martes, 14 de abril de 2020

APROXIMACIÓN AL JESÚS HISTÓRICO

A propósito de las conclusiones del libro: treinta puntos a debate

Antonio Piñero, Catedrático Emérito de Filología Griega,  Universidad Complutense de  Madrid.
Correo-e: pinero.antonio@gmail.com

"Adoración de los Pastores"
de Esteban Murillo, 1668

Voy a presentar un esbozo de las conclusiones de mi libro Aproximación al Jesús histórico que lleva como título “Caminos seguros o sendas perdidas en la investigación sobre Jesús de Nazaret”, que señala lo que creo son conquistas bastante seguras de la historiografía sobre Jesús, o bien  caminos muy probablemente equivocados en esa pesquisa.
1.  El debate sobre el Nuevo Testamento y los evangelios ha de apoyarse en la razón, el único criterio aceptable de conocimiento. Hay que seguir el camino que impone una metodología analítica, que ha de comenzar por rechazar de antemano la sumisión a intereses dogmáticos preestablecidos, sean cuales fueren de tipo religioso, sociológico o político.
2. No es seguro un método de investigación que supone la posibilidad de mantener unidas una rigurosa aproximación histórica y la admisión de los principios de la Pontificia Comisión Bíblica, la cual postula que “el justo conocimiento del texto bíblico no es accesible sino a quien tiene una afinidad vivida con aquello de lo que habla el texto”.
3. No es indiferente tener o no tener en cuenta los resultados aceptados por consenso entre los investigadores sobre cómo fue el Jesús histórico; por el contrario, tales resultados tienen muchas consecuencias sobre la fe en Jesús. Por ejemplo, no es lo mismo aceptar como histórico que Juan Bautista fue simplemente el precursor consciente de Jesús y éste el mesías enviado desde lo Alto, que aceptar que Jesús fue un discípulo del Bautista y que su marco teológico fue básicamente el mismo que tuvo luego Jesús, a menos al principio de su ministerio.
4. La abstracción del Jesús histórico no coincide con la plena realidad de Jesús de Nazaret (el Jesús real), pero se acerca mucho más a ella que cualquier estudio puramente cristológico o teológico. Y si el Jesús de la historia es el resultado de una tarea de reconstrucción, nuevos documentos o nuevas perspectivas, sobre todo aquellas que suscitan un amplio consenso, pueden hacer cambiar la imagen reconstruida de ese Jesús.
5. No parece sensato postular que la diversidad de las imágenes del Jesús histórico entre los estudiosos –sobre todo desde finales del siglo XIX hasta hoy– haga que tales reconstrucciones no sean aprovechables. Entre los investigadores serios, sean confesionales o no, hay mucha menor disensión que lo que se imagina la gente normal.
6.  El camino seguro para la reconstrucción del Jesús de la historia es centrarse en los testimonios más antiguos sobre el personaje. Estos coinciden con los cuatro evangelios aceptados como canónicos por la Iglesia, sobre todo los tres primeros, denominados “sinópticos”. El Cuarto Evangelio, al ser un escrito simbólico-místico, solo es aceptable como venero de datos históricos en pasajes aislados y deben estudiarse caso por caso.
7. Los principales “criterios de historicidad”, es decir, los instrumentos filológico-históricos para dilucidar  la autenticidad, o no, de hechos y dichos del Jesús de la historia, son válidos a pesar de la discusión de hoy día sobre ellos. Pero solo una utilización cuidadosa y conjunta de varios criterios, que permita una corrección mutua entre ellos, puede producir resultados convincentes para la reconstrucción histórica.
8.  La recuperación de los rasgos históricos de Jesús no es tarea fácil. Las fuentes primarias muestran a veces un grado de tergiversación histórica tal, que resulta difícil para la mayoría de los lectores sencillos tornar su mente hacia un Jesús original. Pero no hay lugar para un escepticismo y desánimo extremos, ya que existen posibilidades reales de recuperación gracias al análisis y a la crítica. A pesar de muchos inconvenientes, la reconstrucción es factible aunque no se pueda llegar al dibujo de una semblanza completa de Jesús. Existen, sin embargo, los medios para saber ciertamente qué no fue Jesús, y para conocer los rasgos esenciales de su figura y misión.
9. El punto de partida para la reconstrucción, admitido por un consenso casi general, es el análisis interno y externo del evangelio de Marcos con la ayuda de los métodos de investigación usuales. Un  instrumento útil para esa reconstrucción es descubrir la tendencia ideológica de este escrito (y del de cada evangelista), pues ya se dieron los pasos desde el siglo XIX para llegar a la convicción de que este escrito –y los demás evangelios– no es el producto de la percepción personal de su autor, sino de tradiciones recibidas, reelaboradas y manipuladas por él según una “agenda teológica” previa.
10. Hay que tener también en cuenta, sin embargo, que no deben admitirse sólo y exclusivamente los datos sobre Jesús que contradigan al judaísmo normativo de la época o a las creencias de la iglesia posterior, porque el rígido empleo de esa norma daría una imagen de Jesús unilateral y sesgada, ya que no permitiría incardinarlo en su época, aunque tales datos fueran indudablemente ciertos. El método sería imperfecto si se rechazara todo el material en el que Jesús aparece compartiendo o divergiendo razonablemente de la fe judía de su tiempo.
11. Una vez descubierto el material interesante para una reconstrucción del Jesús histórico, es preciso formular hipótesis o explicaciones objetivas de las rupturas lógicas, de las sorpresas narrativas que derogan la verosimilitud de un relato en concreto, o de las nuevas informaciones que rompen la aparente lógica interna de un relato o del conjunto. Las hipótesis propuestas deben apuntar al intento de aclarar los mecanismos de tergiversación de los posibles datos primigenios.
12. Si, gracias en parte al material recogido honestamente por los evangelistas a pesar de que iba en contra de sus intereses teológicos, se puede reconstruir lo suficiente de la imagen del  Jesús de la historia, lo básico al menos con poca posibilidad de error, no parece cierto lo que se afirma comúnmente sobre que “sabemos muy poco, o nada, del Jesús histórico”. Sabemos lo suficiente como para enmarcarlo en su tiempo y entenderlo correctamente.
13. Para reconstruir el pensamiento del Jesús histórico tienen valor metodológico (en una marcha hacia atrás desde el pensamiento de los discípulos hacia el del maestro), aunque indirecto y referencial, las actitudes e ideas de aquellos que convivieron con Jesús durante mucho tiempo frente, por ejemplo, a las concepciones acerca de Jesús de un discípulo tardío y lejano, Pablo de Tarso, procedente de un ambiente ideológico muy diverso al del Nazareno, y del que algunos dudan de que lo conociese ni siquiera personalmente.
14. Sin embargo, parece segura la noción de que el trabajo de  redacción que rodea y presenta los dichos y hechos de Jesús, incluso los recogidos o “recordados” previamente en la Fuente Q (no paulina, sino judeocristiana), la tradición sinóptica previa y el material especial de los evangelios de Mateo y Lucas, nos llega luego de manos de evangelistas que pertenecen al círculo ideológico paulino en lo básico al menos, incluidos Mateo y Juan.
15. No es camino seguro sostener que los temas y aspectos característicos de las distintas tradiciones hayan sido establecidos sin ninguna influencia de la reflexión sobre los acontecimientos pascuales filtrados a través del pensamiento
16. Es seguro todo el camino que extraiga las consecuencias de que Jesús no fue un cristiano, sino un judío religioso dentro del pluralismo teológico del judaísmo de la época del Segundo Templo. Por tanto, la idea de que el Nazareno se mantuvo siempre fiel al judaísmo.
17. Es posible que la autoconciencia de Jesús y la idea de su misión evolucionara a lo largo de su ministerio público. Pero dado que este fue muy breve, todo lo más un año, a pesar de las tres pascuas del Evangelio de Juan,  no hubo tiempo para demasiados cambios de mentalidad. Hay que descartar una mutación radical de su pensamiento en su última etapa. Por ejemplo, parece imposible que un Jesús profundamente judío, afecto a su religión, que jamás intentó fundar un culto nuevo, estableciera –aunque fuera solo de modo provisional hasta la llegada del reino de Dios– un culto, la eucaristía, que suponía la práctica eliminación de gran parte de la razón de ser del Templo, actuar como el lugar de propiciación y expiación por los pecados del pueblo. Y sobre todo cuando había intentado purificarlo a riesgo de su vida.
18. Consecuentemente es inseguro que Jesús hubiera asumido las ideas de que fue a Jerusalén para morir voluntariamente; que su muerte fuera salvadora, expiatoria por los pecados no solo de Israel, sino de la humanidad entera; que la cruz inaugurara una alianza, estrictamente nueva, sellada con su sangre.
19. Es camino seguro adoptar una postura prudente, en extremo crítica, con los datos ofrecidos por los evangelios canónicos sobre la vida oculta de Jesús. Y con más razón no pueden utilizarse los evangelios apócrifos.
20. Es segura la noción de que si Jesús fue un judío galileo, su pensamiento religioso estuvo condicionado por la situación social-religiosa de la Galilea de su tiempo. Por ejemplo, en su espiritualidad un tanto despegada del Templo y en su tratamiento de las normas de pureza ritual considerándolas muy inferiores a la pureza interior.
21. Es seguro enmarcar el pensamiento de Jesús en la senda de la doctrina de su mentor y maestro Juan Bautista; igualmente segura es la reconstrucción del verdadero carácter mesiánico de Jesús comparándolo con la figura de Juan e insertándolo dentro de su movimiento; hay en los evangelios indicios suficientes como para afirmar que ambos personajes muestran asombrosas semejanzas como judíos del siglo I y profetas apocalípticos los dos.
22. Por el contrario, no es seguro exagerar las diferencias entre el Bautista y Jesús, de modo que este aparezca como un únicum en la historia de la religión y religiosidad judías, pues el marco fenomenológico de las relaciones entre Juan y su discípulo Jesús no permiten las conclusiones de singularidad de este último.
23. No es segura la idea de que el reino de Dios hubiera llegado efectivamente a la tierra de Israel con el ministerio de Jesús, sino que es segura la noción de que el reino de Dios era una entidad esencialmente futura. No deben confundirse los prolegómenos del Reino con su venida real.
24. No parece posible que Jesús tuviera en mente una posible idea de la evangelización de los paganos. Jesús fue un estricto nacionalista judío.
25. Es inseguro enmarcar el juicio contra Jesús dentro solo de la mentalidad religiosa de las capas superiores de los fariseos, escribas, legistas o de la aristocracia sacerdotal de Israel, e insistir en que su condena y muerte se debió a motivos de puro carácter religioso, como el cargo de blasfemia, por ejemplo.
26. Parece más cierta la vía que interpreta el juicio y condena de Jesús como un acto de estricta política del Imperio Romano en la provincia romana de Judea. La actividad religiosa de Jesús y su predicación del reino de Dios, que se iba a instaurar de inmediato en tierras de Israel, no era compatible con el gobierno de Roma. Por ello, la consideración de Jesús como un sedicioso desde el punto de vista del Imperio es correcta y su condena como tal, también.
27. Sin embargo, parece senda perdida reducir la figura de Jesús a un “galileo armado”, pues esta visión no da cuenta de su figura global. Incluso la noción de un Jesús que nunca condenó la violencia y que estuvo implicado en algún tipo de resistencia antirromana no supone que su objetivo fuera la expulsión de los romanos por medios guerreros.
28. La resurrección no entra dentro de la investigación histórica sobre el Jesús de la historia; no es un invento repetible ni controlable. Pertenece al ámbito de la fe.
29. Las concepciones sobre Jesús que defiende la investigación independiente han sido ya publicadas en español, en libros o en Internet, con suficiente difusión para quien esté de veras interesado en no ignorarlas; tales ideas pueden ser leídas, discutidas, rebatidas, o confirmadas con argumentos sin necesidad de recurrir a otras lenguas.
30. La investigación independiente no se “saca nada de la manga”, sino que lo que hace son análisis de los textos del Nuevo Testamento, o del judaísmo de la época dentro del marco general proporcionado por el conocimiento del siglo I de la era común. Es evidente que las fuentes cristianas, o exteriores al cristianismo, y otros recursos  para investigar la figura de Jesús están a disposición de todos; no hay información privilegiada, sino intelección apropiada o aventurada de las fuentes.

Publicado originalmente en https://www.tendencias21.net/crist/Aproximacion-al-Jesus-historico-y-III-A-proposito-de-las-conclusiones-del-libro-treinta-puntos-a-debate-1018-4-10-2018_a2531 el 4 de octubre 2018. Reproducido aquí con el permiso del autor.

lunes, 13 de abril de 2020

¿QUIÉN FUE EL JESÚS HISTÓRICO?

Héctor Ávalos, Profesor de Estudios religiosos, Universidad Estatal de Iowa
Correo-e: havalos@iastate.edu

"Cristo Pantocrator", siglo vi

Los cristianos de todo el mundo celebrarán la resurrección de Jesús el domingo de Pascua. Eso significa que ver historias sobre "el Jesús histórico" cada mes de marzo o abril en los medios.

A diferencia del Jesús teológicamente construido de la mayoría de los creyentes, "el Jesús histórico" se refiere al ser humano de carne y hueso que podemos reconstruir sobre la base de evidencia histórica empírica.

Por lo tanto, para los historiadores universitarios seculares, no se puede demostrar que Jesús sea el hijo de Dios o que haya resucitado de entre los muertos sobre la base de evidencia histórica. Esas son afirmaciones de fe.

Los historiadores seculares de Jesús generalmente se dividen en dos campos que podemos llamar "historicistas de Jesús" y "mitistas de Jesús".

Los historicistas de Jesús, que comprenden la gran mayoría de estos especialistas académicos, creen que hubo una persona real detrás de las historias del Nuevo Testamento, incluso si no creen en ninguna afirmación sobrenatural sobre él.

Un exponente del historicismo de Jesús es Bart Ehrman, profesor de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill y autor de ¿Existió Jesús? El argumento histórico para Jesús de Nazaret (2012).

Los mitistas de Jesús, por otro lado, creen que Jesús fue una figura mítica o un personaje literario ficticio. Los mitistas son un grupo muy pequeño pero en crecimiento, e incluyen a Robert Price, autor de La teoría del mito de Cristo y sus problemas (2011).

Mi propia opinión, como erudito académico bíblico, es que no hay evidencia suficiente para resolver la cuestión de una forma u otra. Soy agnóstico acerca de la existencia del Jesús histórico.

Un problema principal sigue siendo la falta de documentación desde el tiempo de Jesús para establecer definitivamente su existencia. Se supone que Jesús vivió alrededor del año 30. Pero no hay mención de él en ningún lugar en ningún documento real de su propio tiempo o de todo el primer siglo.

Los mejores esfuerzos de los eruditos textuales no han logrado recuperar los llamados "originales" de ningún texto bíblico. Por lo tanto, es difícil saber qué se ha agregado o restado de las cuentas originales.

Los historicistas a menudo harán referencia a los famosos Anales de Tácito, el historiador romano, en busca de evidencia de la existencia de Jesús. Sin embargo, incluso John P. Meier, autor de Un judío marginal: repensando al Jesús histórico y un historicista, admite: "Al igual que con Josefo, con Tácito nuestras observaciones deben ser moderadas por el hecho de que el primer manuscrito de los Anales proviene del siglo XI".

Mucho se ha dicho sobre un osario ("una caja de huesos"), publicitado por primera vez en 2002, que mencionaba a un "Santiago ... hermano de Jesús". Pero los cargos de falsificación y un juicio posterior no eliminaron las dudas de su autenticidad.

Es cierto que no podemos documentar la existencia de la mayoría de las personas que vivieron en el primer siglo. Entonces, ¿por qué deberíamos esperar documentación para Jesús?

Pero esa ausencia de evidencia aún es curiosa porque, al hablar del cristianismo, la Biblia dice que "en todas partes se habla contra ella" (Hechos 28:22, RVR1960). Deben quedar más rastros en el primer siglo de un grupo contra el que todos hablaban.

A favor de los historicistas están las frecuentes alusiones en el Nuevo Testamento (por ejemplo, Gálatas 2: 1-10) a "Jacobo el hermano del Señor", que parecen designar a una persona en particular, y no solo un seguidor de Jesús. Sería extraño para un personaje mítico tener un hermano que parece genuinamente humano.

Por otro lado, 1 Juan 4: 3 dice: "y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne no es de Dios". El resto de esta epístola bíblica sugiere que hubo otros autodenominados cristianos que no creían que Jesús había venido en la carne.

Si la existencia de un verdadero Jesús de carne y hueso estaba tan bien establecida, ¿por qué había cristianos que no creían en un Jesús de carne y hueso en primer lugar?

Sí, a menos que se presente alguna nueva evidencia dramática, estamos históricamente en un punto muerto.
Entonces, ¿quién fue el Jesús histórico? Mi respuesta sincera es que no lo sé.

Publicado originalmente en inglés el 2 de marzo de 2013 en https://www.amestrib.com/article/20130302/opinion/303029936, traducido al castellano por Google, y revisado, corregido y adaptado por Manuel Paz y Miño con el permiso del autor.

CONTRADICCIONES DEL MITO CRISTIANO DE LA RESURRECCIÓN

Ricardo Alonso Zavala Toia, Abogado, UNSA.
Correo-e: zavalaricardo@hotmail.com

"Santas Mujeres en la tumba de Cristo",
 Annibale Carracci, 1509

Aparentemente Jesús habría expirado en la tarde del viernes, a las tres de la tarde según los Sinópticos (Mat. 27, 46; Mar. 15, 34; Luc. 23, 44-46). Una vez que a Pilato o Pilatos se le comunicó que Jesús estaba muerto ordenó que se  entregara su cuerpo a José de Arimatea, quien lo bajó de la cruz, lo envolvió en una sábana, puso su cuerpo en un sepulcro excavado en la roca y lo aseguraron con una gran roca.

El sábado, de acuerdo a Mateo, los judíos “fueron al sepulcro y lo aseguraron. Sellaron la piedra que cerraba la entrada y pusieron guardia” (Mat. 27, 66).

El domingo, según Mateo, María Magdalena y la otra María, fueron a visitar el sepulcro, se produjo un violento temblor, un ángel hizo rodar la piedra de la entrada del sepulcro y les comunicó que Jesús había resucitado; en el camino de regreso se encontraron con Jesús (Mat. 28, 1-10).

Para Marcos, fueron tres las mujeres que fueron al sepulcro: María Magdalena, María, la madre de Santiago y Salomé. Cuando llegaron encontraron que la piedra que cubría el sepulcro ya había sido retirada; vieron a un ángel sentado sobre el sepulcro que les comunicó que Jesús había resucitado. La primera aparición de Jesús sólo fue con María Magdalena (Mar. 16, 1-9).

Para Lucas, María de Magdala, Juana y María, la madre de Santiago, acompañadas de otras mujeres, fueron al sepulcro, se encontraron que la piedra había sido movida y en lugar de un ángel se encontraron con dos hombres con ropas fulgurantes que les informaron que Jesús había resucitado. La primera aparición se produjo a dos de los discípulos camino a Emaús (Luc. 24, 1-13).

Para Juan, la única que fue al sepulcro fue María Magdalena, encontró que la piedra había sido removida, en lugar de uno se encontró con dos ángeles y Jesús se le apareció a María Magdalena en el mismo sepulcro (Juan 20, 1-17).

Los detalles de los relatos son tan distintos que quitan toda verosimilitud al hecho principal de la resurrección.

Además de estas supuestas apariciones de Jesús, los Cuatro Evangelios Canónicos hacen referencia a varias otras apariciones, no habiendo coincidencia alguna respecto de una versión con respecto a la otra. En los Hechos de los Apóstoles se dice que Jesús se dejó ver por sus apóstoles durante 40 días (Hechos 1, 3), ello contradice lo que manifiesta el mismo Lucas en su Evangelio en el sentido que Jesús sólo fue visto 2 ó 3 días después de su resurrección (Lucas 24). Aquí no termina el asunto, pues Pablo, sin ser testigo de los hechos llega al extremo de afirmar que Jesús también se presentó a quinientos (500) hermanos y a él mismo (I Corintios 15, 6-8); que además “se apareció a Pedro y luego a los Doce” (I Cor. 15:5), lo cual haría reaparecer en escena a Judas Iscariote. Todas estas versiones parecen como si se tratara de algún concurso para establecer quién podía ser más espectacular y exagerado en su relato.

Existe un hecho adicional que es necesario mencionar. Todas las apariciones que relatan los Evangelios se produjeron entre sus seguidores más cercanos, ninguna se produjo entre sus opositores judíos, ni los romanos u otra persona o grupo independiente, lo cual es sospechoso. Lo lógico habría sido que Jesús aprovechara la ocasión para aparecerse ante sus opositores y perseguidores, lo que habría tenido un efecto extraordinario. Al quedar el testimonio de la resurrección sólo entre los integrantes de la secta cristiana, pone en seria duda su autenticidad.

En el Evangelio de Juan (20: 24-27), se relata el episodio del dubitativo discípulo Tomás, quien aparece afirmando: “Hasta que no vea la marca de los clavos en sus manos, no meta mis dedos en el agujero de los clavos e introduzca mi mano en la herida de su costado, no creeré”. Massey, trae a colación el hecho que el dios egipcio Tum, Tomos en griego, tiene sus gemelos Hu y Ka, llamados sus hijos, cuyos significados son sorprendentemente: Saborear y Tocar (Massey, Gerald, The Historical Jesus and the Mythical Christ).

¿Cuánto tiempo estuvo Jesús muerto? Si seguimos el texto de los Evangelios, Jesús debió morir  aproximadamente a las 3 de la tarde del viernes, y a más tardar debió haber resucitado a las 6 de la mañana del domingo siguiente. Esto hace que estuvo muerto un máximo de 39 horas, lo que significa un poco más de la mitad de los tres días y tres noches que, de acuerdo a la profecía, debía permanecer muerto. Por supuesto que no es nada raro encontrarse con algunos cristianos que sostienen que si la muerte se produjo un viernes y duró hasta el domingo siguiente, allí están los tres días. Este tipo de argumento es parte de los disparates que utilizan los borregos ciegos que no han leído o no quieren leer el texto claro de Mateo 12, 38-40:

Entonces algunos maestros de la Ley y fariseos le dijeron; Maestro, queremos verte hacer un milagro. Pero él contestó: Esta raza perversa y adúltera pide una señal, pero solamente se le dará la señal del profeta Jonás. Porque del mismo modo que Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del gran pez, así también “el Hijo del Hombre estará tres días y tres noches en el seno de la tierra”.

Finalmente deseo resaltar una nueva contradicción: ¿Jesús ascendió al paraíso el mismo día de su muerte o después? Según Lucas 23:43 fue el propio Jesús quien aseguró que estaría en el paraíso ese mismo día y se lo dijo a uno de sus compañeros de crucifixión “En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”; en cambio en Juan 20:17, es el mismo Jesús que desmiente la primera versión pues aparece (algunos días después de la resurrección) diciendo a María “…aún no he subido al Padre.” ¿En qué quedamos?, o será que Jesús le dijo al buen ladrón una mentira piadosa, lo cual no sería digno del supuesto hijo de Dios.






EL MITO DE LA RESURRECCIÓN Y LA RAZÓN DE SU VIGENCIA

Omar Hermoza Delgado, Artista plástico y autor independiente.
Correo-e: omardelgadopinturas@gmail.com

"Noli me tangere" de Duccio da Buoninsegna,
1308-1311. 

El profundo sentir de esperanza en muchas personas acerca de la resurrección, no tiene sólo dos mil años aproximadamente; veremos que proviene de un arraigo mucho más profundo y antiguo.
No voy a argumentar sobre su inviabilidad desde un punto de vista biológico, ni que las contradictorias versiones del relato en los evangelios podrían en modo alguno ser tomadas como históricas; procuraré mostrar un breve panorama de antecedentes que permiten comprender que la creencia en la resurrección del Cristo no es algo inédito ni extraordinario.
El creyente actual no considera que al aceptar la resurrección como hecho real, concibiendo el suceso como “sobrenatural”, la consecuencia lógica y sin prejuicios debería llevarle a validar otras resurrecciones aceptadas en otras culturas; sin tildarlas de simples mitos mientras la suya es la única verdadera; tal postura que exige respeto para sí mientras no lo demuestra para otros, es caprichosa e inaceptable: un mito no puede pretender desmitificar otros mitos.
En la atmósfera de los primeros cristianos, quienes eran paganos conversos -sin llegar a judaizar- al culto al Mesías crucificado tras las prédicas del judío Pablo de Tarso, flotaba con gran arraigo un anterior anhelo que facilitaba su conversión -así como hoy se puede observar la gran facilidad con que muchas personas sencillas caen seducidas por la prédica de alguna secta o religión, llenando toda iglesia nueva que se construya, encontrando la razón en sus profundas necesidades- de forma que no era el único factor, la contundencia de la propaganda de Pablo. Con respecto al primer documento que la tradición cristiana considera escrito, la carta a los Tesalonicenses (redactada entre el 50/52) en la que Pablo trata de tranquilizar a unos gentiles recientemente conversos y agobiados porque ya algunos de ellos habían muerto sin que puedan presenciar “el triunfal retorno del Mesías”, Eugenio Gómez Segura (licenciado en filología Univ. P. De La Rioja ) explica brevemente: “...unos griegos acostumbrados a escuchar relatos sobre resucitados y ansiosos como muchos otros, de mejorar su espiritualidad y encontrar una solución que conllevara una suerte de justicia a la ineludible amenaza del último límite, requerían noticias claras a su predicador al respecto de la vida post mortem...”
Estaba muy arraigada por ejemplo la historia de la resurrección de Alcestis, quien por haber dado la vida por su esposo, fue recompensada regresando del Hades, para maravilla de los griegos. O la de Glauco, el hijo de Minos, al que fue a ver en su tumba Poliido el famoso adivino, quien frotó el cuerpo con hierbas secretas para traerlo de regreso. O las muchas milagrosas resurrecciones que llevó a cabo Asclepio (en Roma Esculapio), hijo de una mortal y del Dios Apolo, quien la embarazó bajo la forma de un cisne. Aunque este gran médico Salvador fue muerto por Zeus, ya que el Dios consideraba que la diferencia entre los Dioses y los hombres radica en la inmortalidad y no debe verse amenazada. O mejor, las antiquísimas celebraciones anuales de la resurrección del pastor Adonis, con una primera jornada en la que se celebraba su reunión con Afrodita en el Hades, el segundo día era de luto por la muerte del buen pastor y el tercero se celebraba su gloriosa resurrección. Una celebración muy anterior al cristianismo; la versión mencionada es sólo la forma que llegó hasta los griegos, pero tuvo variantes a lo largo de dos mil años. En la Torá o Antiguo Testamento cristiano, la misma divinidad aparece bajo el nombre de Tamuz. Sin mencionar los caracteres como Salvador de almas, Redentor y resucitado, de otra figura: Orpheos Bakkikós o Dioniso.
Otra cosa importante a tener en cuenta, para comprender la asimilación de la creencia cristiana de que la resurrección se dio al tercer día, es que no sólo estaba en el imaginario griego: sino que los judíos, en el exilio en Babilonia, ya habían asimilado no sólo el monoteísmo de Zoroastro para luego aplicarlo al que hasta ese momento era la principal divinidad en su panteón anteriormente politeísta; sino también: "la creencia en la resurrección futura de los muertos, tal como Zoroastro la había definido. Y según esa tradición, el alma no abandonaba definitivamente el cadáver hasta tres días después de la muerte aparente. Por cierto que esa doctrina la asimiló el islamismo popular. Según el Talmud de Jerusalén, «el alma permanece tres días junto al cadáver, intentando entrar de nuevo en él. Y no se aleja definitivamente hasta que el aspecto del cuerpo empieza a modificarse» pues, la descomposición en sus inicios es lo que arroja definitivamente al alma lejos de su envoltura primitiva" (Robert Ambelain).
Así, los mitos se asimilan unos sobre otros, las historias orales se transmiten haciéndose pintorescas, los personajes reales son idealizados, transformados y divinizados, las apoteosis (reuniones con la Divinidad tras la partida de los césares) son también asimiladas y aplicadas a otros personajes como Jesús; las historias se convierten en arquetipos de gran vitalidad y vigencia porque las necesidades humanas son siempre las mismas; en su esencia, esos anhelos no tienen mayores variantes en el tiempo: sólo se olvidan sus anteriores formas de expresión.







domingo, 12 de abril de 2020

¿Y SI JESUCRISTO NO EXISTIÓ?

Manuel Paz y Miño, Filósofo, Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Correo-e: mapymc@yahoo.com


Desde el siglo xviii, con el francés Dupuis, apareció la teoría que Jesús no existió, que es un personaje mítico, o a lo más de novela.
Como diría el autor de la 1ra. Carta a los Corintios, cap. 15, verso 14: “y si Cristo no resucitó, el mensaje que predicamos no vale para nada, ni tampoco vale para nada la fe que ustedes tienen”. Pero la historia del cristianismo nos muestra que, a pesar de los excesos, abusos, discriminaciones, persecuciones, torturas, crímenes y hasta masacres--contra otros y entre ellos mismos--, por parte de los cristianos con gran poder político y económico, ha habido toda serie de aspectos positivos paralelamente. No solo el cristianismo realmente existente ha hecho grandes aportes en cualquiera de las artes creando maravillosas obras—de literatura, música, escultura, arquitectura, pintura, danza—sino también ha pregonado los grandes ideales de igualdad y búsqueda de la verdad y la justicia.
Así como siempre ha existido más de un cristianismo desde sus inicios –gnóstico, católico, arriano, ortodoxo, etc.—y en su desarrollo posterior-- cátaro, valdense, evangélico, adventista, testigos de Jehová, mormón, etc.--, en toda organización humana y, por ende, religiosa, hay matices que la muestran a veces retrógrada, y otras, progresista.
Recordemos que en el siglo xvi, casi inmediatamente después de la conquista española, con el uso de la espada y la cruz, de las culturas autóctonas del continente que llamaron América, se dio un debate sobre si los habitantes de estas tierras eran o no seres humanos. Unos, encabezados por el sacerdote católico, filósofo, jurista e historiador Juan Ginés de Sepúlveda, defendían la guerra contra los mal llamados indios, a quienes consideraba bárbaros y apenas humanos, en oposición a otros, liderados por el fraile dominico Bartolomé de las Casas, que defendían la idea de una colonización pacífica y denunció ante el rey español las crueldades que se hacían en nombre de Dios (¡pero a la vez estaba a favor de la esclavitud de los africanos!).
También recordemos en el pasado siglo xx la figura del pastor bautista Martin Luther King quien luchó hasta con su vida por los derechos civiles de los afro-estadounidenses.
Y así los miles y miles de hombres y mujeres que, siguiendo los preceptos del Jesús de los Evangelios (sean quien sean sus autores) han ayudado a su prójimo en lo que han podido y con lo que han tenido (aparte de muchos de sus líderes, vividores y explotadores de la feligresía).
Así que, si Jesucristo no es sólo más que un cuento, las repercusiones de sus palabras y enseñanzas altruistas (perdón al enemigo, amor al prójimo) puestas en la práctica social en todas partes del mundo y expresadas maravillosamente en muchas de las grandes obras de arte han dado algo más de humanidad a nuestra especie.





EL PROCESO CONTRA JESÚS

Reflexiones de un abogado ateo

Ricardo Alonso Zavala Toia, Abogado, Universidad Nacional de San Agustín.
Correo-e: zavalaricardo@hotmail.com

Cristo ante Pilatos, Mihály Munkácsy, 1881

De acuerdo a los relatos de los Evangelios, contra Jesús se habrían seguido por lo menos dos procesos: uno frente al sumo sacerdote, los maestros de la Ley y las autoridades judías; y un segundo proceso frente a Pilatos. Si a esto agregamos la tesis del Evangelio de Lucas (Lucas 23, 6-12) en el sentido que también se siguió otro proceso frente a Herodes, tendríamos tres procesos contra la misma persona por los mismos cargos

El relato de los Evangelios resulta inverosímil, por lo siguiente:

1. Nadie, de acuerdo a la ley judía y la romana, podía ser sometido a más de un proceso.

2. De acuerdo al relato de los Sinópticos, el proceso ante los judíos se produjo en la casa del sumo sacerdote. Esta parte del relato es absolutamente falsa porque la ley judía no admitía que un proceso, por su carácter público, pudiera llevarse a cabo en una casa particular.

3. Porque la ley judía, ni ninguna otra, admitía la posibilidad que un proceso se desarrollara de noche.

4. Porque además era la noche de Pascua, y de acuerdo a las leyes y costumbres judías, estaba absolutamente prohibida la posibilidad de cualquier tipo de actividad pública.

5. Por otro lado, la ley judía no admitía la pena de crucifixión. Lo máximo que podrían haber hecho, en este primer proceso, es apedrearlo por disidencia religiosa.

6. No hubo proceso formal alguno en contra de Jesús. Por más que la Iglesia quiera sugerir que los romanos eran “paganos”, nadie duda que allí imperaba la Lex Romana, esto es, el sistema legal más perfecto de la época, cuyo modelo es todavía seguido por la mayor parte de legislaciones del mundo civilizado. Esto quiere decir que no se podía simplemente llevar a Jesús frente a Pilatos, y sin mediar ninguna formalidad o garantía procesal, condenarlo a la pena de muerte por crucifixión.

7. Rabbi Wise, un eminente estudioso del siglo XIX, se dio el trabajo de examinar los legajos de todos los expedientes o casos tramitados en lo que fue la Corte de Pilatos y no encontró palabra ni rastro alguno respecto a que alguna vez se hubiera celebrado un proceso contra un individuo llamado Jesús que terminó con una sentencia condenatoria con la pena de crucifixión (Graham Lloyd, Deceptions and Myths of the Bible. A Citadel Press Book, Carol Publishing Edition, 1999, USA).

8. Consecuentemente sólo queda la posibilidad que a Jesús se le hubiera seguido un proceso formal por un delito que acarreara la pena de muerte. De acuerdo a la Ley Romana la crucifixión era una pena que se aplicaba para un crimen político, como la sedición, que nunca fue contemplado ni aplicado.

9. No existe fuente independiente alguna que pruebe que dicho proceso o procesos se dieron en la realidad, pues nunca se dejó constancia de los mismos en ningún tipo de registro, acto o documento alguno. Los Evangelios, por tratarse de prueba elaborada por la parte interesada, carecen de valor probatorio.

10. Finalmente, para darle mayor emoción al drama, los Evangelios dicen que era común que en la Pascua se ordenara la libertad de algún condenado. Esto es falso, jamás existió en el Imperio Romano semejante costumbre. Cabe agregare que Barrabas deriva de Bar Abba, que en hebreo quiere decir “hijo de Dios”, lo cual le da al asunto un tufo de falsedad

Si es muy claro que el énfasis que demuestran los Evangelios para subrayar la participación judía en la muerte de Jesús, fue concebido y agregado, entre otras razones, para justificar a lo largo de los siglos la persecución y holocausto del pueblo judío (Véase Tomson, Peter J., Presumed Guilty, How the Jews were blamed for the death of Jesus, Fortress Press, Minneapolis, USA, 2005).

En mi concepto, el relato de los Evangelios no es más que un plagio mal hecho de una obra teatral,  similar a las que se escenificaban todos los días en los anfiteatros de la antigüedad, y sospechosamente parecido a las obras de teatro que escenificaron las llamadas religiones mistéricas para enseñar a sus iniciados. En el Museo Británico de Londres, existe una tableta que contiene un drama referido al dios Bel, también conocido como Baal por los hebreos, cuyo resumen es el siguiente:

Acto 1. Bel es tomado prisionero:

De entre los actores del drama, el que representa a Bel fue arrestado por soldados y sacado fuera del escenario.

Acto 2. Bel es ajusticiado en la Corte de Justicia:

Aquí tenemos una audiencia en un tribunal. Había un Juez y testigos que dan su testimonio a favor y en contra de la víctima, el mismo que -no obstante ser encontrado inocente- es sentenciado a muerte.

Acto 3. Bel es humillado:

En esta escena Bel es abusado y humillado por la multitud. Como el profeta Isaías luego dijo: ´Despreciado por los hombres y marginado, hombre de dolores y familiarizado con el sufrimiento, uno de aquellos a los que se les vuelve la cara, no contaba para nada y no hemos hecho caso de él´.

Acto 4. Bel es llevado a la Montaña:

El actor que representa a Bel fue llevado con guardias a lo alto de un monte en el cual había un bosque sagrado.

Acto 5. Con Bel son llevados dos malhechores, uno de los cuales es liberado:

En esta escena dos criminales son ajusticiados. Uno es encontrado culpable y el otro inocente. El malhechor es sentenciado a muerte, y el inocente es liberado. La muerte del dios no se escenificó en el anfiteatro. ´Esto puede ser (dice Findlay) porque esto tuvo lugar en un monte en el cual fue colgado de uno de los árboles en el bosque sagrado, o crucificado o sacrificado en un altar, por lo que no podía ser escenificado en el escenario. Ahora el teatro está vacío y todos han subido a lo alto del monte para atestiguar la escena de muerte… después de la escena de la muerte la gente regresa al anfiteatro”. (Findlay, Psychic Stream, pág. 227)

Acto 6. Después que Bel se fue al monte, la ciudad se rompe en un tumulto:

En esta escena una multitud aparece en el escenario representando el tumulto ocasionado por la muerte de Bel.

Acto 7. Las ropas de Bel le son extraídas:

El cadáver de Bel retornó del Monte, fue desnudado y se le prepara para el entierro.

Acto 8. Bel baja dentro del Monte y desaparece de la vida:

A un costado del monte cercano al escenario había una tumba en la cual el cadáver de Bel es enterrado.

Acto 9. Mujeres en llanto buscan a Bel en la tumba:

Esta escena ha sido bien explicada por Findlay de la siguiente forma: ´Las creencias sobre Bel incluían la creencia que fue visto después de muerto en su cuerpo etéreo. Muy posiblemente fue visto por primera vez por una mujer, ya que las mujeres son, y siempre lo han sido, más clarividentes que los hombres… Entonces viene la escena final, representando todo para lo que este despliegue ha sido hecho”. (Findlay, Psychic Stream, págs. 229-230)

Acto 10. Bel resucita:

Una piedra cubre la tumba de Bel. En esta escena final del drama, la piedra es rodada y Bel sale de la tumba con vestimenta funeraria. Como Findlay ha puntualizado: ´Conforme él emerge de la tumba la audiencia se pone de pie y estalla en un frenesí hasta que todos quedan roncos. El gran drama ha llegado a su clímax. Su dios ha reaparecido para probarles que la muerte ha sido conquistada, y que él ha logrado para todos la vida eterna… Este extraordinario servicio religioso nunca fue olvidado. Fue copiado por los griegos y todavía es escenificado en memoria de Cristo. (Findlay, Psychic Stream, pág. 230)

¿Más evidencias?

 Ilo, 10 de abril del 2020





UNA TRAGEDIA JUDÍA

Omar Hermoza Delgado, artista plástico y autor independiente.
Correo-e: omardelgadopinturas@gmail.com

Cabeza de Jesús, hecha en vida”
de Rembrandt, 1650.

Nota:  Esta breve narración está basada en trabajos académicos de investigación histórica sobre el cristianismo primitivo, principalmente los realizados por Antonio Piñero, uno de los más prestigiosos expertos en el tema.

"...Y el que no tenga espada, que venda su manto para comprarse una..." Lucas, 22: 36.

Amanecía Jerusalén con el habitual ruido de las moliendas de grano, estaba repleta de peregrinos; se preparaba para recibir la Pascua. Esa mañana fue muy inquieta: entre los locales corría la noticia -imprecisa en un inicio- de una nueva redada romana, con algunos patriotas capturados. Cada vez que recibían una noticia como aquélla, la moral del pueblo se veía muy afectada y crecía la exigencia por ver realizadas sus creencias...

Pronto se supo que un hábil sanador y muy carismático líder de una agrupación de convencidos del inminente final de los tiempos -y de la restauración de Israel con el triunfo del dios judío sobre los romanos- entre cuyos seguidores se encontraban algunos revoltosos, había sido capturado la noche anterior junto con dos zelotas; el resto del grupo, había logrado escapar.

En los calabozos de la fortaleza Antonia -construida en honor al célebre amante de Cleopatra y general de Julio César- los nuevos capturados esperaban su condena mortal en una Crux compacta; y se esperaba el juicio del líder. Fue presentado al inflexible prefecto Poncio Pilato -que era ése su cargo y no el de procurador o cónsul como sostiene la tradición, corregida por el descubrimiento en 1961 de una inscripción en Cesárea Marítima, la conocida Piedra de Pilato-.

Pero tanto para Poncio como para la mayoría de romanos y griegos, aquel líder judío, cuya imagen idealizada, reinterpretada, mitologizada y divinizada tras su muerte y que resulta muy amada por las generaciones posteriores, era en ese momento la de un perfecto desconocido; principalmente porque se trataba de un predicador judío itinerante que anunciaba "la próxima llegada del reino" por polvorientas provincias sin visitantes extranjeros y no en ciudades importantes y cosmopolitas; por tanto, no se puede esperar que existan sólidas fuentes extracristianas o no judías; exceptuando el caso del Testimonium Flavianum o el de Tácito, sin embargo varias décadas posteriores.

Poncio Pilato, tras haber superado el problema de los estandartes, se vio en la necesidad de echar mano del tesoro del Templo para la construcción de un acueducto, lo cual provocó la indignación del pueblo, ante cuyas protestas esta vez no cedió: fueron contundentemente apagadas a palazos por la soldadesca, cobrándose numerosas víctimas. Ahora le tocaba juzgar a un hombre cuyo discurso consideró peligroso: la llegada del "Reino" con "huestes de ángeles", incluía la expulsión y el triunfo sobre Roma.

“El día de Yahvé ha llegado…” podemos imaginar que la noche anterior, animaba en arameo a los suyos rumbo al monte, con el convencimiento de que la "profecía" de Zacarías, en la que Yahvé plantaría los pies sobre el monte de los Olivos, desde donde iba a dirigir la lucha contra las naciones; contra los demonios y sus aliados, los enemigos del "pueblo elegido", tenía ya que cumplirse.

"Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre..." (Mt. 26:29). Si bien, un tiempo atrás decía no saber cuándo iba a ser el día, es posible que al final tuvo "una visión" y quedó completamente convencido de que había llegado el momento; lo cual no era novedad entre las varias figuras mesiánicas.

"Mira Señor, aquí hay dos espadas. El les respondió: iBasta ya!" (Lc. 22: 38). "¿Acaso no piensan que puedo orar a mi padre ahora, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?" (Mt. 26, 53).
Contrario a lo que muchos piensan, no era un rebelde “que se oponía al sistema injusto y enseñaba a vivir una vida ideal...”; tampoco era un rebelde en tanto líder zelota. Pero pertenecía a la rama de los apocalípticos "pasivos", quienes creían que se debe estar preparado, esperando la señal del cielo y recién luchar "junto con los ángeles".

El inesperado arresto no lo doblegó. Durante el duro interrogatorio, demostraba el convencimiento de sus creencias: "Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo" (Mr. 14:62).

Luego de crueles castigos y tras la rápida sentencia de Pilato, quien sin dudar dictó pena de muerte por los crímenes de lesa majestad y sedición, salió la fatal comitiva. Los gritos y súplicas de las mujeres que lo conocieron no inmutaban a los profesionales romanos; sólo ellas lo siguieron hasta el final, llorando detrás de los diestros soldados sin poder hacer nada, presenciando una tragedia cuyo espectáculo desesperante y sangriento no era infrecuente desde hacía varias décadas; ante cada ejecución, ante cada desengaño de alguna figura mesiánica -que se registraron alrededor de diez incluido Jeshúa, entre la muerte de Herodes y la destrucción de Jerusalén del año 70-  sentían que Yahvé les había abandonado.

Los soldados colocaron el Patíbulum sobre la más alta de tres Stipes, que eran las partes que ensamblan con el condenado, completamente desnudo a la Crux compacta; soportando además las injurias y reclamos de dos de sus seguidores ya desengañados del mesías, dos judíos belicosos crucificados a sus costados, haciéndolo responsable de su desgracia.

"Eli, Eli, ¿Lama sabactani?"

(Dios mío, ¿Porqué me has abandonado?) exclamaba luchando por respirar y mantenerse consciente, esperando tristemente, que tal vez aún podrían llegar los refuerzos desde un cielo soleado y seco.

Unas horas después de fallecido, los esbirros de los judíos lo descolgaron y lo llevaron a una fosa común en las afueras de la ciudad; donde se enterraba a muchas personas pobres que morían en las fiestas y sobretodo a los ajusticiados; ante la llegada de la Pascua, la ciudad no se debía "impurificar" -siguiendo sus inflexibles leyes- resulta imposible que lo embalsamaran y enterraran magníficamente con muchos kilos de áloe y mirra; esta última tradición de los evangelios es claramente una idealización, dirigida a exaltar a un Cristo ya divinizado, cuyos textos varias décadas posteriores pertenecen a una etapa en que la teología paulina estaba ya muy evolucionada.

En cambio la versión más probable es una más temprana: la que se entiende a partir de Hechos de los apóstoles; por otro lado, se tiene en cuenta que como condenado por la justicia romana, no se esperaba otra cosa que una fosa común.

Naturalmente, no podría existir una "resurrección", no más que en los corazones de muchas personas cuya visión se puede respetar en tanto sus sentimientos, pero es una concepción que la historia no puede avalar, como sucede con todo lo legendario.






JESÚS: ¿EXISTIÓ O NO?

Manuel Paz y Miño, Lic. en Filosofía por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Correo-e: mapymc@yahoo.com

'Salvator Mundi' de Leonardo Da Vinci, 1500

Según la película estrenada en el 2006 El Código Da Vinci —basada en la novela del mismo nombre de Dan Brown— se plantea, como ya sabemos, que el fundador del cristianismo tuvo progenie, y en el documental La cueva de la tumba de Jesús —producido por James Cameron—  se dice que se lo sepultó en Talpiot, Israel, junto a su esposa María e hijo Judas. Si se pudiera demostrar la certeza de ambas hipótesis controversiales, se probaría que Jesucristo existió como un hombre mortal real y que no fue un ser mitológico producto de la tradición, el apóstol Pablo y la religión organizada. Pero eso, evidentemente, llevaría a la paradoja de que murió pero no resucitó y que era tan “hijo de Dios” como cualquier otro ser humano. Y de esa forma se vendrían abajo los cimientos de la cristiandad.
La crítica a la presentación sobrenaturalista, que sólo los creyentes pueden aceptar por fe, de Cristo Jesús[1] (su concepción virginal y hazañas milagrosas), o de cualesquier otros fundadores de religiones extintas o sobrevivientes, no es nueva como recordaremos. Pero lo que hizo El Código Da Vinci –tanto el libro como la película– es algo que no se ha hecho antes: divulgar de modo exitoso y a nivel mundial su presentación como un ser humano de carne y hueso, capaz de casarse y tener hijos (eso ya lo habían dicho muchísimo antes los evangelios apócrifos y además el escritor griego Nikos Kasanzakis en su novela La última tentación de Cristo que también fue llevada a la pantalla grande en 1988).
Ciertamente El Código Da Vinci, como aducen sus críticos, es una obra ficticia que contiene de hecho algunos datos errados –como la espuria sociedad secreta del Priorato de Sión– cuya calidad literaria es cuestionable –incluso el mismo Vargas Llosa la puso en entredicho. Pero ningún creyente ha podido demostrar hasta hoy que cualesquiera de sus llamados libros sagrados sean de origen divino y no simplemente relatos producidos por la sabiduría y la imaginación populares entremezcladas, en el mejor de los casos, con la realidad.
Por su parte, Simcha Jacovici, codirector del  reportaje sobre la tumba de Jesús, en 2002 había aducido en otro documental[2] haber encontrado el osario con los restos de Jacobo, uno de sus hermanos, gracias a una inscripción que finalmente resultó espuria (en 2001 también se estrenó la película El Cuerpo donde se descubre los posibles restos de Cristo pero que al final son destruidos).
Como es sabido, ya desde la antigüedad se discutía si Jesús era Dios mismo, su hijo o sólo un hombre –Arrio creía que no era Dios pero sí su hijo como los actuales testigos de Jehová. Desde sus orígenes se puso en duda al cristianismo, el origen sobrenatural y los milagros de Jesús –el filósofo platónico Celso cuestionó[3] que los cristianos den más preponderancia a la fe que a la razón, la resurrección y milagros de su mesías, consideraba, como el  Talmud, que era un mago– e incluso su misma existencia  –contemporáneamente lo hicieron, por ejemplo, los teólogos alemanes Bruno Bauer y David Strauss en el siglo XIX y el germanista británico George Wells a fines del XX.
También en la época antigua se creía que muchos héroes y seres (semi)divinos fueron concebidos sobrenaturalmente (como el hindú Buda, el persa Zoroastro), curaban enfermedades o resucitaban muertos (el dios griego de la medicina Asclepio o Esculapio para los romanos), obraban portentos (el dios egipcio Sobek podía caminar sobre el agua y convertirla en vino) e incluso visitaban el infierno o lugar de los muertos (el semidios Hércules).
Es interesante el caso de alguien que fue casi un colega rival de Jesús: Apolonio de Tiana (Asia Menor), quien murió por el 78 e.c. Apolonio, siendo joven, fue a estudiar a la ciudad de Tarso, donde se hizo pitagórico y así renunció a la carne, el vino, el matrimonio y a su herencia, llegando a vivir como monje pobre, vagando por las ciudades mediterráneas. Ordenó a sus seguidores a no dañar a ningún ser vivo y escapar del odio y los celos. Ellos decían que era hijo de Dios, que podía atravesar las puertas, sanar enfermos, expulsar demonios y  resucitar a los muertos (milagros similares a los atribuidos a Jesús). Fue a Roma a responder por los cargos de brujería y sedición ante el emperador Domiciano que lo encarceló hasta que escapó. Los discípulos de Apolonio afirmaron que se les apareció después de morir y que su cuerpo subió al cielo (como Jesús).
Así que la hipótesis del  origen mitológico de Jesús[4] no es tan infundada como muchos, creyentes o no, podrían aducir.
Sin embargo, a pesar del avance científico-tecnológico de nuestra época siguen apareciendo autodenominados dioses o hijos de los dioses con muchos seguidores que les creen e incluso matan –como en el pasado– si se les ofende o cuestiona su divinidad. Por ejemplo, por todo el mundo hay quienes se han proclamado la segunda encarnación de Jesucristo, como el venezolano Luis Miranda, el chileno Luis Antonio Soto Romero o el peruano Ezequiel Ataucusi, o simplemente  una encarnación de Dios, como el hindú Satya Sai Baba.
Satyanarayana Raju, que es el nombre original de Sai Baba, nació en 1926, y sus devotos creen que (supuestamente) hace aparecer relojes, anillos, collares y monedas con sólo girar su mano, o que convierte piedras, joyas y agua en dulces, flores y petróleo. Aunque dicen que además puede sanar enfermos con ceniza, hacer operaciones quirúrgicas mentalmente e incluso resucitar muertos, no pudo salvar de morir a su cuñado de hidrofobia ni rehusó recibir tratamiento médico por la fractura de su pierna y el desgarro de su apéndice. Pero a diferencia de Jesús o Buda, según cuentan los relatos “sagrados” de las religiones respectivas que originaron, Sai Baba vive en medio de lujo y comodidades, como un Mercedes Benz, donados mayormente por sus seguidores occidentales.
Ahora, volviendo al caso de Jesucristo, si él realmente existió como ser de carne y hueso y no como invención literaria, su vida y muerte no necesariamente fueron sobrenaturales como han creído y creen los cristianos –sean católicos, protestantes, orientales, etc. Una cosa es creer y otra saber. La creencia no es prueba, al contrario la fe es “la certeza de cosas que no se ven”, dice el mismo Nuevo Testamento.
Las afirmaciones y testimonios de los creyentes pueden estar sinceramente equivocados, cuando no son fraguados. Esto es, las hazañas milagrosas pueden ser fraudes producidos por trucos de prestidigitación (en la actualidad los vemos en los magos profesionales); las sanaciones por fe pueden ser curaciones espontáneas o aparentes provocadas por la sugestión y el efecto placebo, o inducidas por el conocimiento de la medicina tradicional. Pero en general, los casos milagrosos son exagerados a través de relatos fantásticos, transmitidos de generación en generación, basados en la interpretación o invención de sus autores u originadores y, dadas ciertas circunstancias políticas, esparcidas a punta de espada.
Así que, mucho cuidado con lo que se afirma de los llamados dioses o hijos de los dioses encarnados en cuerpos de seres humanos –así como de similares profetas, siervos y enviados de los dioses del más allá. Muy probablemente sean simples seres humanos mortales, seres del más acá, incluso no más sabios que nosotros (como lo creen y afirman ciertas personas, una minoría de incrédulos, ateos, escépticos, librepensadores, racionalistas, etc.). O peor aún que todos los dioses que han adorado y siguen adorando la mayor parte de los miembros de nuestra especie son sólo productos de su portentosa y arcaica imaginación y de sus grandes necesidades y debilidades primigenias, y que, conjugadas, han creado toda gama de ideas religiosas transmitidas de generación en generación en toda época y lugar.
Ahora bien, ¿el no creer en los fenómenos o seres sobrenaturales (dioses, espíritus, animales y seres mitológicos o folklóricos, etc.) es prueba de que no existen? Si la respuesta es negativa, si no se puede demostrar su inexistencia, ¿eso llevaría necesariamente a la conclusión de que existen tales sucesos? (es decir a una falacia del argumento por la ignorancia). No, solamente probaría la gran facilidad y capacidad de muchísimas personas a través de la historia de creer en lo extraordinario o lo paranormal[5] antes que usar la razón y el cuestionamiento.

Notas
[1] La palabra española Jesús proviene del hebreo Yoshua, un nombre común en esa época y Cristo es el equivalente griego del hebreo Mesías, ambos términos también castellanizados, que en nuestro idioma significan el “Ungido” título que diversos personajes proclamaron como suyo en la Palestina antes y después del siglo I d.C. o e.c., es decir, de nuestra era común. Al ser Jesús un nombre común hubo muchísimos que lo tenían (es como el de Juan, un nombre común en el mundo hispanoparlante o su equivalente inglés John).
[2] Incluso ha hecho un tercer documental polémico: El Éxodo decodificado, donde intenta demostrar con pruebas arqueológicas y geológicas que sí se produjeron las famosas plagas de Egipto y la salida de los israelitas de ahí y su cruce extraordinario del mar –pero a pesar de explicar estos sucesos de modo natural, al final deja abierta la cuestión del origen sobrenatural de la desencadenación de los mismos.
[3] Lo hizo en su Discurso verdadero (178 d.e.c.).
[4] El documental El dios que no estuvo ahí (2000) de Brian Fleming apoya esta postura.
[5] Lo que el filósofo estadounidense Paul Kurtz llama tentación trascendental.






ORIGEN Y EVOLUCIÓN DEL CRISTIANISMO PRIMITIVO EN 15 PUNTOS


Omar Hermoza Delgado
Artista plástico y autor independiente.


ORIGEN Y EVOLUCIÓN DEL CRISTIANISMO PRIMITIVO EN 15 PUNTOS

Lo que sabemos del cristianismo llega distorsionado por la versión que por siglos fue la oficial, que no hace los distingos puntuales y muy necesarios entre historia y teología. La teología es básicamente un constructo artificial que reflexiona sobre hechos de presunta historicidad -y sobre mitos a los que se intenta buscar justificaciones filosóficas en un esfuerzo por validarlos- por un lado se precia de usar un lenguaje filosófico pero partiendo de una falacia de petición de principio, que es: el atributo de divinidad -a la griega- que le dan a un personaje histórico; un atributo que jamás habría aceptado un personaje plenamente judío como lo fue Jesús. Se trata en todo caso, de un gran edificio construido de reflexión muy posterior a lo sucedido y lo no sucedido, por lo cual carece de objetividad y aleja al receptor, el público creyente y no creyente, de un acercamiento real al tiempo original en el que se dieron los hechos y los dichos de los protagonistas, generando por su peculiar lectura -ajena al judaísmo, aunque desde el mismo también existe una corriente que pervive, de idealización del personaje y que también se aleja aunque en menor medida, de la visión histórica-; de manera que surge una gran distorsión, ante la cual por medio de hábil retórica insisten desde el cristianismo, que existe una continuación, un puente entre aquello que afirman y los hechos originales que se retrotraen a Jesús, cuando en realidad tal puente no se sostiene; ya que existe incluso tempranamente, mucho antes del lento desarrollo de la ortodoxia cristiana, en palabras del catedrático en filología y experto en cristianismo primitivo, Antonio Piñero: “un abismo insalvable entre la interpretación que hace Pablo de Tarso, quien repiensa al personaje, de aquello que originalmente representaba Jesús”-.

El sólo hecho de divinizar a una persona sobretodo después de que muere, como se acostumbraba en Grecia y Roma -y de ninguna manera en el judaísmo- representa ya una distorsión con respecto a lo que se quiera saber sobre esa persona. Y si en un discurrir natural que dura décadas y siglos se va construyendo un sistema ideológico que interpreta a esa persona, ya divinizada, nos alejamos aún más. Luego con los siglos esa versión se fortalece, adquiere poder -a partir del S. IV con la cristianización total de Roma- convirtiéndose en la única versión, y transmitió dogmáticamente la “historia” de ese personaje utilizando precisamente esa vía -no con intención premeditada de distorsionar o hacer fraude: sino porque los afectos y la inspiración místicas que participan en el proceso, tienen desde luego un resultado contrario a un intento de descripción “cronista” que logre transmitir con una mínima objetividad, los dichos y hechos sobre el personaje.

No obstante, teniendo en cuenta este problema para acercarnos a la verdad sobre el fenómeno religioso en cuestión, existe afortunadamente una línea de investigación de prestigio académico y objetivo, neutral, que nos permite discernir lo histórico de lo teológico confesional, de la versión que predomina y sostiene que su sistema de creencias constituyen una Verdad incuestionable y "revelada", cuando en realidad es en buena medida el producto de los profundos deseos de las primeras generaciones de seguidores de un judío crucificado por sedición contra Roma (visión histórica) y no por sacrificio vicario (visión teológica que interpreta a posteriori). Sus anhelos y motivaciones son, básicamente los siguientes y los resumo en 15 puntos en orden cronológico, que abarcan un complejo período lleno de cambios:

1. Deseo de reivindicación del pueblo judío ante la opresión de Roma, expresado a través de la literatura judía; ampliada y enriquecida gracias a los hallazgos de Qumrán.

2. Deseo de la venida de una figura mesiánica, que los libere de Roma e instaure un reino con Israel como luz y capital del mundo.

3. Deseo (y a la vez temor) de la llegada del juicio final, con el triunfo “sobre los enemigos de Israel”, que hacia el S. I serían los romanos; comandado por ese Mesías con la ayuda de las huestes celestiales enviadas por la divinidad judía, YHWH de los Ejércitos.

4. Deseo de ver en un carismático judío, carismático en especial entre los pobres y entre las mujeres, un trabajador de la piedra llamado Jesús, sanador, hábil predicador y estudioso autodidacta e intérprete de las escrituras judías, a ese Mesías.

5. Deseo de no aceptar su dramática derrota cuando fue crucificado por Roma, por cometer crimen de lesa majestad en medio de un peligroso y autodestructivo discurso apocalíptico antiromano.

6. Deseo de que una vez muerto, ya que lo consideraban el Mesías en vida, regrese para cumplir con su misión divina de expulsar a los romanos. Lo cual genera, aquí lo crucial:

7. Deseo de verlo nuevamente, resucitado, esperar su pronto retorno triunfal y orar para “estar bien preparados” en su llegada con un inminente apocalipsis.

8. Deseo de que el culto a su recuerdo crezca, para lo cual, tendrán que hacerlo más amistoso y menos judío, frente a los romanos; tarea emprendida inicialmente por Pablo de Tarso, cuya prédica representa una ventana abierta desde el judaísmo hacia un nuevo fenómeno religioso que se forjará debido al ingreso de paganos, por esa ventana abierta por el visionario judío. Al parecer, Pablo de Tarso habría “abierto la ventana” interpretando un anhelo de que se cumpla una profecía apocalíptica: la “promesa de YHWH a Abrahám, de ser padre de numerosos pueblos antes del fin del mundo”, tesis desarrollada en el libro Guía para entender a Pablo de Tarso, de Antonio Piñero.

9. Deseo de atraer de esa manera, a los paganos que tuvieran más simpatía hacia el judaísmo, quienes a su vez tenían una mayor religiosidad y estaban obsesionados con la idea de la salvación del alma; seguidores de los Misterios, cultos ocultistas griegos en los cuales debían purificarse durante meses y adquirir el alma una nueva dimensión, que se revelara en fusión con el arquetipo de la divinidad de un determinado templo -por ejemplo los de Atis, Isis o Eleusis-. Pablo de Tarso facilitó el ingreso de esos paganos mistéricos al culto judío hacia el mesías Jesús, eliminando principalmente el requisito judío de la circunsición.

10. Deseo de despojar a Jesús de la responsabilidad que tuvo, primero por la crucifixión de dos de sus seguidores, y principalmente por representar ser uno de los factores que sumaron en contra de su pueblo, cuando los romanos destruyeron Jerusalén aniquilando a la mayor parte de la población en la terrible hecatombe del año 70, luego de una rebelión cuyo principal móvil estuvo constituido precisamente, por las creencias apocalípticas: la convicción de “recibir la ayuda celestial”, creencias que están bien documentadas. Se deduce del texto de Flavio Josefo, que esa responsabilidad de Jesús, compartida con otras figuras mesiánicas que azuzaron a la guerra, fue un dolor de cabeza para la incipiente nueva religión debido a que se trataba de un personaje muy distinto del idealizado; provocando por esa realidad antipropagandística, que primero no citaran el texto del historiador desde el S. II y más adelante, recién en el S. IV, manos cristianas realizaran cambios a favor, en el llamado Testimonium Flavianum, cambios evidentes a los análisis filológicos.

11. Deseo de convertir a Jesús en una figura de culto más universal, quitándole el nacionalismo -un nacionalismo mal visto y considerado peligroso desspués de la guerra- con lo que dejará de ser un Mesías exclusivo judío y lo convertirán en un Salvador de almas cosmopolita entendido como lo entendía la concepción griega, con un término griego y para nada judío, que es el Christós, dando origen a la transformación del recuerdo del Jesús judío ultranacionalista en el nuevo Cristo universal, mezclando a ambas figuras en los textos, -siendo los evangelios de una fundamental teología paulina- surgiendo así el Jesucristo, una amalgama cultural judía/griega; que de haber llegado a la ancianidad y enterarse el Jesús histórico, originalmente enemigo de los paganos y de sus ideas: se habría escandalizado.

12. Deseo de olvidar o disimular la derrota y el verdadero motivo de su ejecución -crimen de lesa majestad por declararse o permitir que lo declararan “rey de los judíos” y discurso apocalíptico sedicioso contra Roma- y reemplazar la derrota por un pretendido triunfo mediante un sacrificio vicario, en donde voluntariamente redime a la humanidad; visión resultante precisamente, de la entrada “por la ventana que abrió Pablo” de concepciones griegas y principalmente mistéricas, en donde divinidades como Dioniso “mueren y resucitan para redimir y despertar el alma humana” (David Hernández de la Fuente, filólogo de la Universidad Complutense de Madrid). Jesús pasa también de ser culpable y violentista, a inocente dador de la otra mejilla; de humano y judío, a redentor de estilo mistérico griego.

13. Deseo natural de hacer triunfar a ese modo particular de interpretar y reinterpretar la figura del crucificado, (teología de Pablo de Tarso y sus seguidores) frente a otras interpretaciones que constituyeron otros cristianismos, hoy perdidos.

14. Deseos de que ese Cristo, ya divinizado, triunfe al resultar una mejor opción para la "salvación de almas" al ofrecerse gratuita, frente a la opción que ofrecían los paganos mistéricos en muy costosos y complicados cultos, que principalmente por esa razón estaban en cierto declive.

15. Deseos de sentir profundamente que esa figura divinizada, los ame; necesidades naturales de sentirse protegidos frente a las adversidades de la tiranía de Roma, de las injusticias de la vida y finalmente, de la misma muerte.

Esos deseos y profundas necesidades, constituyen y explican el origen de las creencias y motivaciones de las primeras generaciones de seguidores de Jesús, insertos en un marco cultural dinámico y bastante activo en las relaciones de Israel con el mundo grecorromano; dándose un caldo de cultivo para creencias que confluyeron y fueron evolucionando con el tiempo, gestando, principalmente después de la guerra con Roma, una religión que si bien carece de elementos originales -a pesar de su prédica- y resulta por el contrario, un ejemplo de dinámico sincretismo entre lo judío y lo pagano, resultó determinante para el desarrollo de la cultura occidental y cuya influencia continúa hasta la actualidad.

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sábado, 11 de abril de 2020

EUPRAXOFIA # 8: VIDA, PASIÓN Y MUERTE DE JESÚS, EL CRISTO

Lima, mayo-junio del 2020
La coronación de espinas (1623), óleo 
de Dirck van Baburen

CONTENIDO

¿QUIÉN FUE EL JESÚS HISTÓRICO?
Héctor Ávalos
Profesor de Estudios religiosos, Universidad Estatal de Iowa

APROXIMACIÓN AL JESÚS HISTÓRICO
A propósito de las conclusiones del libro: treinta puntos a debate
Antonio Piñero
Catedrático Emérito de Filología Griega,  Universidad Complutense de  Madrid

LOS AMIGOS DE JESÚS
Germán Ciganda
Escritor y divulgador del ateísmo y del librepensamiento racionalista

JESÚS: ¿EXISTIÓ O NO?
Manuel Paz y Miño
Filósofo, UNMSM

EL PROCESO CONTRA JESÚS
Reflexiones de un abogado ateo
Ricardo Alonso Zavala Toia
Abogado, UNSA

Omar Hermoza Delgado
Artista plástico y autor independiente

CONTRADICCIONES DEL MITO CRISTIANO DE LA RESURRECCIÓN
Ricardo Alonso Zavala Toia
Abogado, UNSA

EL MITO DE LA RESURRECCIÓN Y LA RAZÓN DE SU VIGENCIA
Omar Hermoza Delgado
Artista plástico y autor independiente

¿Y SI JESUCRISTO NO EXISTIÓ?
Manuel Paz y Miño
Director, Eupraxofía

domingo, 5 de abril de 2020

LA RELIGIÓN ES NATURAL (*)

Mujer ante el espejo, pintura de Picasso (1932)

Departamento de Psicología, Universidad de Yale, EE. UU. 

Correo-e: Paul.Bloom@yale.edu 

 

Resumen 

A pesar de su considerable interés intelectual y gran relevancia social, la religión ha sido descuidada por los psicólogos del desarrollo contemporáneos. Pero en los últimos años, ha surgido un cuerpo de investigación emergente que explora la comprensión de los niños de ciertas ideas religiosas universales. Algunos hallazgos recientes sugieren que dos aspectos fundamentales de la creencia religiosa, la creencia en agentes divinos y la creencia en el dualismo mente-cuerpo, son algo natural para los niños pequeños. Esta investigación se revisa brevemente y se discuten algunas direcciones futuras. 

 

Introducción  

Puede ser revelador leer uno de los mejores libros de texto en psicología del desarrollo --How children develop [Cómo se desarrollan los niños], por Robert Siegler, Judy Deloache y Nancy Eisenberg (2006)-- y ver lo que tiene que decir sobre las creencias y prácticas religiosas. No hay casi nada. No hay entradas en el índice para Dios, cristianismo, judaísmo, Islam, ritual, creacionismo, el más allá o creencias sobrenaturales. Hay una entrada para la muerte, pero se refiere a la mortalidad infantil, no a lo que los niños piensan sobre la muerte. La única mención del tema es la religión, los juicios sociales, y esto se refiere a una sola página que menciona el hinduismo en el contexto de “Diferencias culturales y socioeconómicas" en las normas sociales. 

Esta omisión podría deberse en parte a que los libros de texto tienden a evitar temas controvertidos. Pero mi percepción del campo es que Siegler et al. en realidad lo han hecho bien. No discuten el desarrollo de la religión porque ésta no es una preocupación importante para los psicólogos del desarrollo. Si busca en cualquiera de las principales revistas de psicología del desarrollo, como Developmental Science, encontrará poco sobre este tema, ya sea empírico o teórico. 

Lo que haré en este breve artículo es, en primer lugar, especular acerca de por qué se ha descuidado tanto la religión y luego centrarme en el pequeño volumen de trabajo que existe, mirando lo que hemos descubierto hasta ahora y lo que se debe hacer en el futuro (1). 


La religión como tabú  

La explicación más simple de por qué los psicólogos del desarrollo no tienden a estudiar religión es que el tema no es lo suficientemente interesante. Los temas a los que los científicos eligen dedicar tiempo y energía tieneque traspasar algún umbral de interés teórico o relevancia en el mundo real (o, en algunos casos afortunados, ambos). Quizás la religión no pasa la prueba. 

Esto no es plausible. Por un lado, la religión parece interesar a todos los demás. Casi todos los filósofos importantes han tenido su oportunidad con ella, y hay departamentos universitarios dedicados a su estudio (teología, estudios religiosos). Y la religión tiene una importancia obvia en nuestras vidas. Desempeña un papel central en los conflictos violentos, por ejemplo, incluidos los que están en curso. Muchos debates sociales y políticos contemporáneos (sobre el matrimonio homosexual, el aborto, la pena capital, la investigación con células madre, la enseñanza de la evolución en las escuelas, etc.) se ven dramáticamente afectados por las opiniones religiosas de la gente. Y muchas personas (quizás la mayoría de las personas) ven la religión o la espiritualidad como algo central en sus vidas (Shermer, 2003). Cualquier teoría completa de la naturaleza humana tiene que dar sentido a esto. 

Hay una razón más específica por la que los psicólogos del desarrollo deberían estar interesados en las creencias religiosas. Gran parte de la investigación sobre el desarrollo cognitivo se refiere a aspectos de la comprensión que son claramente ciertos del mundo y que se manifiestan en la información, como la forma en que los niños llegan a saber que los objetos son sólidos, que las personas tienen creencias o que los idiomas tienen sustantivos. La religión es inusual porque se trata de entidades y procesos y eventos que no son evidentes en los sentidos. Como dijo H.L. Mencken, la existencia de la religión ilustra la "estupenda capacidad para creer en lo increíble”. Por tanto, el estudio de la religión tiene el potencial de informarnos sobre aspectos de la mente en desarrollo que podrían no ser evidentes en el estudio de otros campos. 

La verdadera razón por la que los psicólogos evitan tanto la religión, creo, es que es un tema tabú (ver Dennett, 2006, para una discusión). La religión es un dominio sacrosanto. Los psicólogos del desarrollo lo evitan porque ellos mismos son sensibles al tabú o porque temen ofender a los demás. 

Esta susceptibilidad no es descabellada. Los sistemas de creencias religiosas llevan consigo suposiciones sobre sus propios orígenes, y la investigación científica corre el riesgo de probar que las suposiciones son incorrectas (Mackie, 1984). Las personas que creen en Dios, por ejemplo, pueden asumir que lo hacen debido a la intervención divina (creen en Dios porque Dios quiere que lo hagan), o porque la existencia de Dios puede inferirse de la complejidad o belleza del mundo que los rodea (creen en Dios porque esta es una inferencia racional). Estarían menos dispuestos a aceptar alternativas como que la religión surja debido a una necesidad patológica de una figura paterna (Freud) o mediante el adoctrinamiento de los poderosos como parte de una lucha de clases en curso (Marx). También podrían reaccionar negativamente a la afirmación hecha por muchos científicos cognitivos de que la creencia religiosa es un accidente evolutivo, un subproducto inesperado de los sistemas cognitivos que han evolucionado para otros propósitos. La psicología del desarrollo de las creencias religiosas corre el riesgo, entonces, de ofender a las personas-incluidos familiares, colegas y amigos, así como miembros de comités de asuntos humanos, paneles de subvenciones y comités de revisión de nombramientos. Esto podría explicar en parte por qué se ha trabajado tan poco en un tema tan interesante e importante. 

Esta situación, sin embargo, está cambiando. En gran parte como consecuencia del progreso en otras áreas, como la psicología evolutiva y la antropología cultural, existe una pequeña comunidad de científicos cognitivos que exploran las creencias religiosas utilizando el mismo tipo de teorías y métodos que se han aplicado a dominios como el lenguaje, el objeto. percepción, teoría de la mente, etc. Este trabajo ha dado lugar a algunos hallazgos bastante interesantes, que comentaré a continuación.

 

Religión e idioma 

Una vez que dejamos de lado su naturaleza tabú, la religión puede estudiarse de la misma manera que cualquier subcampo de la psicología del desarrollo. De hecho, la analogía más prometedora podría ser la adquisición del lenguaje. 

Como el lenguaje, la religión es universal. Todas las sociedades tienen al menos un idioma; todas las sociedades tienen al menos una religión. También como el lenguaje, la religión no está presente desde el nacimiento. En cambio, se desarrolla a través de la inmersión en un entorno social. El idioma o religión específicos que desarrolla un niño está determinado por la cultura en la que se cría, no por los genes o el entorno físico. 

Hay universales del lenguaje. Cada idioma tiene palabras y oraciones, así como principios de fonología, morfología y sintaxis (ver, por ejemplo, Baker, 2001; Pinker, 1994). También hay universales de religión. El antropólogo Edward Tylor propuso, en 1871, que todas las religiones incluyen la creencia en seres espirituales, en lo sobrenatural. Toda religión asume entidades como fantasmas, ángeles, espíritus ancestrales, etc. Estos a menudo tienen vidas mentales (deseos, creencias, metas), pero no tienen forma física (Boyer, 2001; Bloom, 2004). Además, la mayoría, si no todas, las religiones postulan una vida después de la muerte y la creación intencionada del universo, incluidos los humanos y otros animales. No vas a encontrar un lugar, en ninguna parte, donde tales nociones sean ajenas. 

Esto plantea, sin embargo, la cuestión de una aparente disociación con el lenguaje. Todo el mundo tiene lenguaje, pero existen adultos normales que profesan no creer en seres espirituales, en la otra vida o en el creacionismo. Los ateos se mencionan en la Biblia. ("El necio ha dicho en su corazón: No hay Dios", Salmo 14: 1) e incluso hay comunidades de ateos, pequeños enclaves en los que la mayoría de la gente no profesa creencias sobrenaturales. Si hay que creer en las encuestas, por ejemplo, la mayoría de los miembros de la Academia Nacional de Ciencias no creen en Dios (Larson y Witham, 1998). 

Podría ser, entonces, que la religión sea menos universal o menos inevitable que el lenguaje. Un punto de vista alternativo, explorado a continuación, es que la gente en todas partes tiene naturalmente algunas creencias sobrenaturales tácitas; éstas surgen en los niños independientemente de la cultura. Por ejemplo, incluso los neurocientíficos cognitivos más sofisticados podrían creer, en un nivel intuitivo, que su vida mental es algo superior y más allá de su naturaleza física (ver Bloom, 2006). 


¿Es la religión natural? 

El estudio del lenguaje provee muchos ejemplos de cómo la universalidad de no implica que es innato (cf. Pinker 1994). Todos los lenguajes tienen una palabra que se refiere las manos, por ejemplo, pero esto es probablemente porque es importante para la gente de cualquier sitio hablar sobre las manos, no a causa de una innata específica propensión a nombrar las manos. Similarmente, las creencias en dioses, en la vida después de la muerte, y así sucesivamente pueden ser universales, no porque sean innatas, sino porque tales creencias emergen en todas las sociedades, quizás como soluciones a algunos problemas que todos los grupos humanos enfrentan. Desde esta perspectiva, los aspectos universales de las creencias religiosas son invenciones culturales, creadas por adultos. Una explicación completamente enmarcada en la psicología del desarrollo sobre la aparición de la creencia religiosa, entonces, podría ser la del aprendizaje cultural. 
Hay una creciente cantidad de trabajo, entretanto, que sugiere que esto no es del todo correcto. En cambio, mientras que la cultura desempeña algún papel, algunos de los universales de la religión no son aprendidos (cfAtran 2004; Barrett 2004; Bering 2006; Boyer 2001; Bloom 2004, 2005; Evans 2000, 2001; Guthrie 1993; Kelemen 2004; Pinker 1997). Hay dos grandes hilos conductores de este argumento. 
 
1. Sentido común dualista 
No es controversial que los niños pequeños naturalmente encuentren sentido a las entidades físicas en diferentes condiciones que a las entidades psicológicas: la física intuitiva es diferente a la psicología intuitiva. La proposición explorada aquí es considerablemente fuerte. Es la idea de que pensamos en el cuerpo y el alma como distintos; implícitamente endosamos un fuerte dualismo sustancial como el defendido por los filósofos Platón o Descartes. Bajo una variante de esta explicación, nuestro dualismo es un subproducto natural del hecho de que tenemos dos distintos sistemas cognitivos, uno para tratar con objetos materiales y otro para entidades sociales. Estos sistemas tienen resultados imprevisibles. Por lo tanto, el dualismo surge como un accidente evolutivo (Bloom 2004). 
El dualismo tiene interesantes consecuencias. Si los cuerpos y las almas son concebidos como separados, se puede tener unos sin las otras. Muchas cosas, tales como sillas, vasos y árboles, son pensados como cuerpos sin almas, sin intenciones, creencias, voluntad, o consciencia. Más importante para la religión, el dualismo hace posible imaginar almas sin cuerpos. El cristianismo y el judaísmo, por ejemplo, implican un Dios que creó el universo, realiza milagros, y escucha las plegarias. Él es omnipotente y omnisciente, poseedor de infinita bondad, justicia y misericordia. Pero él no tiene, en cualquier sentido literal, un cuerpo. 
Nuestro dualismo también abre la posibilidad de que la gente pueda sobrevivir a la muerte de sus cuerpos. Las religiones proveen diferentes explicaciones sobre la fe en las almas: pueden ascender al cielo, descender al infierno, salir fuera hacia alguna suerte de mundo paralelo, u ocupar otro cuerpo, humano o animal. De hecho, la creencia de que el mundo está repleto de espíritus ancestrales, las almas de personas que han sido liberadas de sus cuerpos a través de la muerte, es común interculturalmente (Boyer 2001). 
El dualismo surge naturalmente en los niños. Cuando se les pregunta, en modos explícitos e implícitos, los niños preescolares dirán que ellos creen que el cerebro es solamente responsable de algunos aspectos de la vida mental, típicamente aquellos que implican pensamientos deliberados, tales como resolver problemas matemáticos. Pero el cerebro no es esencial para actividades tales como pretender ser un canguro, amar al hermano, o cepillar los dientes (Gottfried, Gelman & Schultz 1999; Johnson 1990; Lillard 1996). Esto es hecho por la gente, no por sus cerebros. 
La más dramática demostración de dualismo infantil concierne al desarrollo de las creencias sobre la vida después de la muerte. Bering y Bjorklund (2004) contaron a niños de diferentes edades la historia sobre un ratón que muere, y les preguntaron sobre la persistencia de ciertas propiedades. Cuando se les preguntó sobre las propiedades biológicas del ratón, los niños apreciaron los efectos de la muerte, incluyendo que el cerebro ya no funcionaba. Pero cuando se les preguntó sobre las propiedades psicológicas, muchos de los niños dijeron que éstas podrían continuar –el ratón muerto podía tener hambre, pensamientos o deseos. El cuerpo había muerto, pero el alma sobrevive. Y los niños creen esto más que los adultos, sugiriendo que mientras tenemos que aprender el tipo específico de creencia en la vida después de la muerte de nuestra cultura (cielo, reencarnación, mundo espiritual, etc.), la noción de que la consciencia es separable del cuerpo no es del todo aprendida; viene libremente. 
Una de las primeras cosas que un estudiante aprende en una introducción a la psicología es que el dualismo sustancial está errado. Es virtualmente asumido por todo científico que la vida mental es el producto del cerebro (aunque hay poco consenso sobre cómo ocurre esto). Aquí, como en otros dominios, el sentido común –el cual es reforzado por la religión– choca con la ciencia. 
 
2. Sobre-atribución de agencia y diseño 
Tenemos lo que Boyer (2001) ha llamado una «hipertrofia de la cognición social»: la voluntad de atribuir estados psicológicos, incluyendo agencia y diseño, aun cuando es inapropiado hacerlo. 
La clásica demostración aquí es la de Heider & Simmel (1944), quienes elaboraron un video sencillo en el cual unas figuras geométricas –círculos, cuadrados, triángulos– se mueven en ciertos modos sistemáticos, diseñados, basados en intuiciones de los psicólogos, para formar un relato. Cuando fue mostrado este video, la gente instintivamente describió las figuras como si ellas fueran personas específicas (matones, víctimas, héroes) que tenían metas y deseos, y reproducían muy bien la historia que los psicólogos habían tratado de contar. Investigaciones adicionales encontraron que no se necesitan formas específicas –se puede conseguir el mismo efecto con puntos móviles, como también con videos donde los «actores» no son objetos individuales, sino grupos en movimiento, tales como enjambres de diminutos cuadrados (Bloom & Veres 1999). 
El antropólogo Stewart Guthrie (1993) fue el primer científico moderno en notar la importancia de esta tendencia como una explicación del pensamiento religioso. En su libro, Faces in the clouds [Rostros en las nubes], Guthrie presenta anécdotas y experimentos mostrando que la gente atribuye características humanas a un notable rango de entidades reales; su lista incluye: aeroplanos, automóviles, bolsas, campanas, bicicletas, botes, botellas, edificios, ciudades, nubes, ropa, terremotos, fuego, niebla, comida, basura, sombreros, huracanes, insectos, cerraduras, hojas, la luna, montañas, papel, lápices, plantas, cerámica, lluvia, el sol, ríos, rocas, sirenas, espadas, herramientas, juguetes, trenes, árboles, volcanes, agua, y viento. Somos hipersensibles a los signos de agencia humana, tanto que vemos intención allí donde todo lo que realmente existe es artificio o accidente. Como Guthrie dijo: «La ropa no tiene emperador». Esta capacidad para atribuir agencia basada en señales mínimas no es un logro de desarrollo tardío. Uno puede conseguir los mismos tipos de atribuciones intencionales aún en bebés (Csibra et al. 2003; Scholl & Tremoulet 2000). 
Tenemos un similar sesgo para atribuir agencia cuando vemos una estructura no aleatoria. Este es el impulso para el argumento del diseño –la intuición que el diseño que es aparente en el mundo natural y biológico es la evidencia de un diseñador. En una reciente encuesta en Estados Unidos (julio 2005), 42% de los entrevistados dijeron que ellos creían que los humanos y otros animales existen en su presente forma desde los inicios del tiempo, y la mayoría restante dijo que la evolución ocurrió, pero fue guiada por Dios. Aún entre la minoría de aquellos que aseguraban endosar la evolución darwiniana, muchos la distorsionaban de un modo u otro, a menudo viéndola como una misteriosa fuerza interna que guía a las especies hacia la perfección. La selección natural es como la mecánica cuántica, entonces; podemos intelectualmente comprenderla, con considerable esfuerzo, pero nunca nos hará sentir bien. Cuando vemos estructuras complejas, las vemos como el producto de creencias y metas y deseos. Consideramos el mundo natural con nuestro modo social de entendimiento, y es difícil darle sentido en cualquier otra forma. Nuestro presentimiento que el diseño requiere un diseñador no es un secreto, y es entendiblemente explotado por quienes argumentan contra la selección natural, tal como Michael Behe (2005), quien en un artículo de opinión en el New York Times escribió, «La fuerte apariencia de diseño permite un argumento muy simple: si parece, camina y suena como un pato, entonces, en ausencia de evidencia convincente de lo contrario, tenemos garantías para concluir que es un pato». 
Uno de los más interesantes descubrimientos en la psicología del desarrollo de la religión es que este sesgo hacia el creacionismo parece ser cognitivamente natural. A los cuatro años de edad se insiste en que todo tiene un propósito, incluyendo cosas como los leones («para ir al zoo») y las nubes («para que llueva»). Cuando se pregunta por qué un manojo de rocas es puntiagudo, los adultos prefieren una explicación física, mientras los niños escogen respuestas funcionales, tal como «de modo que los animales puedan rascarse en ellas cuando tengan picazón». Basada en tales hallazgos, Kelemen ha propuesto que los niños son propensos a la «promiscuidad teleológica» –ellos tienden, más que los adultos, a ver el mundo en términos de diseño y propósito (Kelemen 2004). Otra investigación encuentra que cuando los niños son directamente cuestionados sobre el origen de los animales y la gente, ellos tienden a preferir explicaciones que impliquen un creador intencional, aún si los adultos que los criaron no (Evans 2000, 2001). 
 
Nota  

(1) La discusión que sigue se limitará a la cuestión de los orígenes del desarrollo de las creencias religiosas, dejando de lado el tema muy interesante de los orígenes del ritual religioso (ver, por ejemplo, Boyer & Lienard, en prensa). 

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(*) Artículo publicado, originalmente en inglés, como «Religion is natural» por Paul Bloom en Developmental Science 10:1 [2007], pp. 148–150. Versión parcial en español por Antonio Chávez: 

http://humanismonaturalistacientifico.blogspot.com/2009/08/es-la-religion-natural-por-paul-bloom.html 

y completada con el Traductor de Google, revisión por Manuel A. Paz y Miño, y publicada con el permiso del autor. 

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