viernes, 25 de diciembre de 2020

¿VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE?

(Imagen de steemit.com)


Manuel A. Paz y Miño, Director de Eupraxofía

Correo-e: mapymc@yahoo.com

La idea de una vida después de la muerte es universal

En primer lugar, según los descubrimientos arqueológicos y antropológicos, en casi todas las culturas hay pruebas de que han poseído o poseen creencias religiosas (1). Es decir, han tenido o tienen ideas sobre seres y estados sobrenaturales como dioses, almas inmortales, apariciones fantasmales, estados eternos de descanso celestial o de tormento, reencarnación en toda clase de seres, etc. según haya sido la vida que se haya tenido.

En segundo lugar, la ciencia actual ha registrado muchísimos casos de experiencias cercanas a la muerte (ECM) de pacientes a los cuales se les declaró fallecidos y que no mucho después volvieron a la vida. En las ECM, se puede tener experiencias extra corpóreas (EEC) donde los pacientes han declarado haber: visto sus cuerpos sin vida y las personas y los objetos que los rodeaban; estado en un túnel con una gran luz brillante al final donde les esperaba un ser especial o parientes ya muertos; sentido una gran paz y vuelto a una nueva vida.

Además, hay casos registrados de personas que han manifestado haber vivido en otros lugares como si hubieran sido otras personas, con nombres propios y de sus familiares verificados, e incluso con el conocimiento de idiomas que nunca aprendieron, como si sus almas hubiesen reencarnado.

¿Por qué entonces se cree en una vida después de la muerte?

Pero, ¿por qué en casi todas las épocas y lugares donde ha habido y hay seres humanos, hay la creencia que no todo se acaba con la muerte, de que hay una “vida después de la muerte”? Simplemente porque esa idea, alentada por las religiones, daba y da un anhelo de esperanza, un sentimiento de consuelo y un sentido de deber y justicia a muchos.

Al no lograr lo buscado, sentir felicidad o paz, ni obtener lo que uno piensa que se merece, justicia, misericordia o perdón, se espera hacerlo en la “otra vida” que será, supuestamente, bastante mejor que ésta breve y material donde muchas veces impera el mal.

Habría otra vida ya que el espíritu es incorpóreo e inmaterial y, por lo tanto, inmortal, permitiendo y continuando la existencia humana, sea en una dimensión espiritual o una corporal reencarnada. Así el espíritu o el alma es visto como superior al cuerpo cambiante, imperfecto y perecedero.

Esta creencia traería como consecuencia, el pensar que habría un castigo o una recompensa eternas después de la vida, de la muerte física del cuerpo, haciendo creer la idea de una justicia divina.

Fe versus evidencia

Lógicamente creer que algo exista no es prueba real de que lo sea. Y eso se sabe históricamente desde la refutación del argumento ontológico de Anselmo de Canterbury (1033- 1109) en su Proslogion (1078) conceptuó a Dios como «aquel del que nada más grande [que él] puede ser pensado», y que, por lo tanto, para que lo sea  debía existir en la realidad y no solo en el pensamiento. La primera refutación de este argumento la hizo Gaunilo de Marmoutiers (s. xi) quien usó la analogía de una isla perfecta en su En defensa del insensato, por lo que el razonamiento anselmiano podría utilizarse para demostrar muchas cosas inexistentes.

En otras palabras conceptualizar, definir o tener la idea de algo no necesariamente existe en la realidad, no la hace materializar mentalmente. Así podemos tener la idea de un centauro, un pegaso, una sirena, Superman, Batman, etc. sin que podamos hallar a ninguno de estos seres mitológicos e imaginarios en el mundo concreto.

En lo referente a las personas que han vivido sin duda ECMs, la sinceridad de su relato no es prueba definitiva de EECs y de una vida en el más allá. Hay casos donde los pacientes han tenido EECs viendo sus cuerpos parados o sentados frente a ellos sin necesidad de tener una ECM que serían alucinaciones producidas por alguna alteración neuroquímica y, análogamente, los han declarado tenerlas también habrían tenido una causa meramente cerebral.

Y en relación a la reencarnación, que alguien hable de que vivió en otra época y lugar como otra persona o incluso sepa los datos exactos de una y diga palabras y oraciones en una lengua diferente a la materna sin que la haya aprendido, no significa que haya sido esa persona de otro tiempo y espacio. 

Por el colegio, los libros, los periódicos, la radio, la TV y el cine, sabemos de gente de otras culturas, pasadas o presentes, sus costumbres y palabras básicas en sus idiomas, e incluso de su estado civil, familia, trabajo, enfermedades y accidentes que sufrió y de cómo murió.

Otra manera de aprenderlos pero también olvidarlos temporalmente se llama criptomemoria o memoria oculta: el sujeto, normalmente, un niño, pudo enterarse de la información precisa de un adulto o de expresiones exactas en una lengua diferente a la suya, sin querer y, posteriormente, recordarla olvidando dónde las aprendió (2).

Por lo tanto, ni creer en la otra vida ni pensar que se la experimentó son evidencias indudables que la haya no obstante la defiendan no solo la mayoría de los religiosos sino también determinados estudiosos como los filósofos y científicos (3) idealistas o creyentes.

¿Sobrevive o no la consciencia humana a la muerte?

Otra forma de plantear que haya otra vida después de la muerte que, como hemos visto, no se puede probar a partir de la fe o de los testimonios personales, es preguntar si la conciencia humana supervive o no a la muerte del cuerpo.

Para responder a esta pregunta debemos partir de lo que es consciencia. Podemos dar una definición de ella a partir de su función: la conciencia es el conocimiento que tenemos de las cosas que nos rodean y de nosotros mismos. 

Evidentemente, según lo que nos dice la ciencia actual, ese conocimiento se da a nivel cerebral, es un producto neuronal en interrelación con el medio ambiente. 

Un ejemplo histórico de la íntima relación entre cerebro y pensamiento es el caso del obrero Phineas Gage (1823-1860) quien, al sufrir un accidente que dañó seriamente su lóbulo frontal, experimentó un gran cambio en su personalidad y temperamento.

Ejemplos más cercanos los podemos observar en las personas que sufren enfermedades neurológicas, como el Alzheimer o la esquizofrenia, que afectan su memoria o que les producen alucinaciones. Y entonces, si el cerebro se enferma, falla, se apaga o muere la consciencia también lo hace.

Pero también hay filósofos e incluso científicos que especulan sobre una naturaleza de la consciencia independiente del cuerpo. De ese modo, plantean que el cerebro sería solo un medio para que la conciencia se manifieste. Y para eso se valen de los casos donde, a pesar de la pérdida notable de masa cerebral, el sujeto sigue teniendo sus facultades mentales normales o casi normales. Así, tenemos casos diversos de niños nacidos con poca masa cerebral o de adultos a los que se le extirpó medio cerebro que pudieron desarrollar en gran parte o no perder sus funciones cognitivas, respectivamente (4).

Sin embargo, ¿les sucedió eso porque su conciencia, pensamiento o mente es independiente de su cerebro? Parecería que hubiera pasado eso pero recordemos que aunque hay regiones cerebrales que han desarrollado funciones específicas, el cerebro funciona como un todo, y si no se han afectado zonas fundamentales, las capacidades cognitivas básicas se pueden desarrollar o no perderse debido a la plasticidad cerebral.

Conclusiones

-Aunque gran parte de la humanidad ha creído o cree en una vida después de la muerte por la existencia de un alma inmortal, y eso le ha dado y le da esperanza y hasta sentido, tal creencia no se puede sostener en el mundo real de los fenómenos fácticos.

-Si pensamos porque tenemos un cerebro, y no un alma, al morir el cerebro, terminan definitivamente nuestros pensamientos.

-Por lo tanto, si no hay otra vida después de ésta, entonces nuestra vida es breve y única.

-Y si sé es consciente entonces de la brevedad y la unicidad de la existencia, entonces se llegará a la conclusión de que no hay que desperdiciarla y que hay que aprovecharla al máximo. De esa manera podremos tener una vida digna de vivirse aunque no exista un premio o un castigo al morir.


Notas

(1) Según estudios antropológicos, la tribu amazónica de los pirahãs carece de la idea de un dios creador. Véase Iñigo García: “El increíble lenguaje de la tribu de los pirahãs”. 08/05/2007.

(2) Para más bibliografía crítica sobre el tema véase Paul Edwards: Reincarnation: A Critical Examination (Prometheus, 2001).

(3) Como los filósofos Platón, Aquino, Descartes o Bergson y los científicos como el psiquiatra Brian Weiss: Same Soul, Many Bodies (Piatkus, 2004) [Muchos cuerpos, una misma alma (Ediciones B, 2006)] o el neurocirujano Eben Alexander III:  Proof of Heaven: A Neurosurgeon's Journey into the Afterlife (Simon & Schuster, 2012) [La prueba del cielo: el viaje de un neurocirujano a la vida después de la vida, Simon and Schuster, 2013].

(4) Para más sobre estos casos, véase Paco Rego: “El extraordinario caso de Noah y otra gente sin cerebro”, 06/05/2017. Versión digital: https://www.elmundo.es/cronica/2017/05/06/5905ef96e2704ea8198b4613.html; y Daniel Mediavilla: “Lo que hemos aprendido gracias a seis personas que solo tienen medio cerebro”, 19 de noviembre, 2019. Versión digital: https://elpais.com/elpais/2019/11/19/ciencia/1574179325_069769.html

(Publicado originalmente en la revista Pensar el 8.11.2020 en:
https://pensar.org/2020/11/vida-despues-de-la-muerte/)

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