miércoles, 30 de septiembre de 2020

LA DESCREENCIA EN DIOS ES ANALÍTICA ¿O NO?

Olger Antonio Chávez Sánchez Silva, Diseñador, crítico autodidacta y autor del blog Humanismo Naturalista Científico

Correo-e: hnc.correo@gmail.com

El Pensador, por lo visto, 
no hace más pensadoras a las personas

La anterior publicación trataba sobre la relación entre el pensamiento intuitivo y la creencia en Dios. Gervais & Norenzayan (2012) reportan en Nature (abstractoartículo completo aquí) el empleo del mismo método de hacer preguntas capciosas matemáticamente, cuyas respuestas correctas correlacionan, ahora, con el grado de descreencia religiosa. Se trata de echar luz sobre la estructura cognitiva de la falta de creencias religiosas, sea el caso del individuo irreligioso, agnóstico o ateo. Hay que decir que el marco teórico es la existencia de dos sistemas diferentes, pero paralelos, de procesamiento de la información: «uno (Sistema 1) se basa en la heurística frugal que resulta en respuestas intuitivas, mientras que el otro (Sistema 2) se basa en el procesamiento analítico deliberado». Esto además incluye que el Sistema 2 pueda inhibir el flujo automático y reflectivo del Sistema 1 (de lo que se ha mostrado como responsable la sobreactivación del córtex frontal inferior izquierdo —Área de Broca: Tsujii & Watanabe 2009; mientras se ha propuesto tal región para el Sistema 1, y un complejo supraparietal-inferofrontal para el Sistema 2: Tsujii et al. 2011). Así, mientras el estudio previo de Shenhav et al. (2011) refiere la creencia religiosa al Sistema 1, este ahora refiere la descreencia al segundo. De hecho este nuevo estudio remite al anterior como consistente con este modelo dual Sistema 1 → creencia / Sistema 2 → descreencia. P. ej. según publicado en Scientific American, una de tales preguntas hechas es: «si cinco máquinas tardan cinco minutos para hacer cinco aparatos ¿cuánto tiempo tardarían 100 máquinas para fabricar 100 de ellos? La primera respuesta que viene a la mente —100 minutos— resulta estar equivocada. Las personas que toman el tiempo para razonar la respuesta correcta (cinco minutos) son, por definición, más analíticas, y esta tipología tiende a puntuar más bajo en las pruebas de creencia religiosa». Hasta aquí se trata del mismo método aplicado como antes vimos. Sin embargo, y echando mano pues al análisis sobre este estudio pero también sobre el anterior, puede que sea engañoso enfocar matemáticamente la reflexión analítica, es decir, es probable que quienes den las respuestas acertadas tengan de hecho mejores aptitudes de cálculo en lugar de mayor capacidad de análisis racional, en tanto que el cálculo y la reflexión analítica no están necesariamente asociados (p. ej. se sabe históricamente que grandes mentes matemáticas han sido profundamente místicas, y los matemáticos están entre los científicos que más alto puntúan en cuanto a creencias religiosas: véase «matemática y agencia sobrenatural»).

Fuera de esta observación que puede restar peso a las conclusiones de los respectivos estudios —que si la creencia es intuitiva, o que la descreencia sea analítica— lo cierto es que lo primero se apoya en realidad en otras fuentes de evidencias que así lo sugieren (p. ej. teleología, dualismo, Teoría de la Mente, que son pues procesos que estructuran la agencia sobrenatural y las creencias religiosas), mientras que lo importante de Gervais & Norenzayan, y que de hecho lo diferencia de Shenhav et al. (2011), es que realizan cuatro estudios adicionales para probar que la reflexión analítica juega un rol causal, y no meramente correlacional, en el grado de descreencia religiosa. Ingeniosamente entonces, una segunda prueba consiste en el primado mediante dos imágenes (El Pensador —actitud de pensar reflexivamente— y Discóbolo —actitud de acción motora—) para pasar a resolver razonamientos silogísticos que miden las tendencias analíticas: «El Pensador promovió significativamente la descreencia religiosa» (Gervais & Norenzayan 2012 pp. 494-495). La tercera y cuarta pruebas trataron de, dada cierta frase conformada por 5 palabras aleatoriamente distribuidas («high winds the flies plane»), eliminar una palabra para darle sentido («the plane flies high»), mientras otras 5 ‘palabras analíticas’ (analizar, razonar, ponderar, pensar, racional) acompañan las frases para crear un ‘primado analítico’, y para el modo control, palabras no relacionadas con el acto de analizar (martillo, zapatos, saltar, etc.). Nuevamente la presencia de estímulos analíticos mejoró la reflexión analítica, y a su vez promovió la descreencia religiosa. El quinto experimento implicó una aún más sutil manipulación que no requiere que los participantes necesariamente realicen una tarea pre-diseñada para activar su pensamiento analítico. Se trata de un procedimiento ya establecido para forzar el pensamiento analítico, en este caso dificultando la información sensorial en un cuestionario sobre creencias en agentes sobrenaturales: las letras impresas consisten en tipografía legible, o difícil de leer. Los resultados confirman, finalmente, que el esfuerzo analítico para procesar un texto difícil de leer indujo un decrecimiento de las creencias religiosas, aún contestando un test sobre ellas mismas (ibid. p. 495). Por lo visto «algo que parece trivial» puede provocar un cambio significativo en las creencias religiosas, en palabras de Norenzayan para Scientific American.

Puede surgir la cuestión de que si bajo el efecto de un estresor, en los descreyentes religiosos puedan incrementarse los procesos intuitivos que subyacen al sobrenaturalismo. Bien, aunque no exactamente como lo que se sugiere, experimentos similares realizados quizás se cuentan con una mano, y el más claro a mi juicio es el de Subbotsky & Quinteros (2002). La diferencia es justamente que los participantes no eran explícitamente descreyentes religiosos, pero sí mostraron su «adherencia al ideal de racionalidad científica», y por tanto estaría demás dudar de que entre ellos sea significativa la falta de creencias religiosas (aunque, siendo escépticos, no necesariamente —otros estudios incluyendo religiosos e irreligiosos véanse en Subbotsky 2010). El hecho es que estos participantes de declarada racionalidad científica, ingleses educados, fueron engañados en este caso para, como aquí hacen Gervais & Norenzayan, ser forzados a manifestar pensamiento mágico en una situación potencialmente estresora, donde incluso había riesgo de daño físico. Lo llamativo es que lo hicieron en el mismo grado que otro tanto de participantes rurales mexicanos, básicamente analfabetos científicos. De hecho, Subbotsky puso a prueba su hipótesis de que el pensamiento mágico es en realidad un proceso inconsciente que aún la educación científica, ni el entorno cultural, logran eliminar. Por su lado, Bering (2010a2010b) habla de un experimento, no publicado, donde los ateos en un simple relato autobiográfico pueden referirse teleológicamente a los eventos importantes de sus vidas. En ateos «la necesidad de significado era un predictor significativo de la ideación y las creencias mágicas» (Nelson et al. 2020). Los ateos también pueden tener creencias implícitas sobre Dios y la vida después de la muerte (Heflick 2011), o estar «explorando formas de trascendencia» en el Camino de Santiago, igual de los teístas (Farias et al. 2019), además del ateísmo cristiano, las iglesias ateas, el ocultismo ateo y escéptico, y las plegarias ateas (todos grupos o movimientos que se autodeclaran legítimos ateos). Entonces, la idea es que el pensamiento analítico (aún sosteniendo una deliberada postura de agnosticismo o ateísmo, tal como con la educación científica) no tiene un impacto profundo sobre procesos automáticos (sean innatos y/o fijados culturalmente). Precisamente, Gervais & Norenzayan (2012 p. 496) comentan al respecto: «la gente todavía podrá manifestar [...] intuiciones teológicas o dualistas, aún anulando analíticamente las creencias teístas», lo que está en consonancia con tres estudios empíricos de Heiphetz, Spelke & Young (2015).

El quinto experimento de Gervais & Norenzayan (2012), implicando dificultad sensorial para forzar el pensamiento analítico, tiene un curioso parecido a los de Krummenacher et al. (2010: un nivel elevado de dopamina «disminuye la sensibilidad en las decisiones percepto-cognitivas, pero sólo en los escépticos, y hace a los escépticos menos [escépticos] y a los creyentes [en creencias paranormales] un poco más conservadores»). Lo curioso es que allí, en condiciones naturales, los participantes creyentes en lo paranormal fueron más propensos que los escépticos a identificar rostros ilegibles en un fondo de ruido. Es decir, opuesto a lo aquí mostrado, con la clara salvedad de que forzar un análisis de lectura es diferente de percibir imágenes difusas, aunque se supone que el Sistema 2 de todos modos participe en ambas circunstancias. Fue bajo los efectos de una hiperdopaminergia artificialmente inducida que los escépticos empataron a los creyentes en los aciertos perceptuales. Recordemos ahora que el sustrato neural mostrado para el control del Sistema 2 es el córtex inferofrontal: ciertamente es una región regulada dopaminérgicamente. Dado todo lo que se sabe sobre la dopamina (p. ej. en cuanto a procesamiento visuoespacial y motor), las funciones ejecutivas del córtex prefrontal y sus facultades inhibitorias, es plausible que la dopamina también regule el pensamiento analítico, la evaluación de proposiciones y la estructuración de un output lógico-gramatical. De hecho se tiene del análisis de 28 estudios de neuroimagen entre 1997-2010, que el razonamiento deductivo abarca un circuito fronto-parietal, incluyendo las regiones frontomedial y gangliobasal, empleando así representaciones visuoespaciales y basadas en reglas según los argumentos presentados (Prado et al. 2011). Es importante entonces notar que el razonamiento analítico no es en realidad un proceso independiente del aprendizaje (p. ej. reglas de razonamiento) ni de los estados emocionales o de la expectativa de recompensa, siendo que Prado et al. encuentran que el análisis de los argumentos categoriales se asocia precisamente a actividad inferofrontal/gangliobasal, lo que implica dadas las funciones de estas regiones, que estamos ante un proceso sintáctico/lingüístico (ibidp. 8). Adicionalmente, no hay que olvidar que ya se ha mostrado que las creencias cristianas involucran regiones asociadas según su aceptación o rechazo como verdaderas o falsas a la detección de la intención, la sensación de dolor y la expectativa recompensa (Harris et al. 2009).

Es posible que sea específicamente la exposición a estímulos gramaticales lo que incrementa la modulación dopaminérgica, que activa el proceso analítico inferofrontal. Cualquiera de los otros factores cognitivos, motivacionales y socioculturales que conducen a la descreencia, como cautelosamente notan con los autores, pueden estimular la modulación dopaminérgica. Aquí será de importancia saber que ésta se asocia fuertemente al córtex prefrontal medial, una región fundamental para la Teoría de la Mente, que a su vez soporta las creencias mágico-religiosas (p. ej. van Elk & Aleman 2017). Esto por un lado, ya que un estudio neurocientífico de Riekki & Lindeman (2014) encontró que tal región prefrontal se activa de manera diferente, con mayor o menor intensidad, cuando respectivamente creyentes sobrenaturales y escépticos observaron y calificaron animaciones de objetos geométricos que se movían intencionalmente o al azar. Es decir, los escépticos mostraron una menor activación de la Teoría de la Mente, precisamente la detección de la intención, para describir un conjunto de objetos en movimiento. Por otro lado, es muy interesante que el estudio mencionado arriba de Harris et al. (2009) haya encontrado que la falsedad de las creencias teístas implique dolor y displacer, porque otro estudio descubrió en un grupo de ateos y teístas que «el nivel de conductancia de la piel mostró que pedirle a Dios que hiciera cosas horribles era igualmente estresante para los ateos como para las personas religiosas y que los ateos estaban más afectados por las declaraciones de Dios que por el deseo o las declaraciones ofensivas» (Lindeman et al. 2014). Esto es, hubo una reacción emocional/fisiológica en los ateos, a pesar de haber informado que pedirle a Dios que asesine a parientes cercanos o a ellos mismos no les afectó: «los resultados implican que las actitudes de los ateos hacia Dios son ambivalentes, ya que sus creencias explícitas entran en conflicto con su respuesta afectiva» (ibid.). Por último, también hay evidencia empírica de que entre ateos la creencia en la ciencia se incrementa ante el estrés y la falta de control (Farias et al. 2013Rutjens et al. 2013Coleman et al. 2019), y en este sentido, la discusión del transhumanismo (movimiento ampliamente dominado por ateos) por la inmortalidad ya parece delirante (Singler 2017). Esto es análogo al incremento de las creencias mágico-religiosas bajo las mismas condiciones: los teístas abrazan más a Dios, los ateos a la ciencia, ambos bajo un mismo impulso, por lo menos en principio, intuitivo e irracional.

Aunque resulte extraño, en realidad no deberían sorprender ninguno de estos hallazgos dado que:
  • (A) el pensamiento mágico es una cognición automática e inconsciente, que es meramente inhibido mas no eliminado por el pensamiento analítico ni por la educación científica (los ya referidos estudios de Subbotsky; ver además Lindeman et al. 2016Garrett & Cutting 2017Wilson 2018);
  • (B) Dios es representado por la Teoría de la Mente sin mayor diferencia que cuando se representan a las personas reales (Bering 2011; pero ver Wigger et al. 2012), y por lo tanto también tienen el mismo aspecto emocional;
  • (C) la enculturación/socialización tiene un sustrato afectivo-emocional además de cognitivo que a su vez se hace relativamente inconsciente durante su aprendizaje y exposición a él en la infancia (en tanto el ateísmo aparece típicamente en la adolescencia) (ver p. ej. estos conceptos de enculturación cristiana; ver también Jarvis 2006);
  • entonces lo único que podría explicar que un ateo se vea perturbado fisiológicamente sobre la maldad de Dios es que (A)+(B) pero sobre todo (C) persisten en el cerebro del ateo.
Al parecer, el ateísmo es una declaración de naturaleza lingüística y analítica que no implica la desaparición del aprendizaje teísta, de naturaleza más bien intuitiva y emocional. Quizás el indicio más dramático aquí es que en muy inusuales ataques de epilepsia del lóbulo temporal, ocurren experiencias asociadas a Dios, aun siendo que en su estado consciente se trata de personas declaradamente ateas o irreligiosas (documental BBC «God on the Brain»; Hill 2014). Y el córtex temporal, por supuesto, es el principal asiento de integración de la memoria, el aprendizaje, las emociones, el reconocimiento facial y la agencia (Castillero 2014).

Por mi parte ya he reflexionado antes sobre la importancia, lamentablemente minimizada o de hecho negada por los descreyentes, de los factores socioemocionales que alientan la descreencia, más que la existencia de una ilusa «esencia racional» que conduzca al abandono de las creencias religiosas. Es decir, tanto como no existe un «Punto Dios» en el cerebro, tampoco lo hay uno «no-Dios»; del mismo modo que ni el Sistema 1 ni el 2 están exclusivamente recluidos para el teísmo ni el ateísmo, y como claramente vemos y sugieren los autores como uno de los posibles niveles de acción del pensamiento analítico, el Sistema 2 puede funcionar anulando las «cogniciones religiosas de orden elevado» (p. ej. la afirmación de existencia de Dios) aún existiendo un Sistema 1 de «intuiciones de bajo nivel» (como el pensamiento mágico). Entre tanto, el estudio de Kelemen & Roset (2009) referido como evidencia de una función efectivamente inhibitoria de las intuiciones de bajo nivel como las teleológicas, no deja claro que éstas en efecto desaparezcan, sino que, como sugerido más dramáticamente en pacientes con Alzheimer (Lombrozo et al. 2007), tal intuitividad permanece latente, y en cualquier circunstancia de interrupción del Sistema 2, domina el pensamiento (lo que es pues consistente con Subbotsky).

NOTA DE ACTUALIZACIÓN 25.03.2020
Los autores, Will M. Gervais y Ara Norenzayan, dijeron en Nature «ya no tenemos confianza en el hallazgo de que ver imágenes de El Pensador reduce la creencia religiosa», ya que «mientras que otros procedimientos experimentales informan efectos mediante los cuales el desencadenamiento del pensamiento analítico reduce las creencias religiosas reportadas, el registro de replicación de tales experimentos es inestable en el mejor de los casos y debe tratarse como provisional hasta que se realice un seguimiento con esfuerzos de replicación más rigurosos». La correlación en cuestión, que también fue explorada en 13 países, en 2018, resultó confiable en sociedades más religiosas (como USA), pero es débil o inexistente donde hay menos religiosidad (como China), «lo que apunta a una interacción del pensamiento analítico con la exposición cultural a la religión». Los autores finalmente esperan que nuevos estudios más rigurosos aclaren los resultados dispares (Gervais & Norenzayan 2018). Quizás en culturas más ateas «El Pensador» tenga una relación débil o nula con el pensamiento analítico de manera natural, porque éste ya se enculturizó en los individuos: «si uno quiere predecir el grado de creencia religiosa de un individuo, puede ser mejor saber de dónde es el individuo de lo que analíticamente piensa el individuo» (Gervais et al. 2018 p.6). Y en efecto, los datos empíricos apuntan a «la importancia de la familia, la educación y la variación geográfica para contribuir a la disminución de las creencias religiosas» (Strhan & Shillitoe 2019).

Schiavone & Gervais (2017 pp. 14-18) definen cuatro líneas causales para el ateísmo según sus motivaciones: 
  • Ateísmo de ceguera mental — incapacidad para representar de manera intuitiva agentes sobrenaturales;
  • Apateísmo — falta de motivación o indiferencia hacia la necesidad de creencias religiosas;
  • Ateísmo incrédulo — aprendizaje cultural y exposición a fuentes creíbles de religión limitados;
  • Ateísmo analítico — consecuencia del estilo cognitivo analítico.
En línea con esto, véase el análisis de Langston & Colleman (2019) que visualiza el sesgo intelectualista para explicar el ateísmo: «afirmaciones problemáticas de que las naciones o los individuos se vuelven más ateos debido a la educación directa, el aumento de la inteligencia, el "acceso a la información" en Internet o factores analíticos o intelectuales generales», donde éstos «probablemente juegan un papel principal en ciertos casos» (p. 24). Igualmente Langston (2019): «el argumento de que el ateísmo es el resultado de "pensar las cosas" no es del todo sólido, y las investigaciones futuras deberían reconocer que la evidencia disponible es mucho más variada de lo que se ha sugerido anteriormente». Hay por ejemplo evidencia de que la exposición durante la infancia a las 'muestras de credibilidad mejorada' (en inglés «credibility enhancing displays» o «CRED»: cualquier acción que sea costosa para un actor que —no necesariamente— tiene las creencias que defiende, lo que es percibido por otros y promueve la consolidación de sus propias creencias) predice el ateísmo (Langston et al. 2020). «Ahora sabemos (...) que los hijos no religiosos de padres religiosos desechan sus creencias por razones que tienen poco que ver con el razonamiento intelectual. La última investigación cognitiva muestra que el factor decisivo es aprender de lo que hacen los padres en lugar de lo que dicen. Entonces, si los padres dicen que son cristianos, pero han perdido el hábito de hacer lo que dicen que debería importar como rezar o ir a la iglesia— sus hijos simplemente no creen que la religión tenga sentido» (Lee 2018 refiriéndose al estudio de Lanman & Buhrmester 2017). En conclusión, los nuevos estudios seculares enfocados en la descreencia apuntan a que el ateísmo no surge necesaria ni exclusivamente de la esfera racional.
NOTA DE ACTUALIZACIÓN 29.07.2020
En efecto, las emociones resultan más importantes para decidir el ateísmo. Una nueva investigación a través de tres estudios reporta que la supresión de la expresión de emociones promueve el ateísmo. En el primer estudio 1059 participantes completaron una evaluación de sus tendencias de regulación emocional, donde los ateos tendían a aprobar afirmaciones como “cuando siento emociones positivas, tengo cuidado de no expresarlas”. En el segundo estudio, 247 participantes que fueron instruidos para ocultar sus emociones tenían menos confianza en la vida después de la muerte en comparación con los instruidos para sentirse libres de expresar sus emociones. Y para el tercer estudio, se grabó a 8 ateos y 8 religiosos mientras describían una experiencia reciente que los hizo sentir frustrados o molestos y una experiencia reciente que los hizo sentir felices o alegres; luego 100 participantes vieron los videos sin audio y calificaron la expresividad emocional, la confiabilidad y la simpatía de cada orador. Los participantes que vieron los videos desconocían la afiliación de cada orador. Se descubrió que los ateos eran vistos como menos expresivos emocionalmente en promedio en comparación con los individuos religiosos, especialmente cuando se trataba de manifestaciones de emoción positiva. Según investigaciones anteriores, la experiencia espiritual ha sido relacionada con las emociones positivas, y su manifestación (es decir que no habría lugar para la restricción de su expresión). En ausencia de una experiencia espiritual alimentada por una emoción positiva, una cosmovisión atea puede parecer más convincente. Como mostrado dentro de las limitaciones de este estudio, «parece que la supresión expresiva impulsa el ateísmo, en lugar de viceversa» (informe extraído de PsycienciaBurris 2020).
(Publicado originalmente en:
http://humanismonaturalistacientifico.blogspot.com/2012/04/la-descreencia-en-dios-es-analitica.html).


BILBIOGRAFÍA (por orden de citación):

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📑 Tsujii, Takeo, et al. "Evaluating the roles of the inferior frontal gyrus and superior parietal lobule in deductive reasoning: an rTMS study." Neuroimage 58.2 (2011): 640-646.
📑 Shenhav, Amitai, David G. Rand, and Joshua D. Greene. "Divine intuition: Cognitive style influences belief in God." Journal of Experimental Psychology: General 141.3 (2012): 423.
📑 Krakovsky, Marina. "Losing your religion: Analytic thinking can undermine belief." Scientific American (2012).
📑 Subbotsky, Eugene, and Graciela Quinteros. "Do cultural factors affect causal beliefs? Rational and magical thinking in Britain and Mexico." British Journal of Psychology 93.4 (2002): 519-543.
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📑 Bering, Jesse. "Atheism is only skin deep: Geertz and Markússon rely mistakenly on sociodemographic data as meaningful indicators of underlying cognition." Religion 40.3 (2010): 166-168.
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📑 Heflick, Nathan. “Do Atheists Implicitly Believe in God and Life After Death?” Psychology Today. 2011.
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📑 Krummenacher, Peter, et al. "Dopamine, paranormal belief, and the detection of meaningful stimuli." Journal of Cognitive Neuroscience 22.8 (2010): 1670-1681.
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📑 Castillero M. ​“Lóbulo temporal: estructura y funciones.” Psicología y Mente. Sin fecha de publicación.
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📑 Strhan, Anna, and Rachael Shillitoe. "The Stickiness of Non-Religion? Intergenerational Transmission and the Formation of Non-Religious Identities in Childhood." Sociology 53.6 (2019): 1094-1110.
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📑 Burris, Christopher T. "Poker-faced and godless: Expressive suppression and atheism." Psychology of Religion and Spirituality (2020).



QUÉ RESPONDER CUANDO TE PIDEN "DEMOSTRAR QUE DIOS NO EXISTE"

Daniel Galarza Santiago

Pasante de Filosofía, Universidad de Guadalajara y autor del blog El escéptico de Jalisco

Correo-e: esceptico-jalisco@hotmail.com


Si la ciencia vale, no existen dioses y, por contraposición, si existen dioses, entonces la ciencia fracasa." Mario Bunge.



Si eres de esas pocas personas en el mundo que se declara ateas o si, por el contrario, eres un evangelista que gusta de hacerla de troll en páginas dedicadas al ateismo, lo más seguro es que sabes de lo que hablo. Al menos una vez en tu vida has tenido la experiencia (o se la has aplicado a un pobre administrador ateo) de algún sujeto que te exige que demuestres la inexistencia de Dios. Después de todo, eres ateo y si eres ateo, es porque "tienes fe" en que Dios no existe.

Llevo poco más de una década escuchando este tipo de alegatos, y francamente admiro a esas personas que llevan dos, tres o más décadas contestando lo mismo, porque yo estoy bastante cansado. Ya hacía un rato que no tenía un intercambio con algún fanático, hasta hace unos días, cuando llegó un mensaje por el inbox de la página oficial de este blog en facebook. Y vaya que en serio no recordaba cuánta imprecisión podía encontrarse en un solo párrafo, y ya ni hablar de la frustración de darte cuenta que puedes pasar horas respondiendo, sin llegar a ninguna parte.

Con todo el enfado del mundo, los escépticos debemos recordar una cosa: estas personas que tanto nos frustran porque son inmunes al razonamiento lógico, son personas que al fin y al cabo están interesadas en una de las preguntas más importantes en la historia del pensamiento, la cuestión de Dios y sus muchas implicaciones en nuestra comprensión del mundo, de la sociedad, de la consciencia, de la moralidad y de nosotros mismos en general. Es posible que el analfabetismo científico, el pensamiento mágico y el pseudorracionalismo que se consume entre grupos de apología religiosa hayan moldeado los cerebros de estas personas de un modo en que toda pregunta que hagan debe ser respondida, necesariamente, con la respuesta que ellos dan por verdadera o si no, sencillamente no aceptarán nada que les puedas decir. Muchas veces, sin duda, termina siendo una pérdida de tiempo para ambas partes, pero hay una serie de razonamientos (así como formas de transmitirlos) que en ocasiones podrían dar resultados. Es importante que ambas partes valoren la tolerancia, la crítica y la honestidad intelectual, y al negar (implícita o explícitamente) cualquiera de estos valores, el intercambio terminará viciado, volviéndose un interminable intercambio de comentarios en los que cada vez se sube el tono y  aumentan los ataques personales con ofensas.

La vieja confiable: la carga de la prueba. 
Para empezar, si está dispuesto a participar en un debate con un teísta que no sabe hasta dónde llegará su honestidad intelectual, puede comenzar con la "vieja confiable" en teoría de la argumentación: podemos exigir claridad antes de la discusión, pidiendo que nuestro contrario nos diga exactamente qué entiende por Dios, y qué pruebas tiene de la existencia de tal entidad. Es muy probable que nuestro teísta llegará a afirmar algo como que "el ateísmo es una fe tanto como mi religión. Los ateos creen que Dios no existe, y para sostener esto necesitan tanta fe como yo para creer lo contrario." Siendo así, el teísta podrá reclamarnos entonces que nosotros demostremos primero que nuestra afirmación de fe "creo en la inexistencia de Dios" es verdadera.

Este es un interesante giro retórico, pero para sostener la honestidad intelectual debemos recordar cuál es el punto a debatir: la existencia de Dios. Después de todo, nuestro amigo teísta llegó a nosotros para decirnos que estamos en un error al considerarnos ateos, porque Dios existe, y por tanto es él quien debe demostrar. Hay algunos autores ateos que prefieren iniciar el debate mostrando otra vieja confiable: "no se pueden probar negativos". En el ateísmo esto depende. Cuando el ateo únicamente es una persona que no cree en Dios y/o no lo considera una creencia relevante para su vida diaria, puede decirse que es un ateo implícito, pues no asegura que Dios no existe, solo no creen que Dios exista. Esta opinión podría o no estar equivocada, asunto que solo podría resolverse demostrando la existencia de Dios. Por otra parte, el ateo podría ser alguien que sostenga que Dios no existe y no puede existir. Esta persona está haciendo una afirmación, pues sabe que Dios no existe, y tal "saber" puede ser puesto en duda: ¿cómo sabes que Dios no existe? Este tipo de ateísmo, conocido usualmente como explícito o positivo, puede ponerse a prueba, y recae en esta persona demostrar que su afirmación es verdadera (así sea verdadera solo aceptando un marco de referencia específico) si y solo si el debate es la sustentación de la inexistencia de Dios (o sea, si fue el ateo el que se fue a un grupo de apología a negar la existencia del todopoderoso).

El ateísmo explícito no suele ser muy popular entre los grupos de ateos, y ha sido rechazado por celebridades de la increencia, como Bertrand Russell o Richard Dawkins (aunque sostenido por otros, como Victor Stenger). El principal problema es que al invertir la carga de la prueba estamos dejando de lado la principal cuestión filosófica sobre Dios (¿existe Dios?) sustituyéndola por una de las posibles respuestas (Dios no existe). Y aunque es posible defenderlo (por ejemplo, el blogger Jack Astron hace un trabajo muy interesante en este sentido; mi ciber amigo Óscar Teixido también expone con claridad esta postura), es poco probable que nuestro teísta acepte tal defensa, ya que ésta usará como supuestos básicos la negación explícita de todo un conjunto de ideas y teorías que no fueron puestas a discusión desde un inicio (la existencia de lo sobrenatural o lo inmaterial, por citar la principal). Comenzar con esta clase de supuestos hará imposible el diálogo con alguien que evidentemente no los adopta, como es el caso de un creyente en entidades sobrenaturales, como un dios. Otro problema, es que esta negación explícita no puede demostrar la no existencia de una entidad si el marco de referencia  (con todo y sus supuestos) termina siendo limitado. Un verdadero creyente siempre encontrará un "hueco legal" en el razonamiento, escapando incluso del diálogo racional, terminando el debate exactamente donde comenzó (con dos posturas incompatibles y dos personas que piensan exactamente lo mismo que pensaban al inicio).

Si uno (sea teísta o ateo) quiere ahorrarse lo descrito en los tres párrafos anteriores (que se puede traducir en horas o incluso días de intercambios inútiles), entonces seamos explícitos en el tema que será debatido. Nuestro tema es si existe Dios, y si alguien afirma que en efecto existe, entonces lo mejor es avanzar en el debate a través de las pruebas que se ofrezcan para sostener su existencia.

Conjeturar y refutar: la falsación.
 Si hemos aceptado la carga de la prueba, precisando el tema de nuestro debate, hay una fórmula que podemos utilizar para que éste sea sustancial (o sea, que se avance en un intercambio donde realmente se remueva pensamiento y se aleguen argumentos con contenido). En filosofía de la ciencia es muy famosa la propuesta del epistemólogo Karl Popper de avanzar en el conocimiento a partir de hipótesis falsables o que puedan ser refutadas mediante ciertas condiciones, empezando por tener una hipótesis precisa que enuncia o conjetura algo del estilo "si se da u ocurre en el mundo, entonces demuestra y"; entonces, podemos investigar si ha ocurrido x, demostrando que es verdadero o falso. Para esto, debe poseer contenido empírico, es decir, que puede ser empíricamente contrastable. Esto solo puede ser garantizado si es posible postular alternativas a x, o sea, si es posible demostrar que no ocurrió. Tal vez esto nos suene demasiado abstracto: podemos tener la conjetura "los organismos biológicos tienen un diseño establecido inteligentemente, por lo que su complejidad es imposible de reducirse", conjetura que puede ser contrastada al averiguar si en efecto, no han ocurrido cambios naturales (como la evolución biológica). El hecho que pueda ser empíricamente contrastable, nos dice que la conjetura es falsable porque establece implícitamente las condiciones para refutarla: si encontramos al menos un caso en que tal conjetura (que engloba al conjunto de "los organismos biológicos") es falsa, entonces podemos concluir que ha sido empíricamente refutada. Y de hecho, no existe un solo organismo biológico complejamente irreductible, ya que todos cuentan con una historia evolutiva. Por tanto, esta conjetura ha quedado refutada empíricamente, y seguir usándola como demostración de esa inteligencia detrás del mundo natural termina siendo un acto intelectualmente deshonesto.

Aunque para Popper la falsación era una propiedad esencial de las hipótesis y teorías científicas, como hemos visto antes, tal vez no nos sirve para establecer si una teoría es científica o no realmente; pero los reclamos sobrenaturales no son teorías científicos, sino conjuntos de afirmaciones, muchas de éstas son casos particulares (conjeturas) que pueden ser examinadas a partir de la evidencia empírica que las respalda.  

Podemos encontrar conjeturas empíricamente refutables en varios de los argumentos en favor de la existencia de Dios, comenzando con el argumento del diseño defendido por la teología natural ( simplificado arriba y refutado, por lo menos, desde 1859 con la publicación de El origen de las especies, por Charles Darwin) y terminando por los reclamos de milagros (del presente y del pasado). La táctica de conjeturar y refutar ha sido muy fructífera sobre todo en el movimiento escéptico (donde ha sido ampliamente usada en otros temas), al contrarrestar reclamos paranormales y pseudocientíficos que, por su propia naturaleza, están epistémicamente aislados (es decir, no son parte de todo un sistema hipotético-deductivo, como lo son las teorías científicas más generales, que no pueden ser descartadas a partir de un experimento crucial o una refutación de un enunciado). La falsación tiene el problema de estar limitado solo a los argumentos a posteriori, o sea, aquellas conjeturas que se hacen sobre el mundo real y que pueden ser demostradas empíricamente, mientras que los argumentos más famosos de la existencia de Dios (como el argumento ontológico o el argumento cosmológico) son de tipo a priori, es decir, basta con analizar las premisas y la estructura lógica del argumento para determinar si su conclusión es verdadera, sin necesidad de someterlo a contrastación empírica. Para resumirlo: la falsación es la insignia del mantra "afirmaciones extraordinarias requieren siempre de evidencia extraordinaria". Sí, cuando la afirmación extraordinaria es una que se hace sobre algún evento o propiedad del mundo real, es posible ponerla a prueba.

¿Cuál Dios y por qué?
 Imaginemos ahora un caso distinto, de otro teísta que ha llegado a contactarnos, y que ya no queremos contestarle como hemos respondido a uno anterior. Aún debemos mantener la honestidad intelectual, y después de aceptar ambos que buscaremos debatir la existencia de Dios, ahora queremos someter a un pequeño reto de razonamiento a nuestro amigo teísta: usted defiende la existencia de un Dios particular (usualmente, el Dios cristiano) por una serie de razones, pero, ¿sabe que esas razones pueden ser aplicadas a otros dioses?

Los ejemplos favoritos de quienes hemos desarrollado nuestra increencia con los autores del nuevo ateísmo quizás comenzaremos a citarle dioses antiguos, como Zeus, Thor, Tláloc, Ra o Ahura Mazda; o tal vez le hablemos de Shiva o Vishnú, dioses en los que hoy creen en su existencia los fieles del hinduismo. Todos estos dioses, en algún momento presente o pasado, tuvieron (o tienen) creyentes fieles que seguro defendían su existencia y sostenían tantas pruebas de ello como nuestro amigo teísta sostiene para su dios particular. La comparativa con otros dioses en ocasiones puede no ser efectiva. Sí, con esto demostramos que nuestro teísta es tan ateo de tantos otros dioses menos de uno (y en ese sentido está más cerca de nuestra postura de lo que podría creer), pero es posible argumentar que los dioses antiguos eran representaciones simbólicas de aquellos fenómenos naturales (como la fertilidad, la lluvia o el sol) que en ese tiempo no podían ser explicados, mientras que él está defendiendo a un dios personal trascendente que no tiene correspondencia con alguna entidad o proceso del mundo natural (claro está, esto no es una respuesta adecuada para los hinduistas, quienes también consideran a sus dioses como entidades trascendentales). 

Muy bien, ¿y qué me dices del Monstruo de Espagueti Volador (Monesvol), que cuenta con su propia "teología"? Tal vez una parodia religiosa le pueda parecer vulgar o irreverente a nuestro amigo teísta, pero la pregunta es completamente válida si estamos estableciendo que el dios en el que cree es diferente de cualquier dios en el que la humanidad ha inventado. Si es incapaz de establecer de forma unívoca que su dios puede superar la defensa de la existencia de cualquier otro, nosotros tendremos la obligación de hacerle ver este punto para que acepte, tal vez no que su Dios no existe, pero sí que la apología que él promueve es incapaz de demostrar su existencia al igual que la apología de cualquier otro dios inventado.

El legado de Darwin o por qué Dios es sencillamente irrelevante.
 Ya lo comenté arriba con otras palabras (así como en esta reseña): la teoría de la evolución por selección natural es una enorme piedra en el camino de los teístas que, por más maromas intelectuales que se han llegado a realizar, jamás han podido rodear, mover o superar. La teoría evolutiva tal vez es la más llamativa en toda la ciencia que termina demostrando el triunfo del naturalismo sobre el sobrenaturalismo, del materialismo científico sobre el inmaterialismo, pero no es la única. Toda la historia de la ciencia es la historia de cómo el ser humano descartó nociones sobrenaturales por ser inútiles o irrelevantes para comprender el mundo en que vivimos, de cómo a través de la construcción de hipótesis, teorías y leyes naturales las distintas ciencias comenzaron a madurar como campos de investigación capaces de producir conocimientos públicamente contrastables.

Ya el biofilósofo John Dupré, en su bonito librito El legado de Darwin (2006), comenta que con la selección natural, Darwin demuestra que la evolución es un fenómeno natural posible (y no solo eso, sino que además ocurre en efecto), desterrando a las explicaciones sobrenaturalistas del campo. Resulta evidente que postular un mecanismo naturalista coherente en el que se prescinde de la intervención divina, y que brinda explicación al origen de la biodiversidad en la Tierra (donde nosotros estamos incluidos) es a todas luces un duro golpe a la idea de un Dios creador. Es así que el legado de Darwin consistió en ocasionar el declive total del teísmo y demostrar el triunfo del naturalismo para producir conocimientos y líneas de investigación científicas. Los argumentos a priori en favor de la existencia de Dios, como el argumento cosmológico, carecen de toda seriedad desde los tiempos en que David Hume demostró cuán vacíos resultan éstos, mientras que los argumentos a posteriori, como el argumento del diseño de la teología natural, terminan refutados por el hecho de que la evolución puede ser explicada y entendida en términos naturales, no sobrenaturales.

Es cierto que existen muchas propuestas, además de importantes instituciones religiosas (la Iglesia católica es tal vez la más importante), que aceptan la realidad de la evolución biológica junto con los demás procesos naturales que dan forma al mundo actual. Es cierto que existen científicos de enorme prestigio por sus valiosas contribuciones a las ciencias biológicas, pero que además son fervorosos creyentes. Y claro, existen no creyentes famosos (como Stephen Jay GouldFrancisco J. Ayala o Michael Ruse) que apoyan ideas que compatibilizan el naturalismo científico inherente a la biología evolutiva con la espiritualidad religiosa. Pero ninguno de ellos se atreve a cuestionar el hecho que las explicaciones naturalistas son suficientes para explicar la biodiversidad de nuestro planeta, el origen de nuestro sistema solar o la propia evolución de nuestra especie. Todas las variantes de un teísmo evolucionista continúan siendo formas del clásico y mal gastado argumento del Dios de los huecos, es decir, que consiste en seguir encontrando a Dios en las sombras de la ignorancia o de aquello que la explicaciones naturalistas (aún) no son capaces de explicar. 

Lo triste para los teístas, es que esas sombras son cada vez menores. Mientras que a inicios del siglo pasado aún era "aceptable" (así, entre comillas, porque ya en esos entonces era puesto en duda) que los apologistas se refugiaran en la ignorancia, alegando que la ciencia no podía explicar la emergencia de la mente, la consciencia, la cultura, o la moralidad, hoy sabemos que ninguno de estos fenómenos o procesos tienen nada que ver con la divinidad. Hacerle entender a nuestro hipotético amigo teísta que la ciencia ha avanzado desechando las entidades sobrenaturales es algo que pocas veces aceptará un firme creyente en Dios, pero tampoco será capaz de negar este hecho de la historia del pensamiento humano. 

Tal vez nuestro amigo notará que el naturalismo y el materialismo son supuestos inherentes a la ciencia moderna, así como el sobrenaturalismo es un supuesto que él da por verdadero a la hora de creer en Dios, y tal vez entonces apelará a una clase de relativismo filosófico en donde argumente que ninguno de los supuestos puede ser demostrado como verdad última, lo que es cierto. Pero la pregunta importante será cuál colección de supuestos ha ayudado que la humanidad pueda comprender lo que le rodea y a sí mismos: ¿los supuestos sobrenaturalistas, que sumieron por milenios las explicaciones de todo a "Dios lo hizo", o los supuestos naturalistas y materialistas, que han logrado generar un abanico de disciplinas científicas capaces de ayudarnos a comprender aquello que hace siglos todos hubieran querido saber?

La navaja de Hitchens
. Si ya ha intentado todas las alternativas hasta ahora expuestas, y no ha logrado avanzar en el debate, teniendo a su amigo teísta todavía reclamando que le demuestre la inexistencia de Dios, tal vez ya no valga la pena continuar con el intercambio. Si aún quiere seguir, y se ha sostenido hasta el momento la honestidad intelectual y la cordura (por lo menos de su parte), tal vez lo mejor será volver al inicio, aunque explicado de otro modo. Volvemos a la carga de la prueba, pero esta vez usando una máxima conocida como la navaja de Hitchens: "No olvidemos las elementales reglas de la lógica, según las cuales, explicaciones extraordinarias requieren evidencias extraordinarias y lo que puede ser afirmado sin pruebas, puede ser rechazado sin pruebas." Para sintetizarlo, es usual encontrar solo la parte en que nos dice que "lo que puede ser afirmado sin pruebas, puede ser rechazado sin pruebas."

Este rasero argumentativo, popularizado por el escritor Christopher Hitchens en su célebre obra Dios no es bueno (2007), es una versión inglesa de la frase latina Quod gratis asseritur, negatur gratis. Para Hitchens (y para cualquier otro que dialogue en base a la honestidad intelectual), este principio obliga a presentar pruebas si queremos sostener una afirmación. Si no se tienen pruebas, la afirmación puede ser ignorada o rechazada. Sin embargo, algunos han llegado a sugerir que al invocar la navaja de Hitchens en un debate se comete la falacia a silentio o argumento desde el silencio, en la que: por el hecho de que la parte opositora en un debate, ignora la existencia de pruebas para sostener la afirmación a la que se opone, se niega la mencionada afirmación (la Wikipedia en español presenta algunos ejemplos didácticos de este tipo de razonamiento falaz).

La realidad es que la navaja de Hitchens (y la carga de la prueba en general) no nos dice que la afirmación que no presenta pruebas para sostenerse debe ser negada, sino que es desechada por ser irrelevante. No es que la afirmación no pueda ser cierta, sino que no hay razones para pensar lo sea. El hecho que no existan evidencias para demostrar la existencia de dioses, hadas, duendes, unicornios y platillos voladores, no necesariamente niegan la existencia de dioses, hadas, duendes y platillos voladores, sino que el no tener razones para creer en alguna de esas cosas es una buena razón suficiente para no creer en nada de eso, hasta que se presenten evidencias de peso que demuestren la existencia de esta clase de entidades y/o fenómenos. Si el teísta continúa negándose a aceptar su responsabilidad de mostrar esas pruebas a favor de su postura, por la propia navaja de Hitchens puede declararse terminado el debate.

Si nada funciona... ¡describe la teoría de la relatividad! Y bueno, si usted quiere llegar a un acuerdo medio troll y terminar con estilo el debate, puede aceptar junto con el amigo teísta que Dios no puede ser conocido por medio de razonamientos y evidencias, porque éste se encuentra muy ocupado odiando a Albert Einstein:

SI TE INTERESA ESTE TEMA

* "Proving Non-Existence", artículo del portal Logically Fallacious.

* El Blog de un ateo renacido, escrito por Jack Astron, posee varias entradas enfocadas en demostrar que Dios no existe:

(Publicado originalmente en el blog El escéptico de Jalisco el 29 de noviembre de 2020). 










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