y cotidiana, creyentes o no creyentes, pueden
dedicarse a vivir de maneras egoístas, malévolas e improductivas y encontrar en
tales modus vivendi su sentido de la
vida. Es decir, todos somos seres necesitados de satisfacer necesidades
corporales y psicológicas pero también culturales, podemos ser esclavos de
nuestras pasiones constructivas o destructivas.
Para el
mundo y el universo las consecuencias serían:
1ro. Todo lo
que existe es producto de la evolución de la dualidad materia-energía que
contiene las fuerzas básicas y universales que producen su movimiento, cambio y
regularidades o leyes.
2do. Como
todo lo que existe está en continuo cambio y transformación llegará un momento
en el cual nuestro universo conocido desaparezca.
En
conclusión, si no hay ningún dios nuestra vida y el universo no tienen más
sentido que el que nosotros mismos le diéramos, creáramos o creyéramos.
[1] Licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Mag. en Ética Aplicada por la Universidad de Linköping (Suecia), y Presidente del Instituto Humanista Racionalista del Perú. Correo-e: mapymc@yahoo.com
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