domingo, 12 de abril de 2020

UNA TRAGEDIA JUDÍA

Omar Hermoza Delgado, artista plástico y autor independiente.
Correo-e: omardelgadopinturas@gmail.com

Cabeza de Jesús, hecha en vida”
de Rembrandt, 1650.

Nota:  Esta breve narración está basada en trabajos académicos de investigación histórica sobre el cristianismo primitivo, principalmente los realizados por Antonio Piñero, uno de los más prestigiosos expertos en el tema.

"...Y el que no tenga espada, que venda su manto para comprarse una..." Lucas, 22: 36.

Amanecía Jerusalén con el habitual ruido de las moliendas de grano, estaba repleta de peregrinos; se preparaba para recibir la Pascua. Esa mañana fue muy inquieta: entre los locales corría la noticia -imprecisa en un inicio- de una nueva redada romana, con algunos patriotas capturados. Cada vez que recibían una noticia como aquélla, la moral del pueblo se veía muy afectada y crecía la exigencia por ver realizadas sus creencias...

Pronto se supo que un hábil sanador y muy carismático líder de una agrupación de convencidos del inminente final de los tiempos -y de la restauración de Israel con el triunfo del dios judío sobre los romanos- entre cuyos seguidores se encontraban algunos revoltosos, había sido capturado la noche anterior junto con dos zelotas; el resto del grupo, había logrado escapar.

En los calabozos de la fortaleza Antonia -construida en honor al célebre amante de Cleopatra y general de Julio César- los nuevos capturados esperaban su condena mortal en una Crux compacta; y se esperaba el juicio del líder. Fue presentado al inflexible prefecto Poncio Pilato -que era ése su cargo y no el de procurador o cónsul como sostiene la tradición, corregida por el descubrimiento en 1961 de una inscripción en Cesárea Marítima, la conocida Piedra de Pilato-.

Pero tanto para Poncio como para la mayoría de romanos y griegos, aquel líder judío, cuya imagen idealizada, reinterpretada, mitologizada y divinizada tras su muerte y que resulta muy amada por las generaciones posteriores, era en ese momento la de un perfecto desconocido; principalmente porque se trataba de un predicador judío itinerante que anunciaba "la próxima llegada del reino" por polvorientas provincias sin visitantes extranjeros y no en ciudades importantes y cosmopolitas; por tanto, no se puede esperar que existan sólidas fuentes extracristianas o no judías; exceptuando el caso del Testimonium Flavianum o el de Tácito, sin embargo varias décadas posteriores.

Poncio Pilato, tras haber superado el problema de los estandartes, se vio en la necesidad de echar mano del tesoro del Templo para la construcción de un acueducto, lo cual provocó la indignación del pueblo, ante cuyas protestas esta vez no cedió: fueron contundentemente apagadas a palazos por la soldadesca, cobrándose numerosas víctimas. Ahora le tocaba juzgar a un hombre cuyo discurso consideró peligroso: la llegada del "Reino" con "huestes de ángeles", incluía la expulsión y el triunfo sobre Roma.

“El día de Yahvé ha llegado…” podemos imaginar que la noche anterior, animaba en arameo a los suyos rumbo al monte, con el convencimiento de que la "profecía" de Zacarías, en la que Yahvé plantaría los pies sobre el monte de los Olivos, desde donde iba a dirigir la lucha contra las naciones; contra los demonios y sus aliados, los enemigos del "pueblo elegido", tenía ya que cumplirse.

"Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre..." (Mt. 26:29). Si bien, un tiempo atrás decía no saber cuándo iba a ser el día, es posible que al final tuvo "una visión" y quedó completamente convencido de que había llegado el momento; lo cual no era novedad entre las varias figuras mesiánicas.

"Mira Señor, aquí hay dos espadas. El les respondió: iBasta ya!" (Lc. 22: 38). "¿Acaso no piensan que puedo orar a mi padre ahora, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?" (Mt. 26, 53).
Contrario a lo que muchos piensan, no era un rebelde “que se oponía al sistema injusto y enseñaba a vivir una vida ideal...”; tampoco era un rebelde en tanto líder zelota. Pero pertenecía a la rama de los apocalípticos "pasivos", quienes creían que se debe estar preparado, esperando la señal del cielo y recién luchar "junto con los ángeles".

El inesperado arresto no lo doblegó. Durante el duro interrogatorio, demostraba el convencimiento de sus creencias: "Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo" (Mr. 14:62).

Luego de crueles castigos y tras la rápida sentencia de Pilato, quien sin dudar dictó pena de muerte por los crímenes de lesa majestad y sedición, salió la fatal comitiva. Los gritos y súplicas de las mujeres que lo conocieron no inmutaban a los profesionales romanos; sólo ellas lo siguieron hasta el final, llorando detrás de los diestros soldados sin poder hacer nada, presenciando una tragedia cuyo espectáculo desesperante y sangriento no era infrecuente desde hacía varias décadas; ante cada ejecución, ante cada desengaño de alguna figura mesiánica -que se registraron alrededor de diez incluido Jeshúa, entre la muerte de Herodes y la destrucción de Jerusalén del año 70-  sentían que Yahvé les había abandonado.

Los soldados colocaron el Patíbulum sobre la más alta de tres Stipes, que eran las partes que ensamblan con el condenado, completamente desnudo a la Crux compacta; soportando además las injurias y reclamos de dos de sus seguidores ya desengañados del mesías, dos judíos belicosos crucificados a sus costados, haciéndolo responsable de su desgracia.

"Eli, Eli, ¿Lama sabactani?"

(Dios mío, ¿Porqué me has abandonado?) exclamaba luchando por respirar y mantenerse consciente, esperando tristemente, que tal vez aún podrían llegar los refuerzos desde un cielo soleado y seco.

Unas horas después de fallecido, los esbirros de los judíos lo descolgaron y lo llevaron a una fosa común en las afueras de la ciudad; donde se enterraba a muchas personas pobres que morían en las fiestas y sobretodo a los ajusticiados; ante la llegada de la Pascua, la ciudad no se debía "impurificar" -siguiendo sus inflexibles leyes- resulta imposible que lo embalsamaran y enterraran magníficamente con muchos kilos de áloe y mirra; esta última tradición de los evangelios es claramente una idealización, dirigida a exaltar a un Cristo ya divinizado, cuyos textos varias décadas posteriores pertenecen a una etapa en que la teología paulina estaba ya muy evolucionada.

En cambio la versión más probable es una más temprana: la que se entiende a partir de Hechos de los apóstoles; por otro lado, se tiene en cuenta que como condenado por la justicia romana, no se esperaba otra cosa que una fosa común.

Naturalmente, no podría existir una "resurrección", no más que en los corazones de muchas personas cuya visión se puede respetar en tanto sus sentimientos, pero es una concepción que la historia no puede avalar, como sucede con todo lo legendario.






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