miércoles, 30 de septiembre de 2020

LA DESCREENCIA EN DIOS ES ANALÍTICA ¿O NO?

Olger Antonio Chávez Sánchez Silva, Diseñador, crítico autodidacta y autor del blog Humanismo Naturalista Científico

Correo-e: hnc.correo@gmail.com

El Pensador, por lo visto, 
no hace más pensadoras a las personas

La anterior publicación trataba sobre la relación entre el pensamiento intuitivo y la creencia en Dios. Gervais & Norenzayan (2012) reportan en Nature (abstractoartículo completo aquí) el empleo del mismo método de hacer preguntas capciosas matemáticamente, cuyas respuestas correctas correlacionan, ahora, con el grado de descreencia religiosa. Se trata de echar luz sobre la estructura cognitiva de la falta de creencias religiosas, sea el caso del individuo irreligioso, agnóstico o ateo. Hay que decir que el marco teórico es la existencia de dos sistemas diferentes, pero paralelos, de procesamiento de la información: «uno (Sistema 1) se basa en la heurística frugal que resulta en respuestas intuitivas, mientras que el otro (Sistema 2) se basa en el procesamiento analítico deliberado». Esto además incluye que el Sistema 2 pueda inhibir el flujo automático y reflectivo del Sistema 1 (de lo que se ha mostrado como responsable la sobreactivación del córtex frontal inferior izquierdo —Área de Broca: Tsujii & Watanabe 2009; mientras se ha propuesto tal región para el Sistema 1, y un complejo supraparietal-inferofrontal para el Sistema 2: Tsujii et al. 2011). Así, mientras el estudio previo de Shenhav et al. (2011) refiere la creencia religiosa al Sistema 1, este ahora refiere la descreencia al segundo. De hecho este nuevo estudio remite al anterior como consistente con este modelo dual Sistema 1 → creencia / Sistema 2 → descreencia. P. ej. según publicado en Scientific American, una de tales preguntas hechas es: «si cinco máquinas tardan cinco minutos para hacer cinco aparatos ¿cuánto tiempo tardarían 100 máquinas para fabricar 100 de ellos? La primera respuesta que viene a la mente —100 minutos— resulta estar equivocada. Las personas que toman el tiempo para razonar la respuesta correcta (cinco minutos) son, por definición, más analíticas, y esta tipología tiende a puntuar más bajo en las pruebas de creencia religiosa». Hasta aquí se trata del mismo método aplicado como antes vimos. Sin embargo, y echando mano pues al análisis sobre este estudio pero también sobre el anterior, puede que sea engañoso enfocar matemáticamente la reflexión analítica, es decir, es probable que quienes den las respuestas acertadas tengan de hecho mejores aptitudes de cálculo en lugar de mayor capacidad de análisis racional, en tanto que el cálculo y la reflexión analítica no están necesariamente asociados (p. ej. se sabe históricamente que grandes mentes matemáticas han sido profundamente místicas, y los matemáticos están entre los científicos que más alto puntúan en cuanto a creencias religiosas: véase «matemática y agencia sobrenatural»).

Fuera de esta observación que puede restar peso a las conclusiones de los respectivos estudios —que si la creencia es intuitiva, o que la descreencia sea analítica— lo cierto es que lo primero se apoya en realidad en otras fuentes de evidencias que así lo sugieren (p. ej. teleología, dualismo, Teoría de la Mente, que son pues procesos que estructuran la agencia sobrenatural y las creencias religiosas), mientras que lo importante de Gervais & Norenzayan, y que de hecho lo diferencia de Shenhav et al. (2011), es que realizan cuatro estudios adicionales para probar que la reflexión analítica juega un rol causal, y no meramente correlacional, en el grado de descreencia religiosa. Ingeniosamente entonces, una segunda prueba consiste en el primado mediante dos imágenes (El Pensador —actitud de pensar reflexivamente— y Discóbolo —actitud de acción motora—) para pasar a resolver razonamientos silogísticos que miden las tendencias analíticas: «El Pensador promovió significativamente la descreencia religiosa» (Gervais & Norenzayan 2012 pp. 494-495). La tercera y cuarta pruebas trataron de, dada cierta frase conformada por 5 palabras aleatoriamente distribuidas («high winds the flies plane»), eliminar una palabra para darle sentido («the plane flies high»), mientras otras 5 ‘palabras analíticas’ (analizar, razonar, ponderar, pensar, racional) acompañan las frases para crear un ‘primado analítico’, y para el modo control, palabras no relacionadas con el acto de analizar (martillo, zapatos, saltar, etc.). Nuevamente la presencia de estímulos analíticos mejoró la reflexión analítica, y a su vez promovió la descreencia religiosa. El quinto experimento implicó una aún más sutil manipulación que no requiere que los participantes necesariamente realicen una tarea pre-diseñada para activar su pensamiento analítico. Se trata de un procedimiento ya establecido para forzar el pensamiento analítico, en este caso dificultando la información sensorial en un cuestionario sobre creencias en agentes sobrenaturales: las letras impresas consisten en tipografía legible, o difícil de leer. Los resultados confirman, finalmente, que el esfuerzo analítico para procesar un texto difícil de leer indujo un decrecimiento de las creencias religiosas, aún contestando un test sobre ellas mismas (ibid. p. 495). Por lo visto «algo que parece trivial» puede provocar un cambio significativo en las creencias religiosas, en palabras de Norenzayan para Scientific American.

Puede surgir la cuestión de que si bajo el efecto de un estresor, en los descreyentes religiosos puedan incrementarse los procesos intuitivos que subyacen al sobrenaturalismo. Bien, aunque no exactamente como lo que se sugiere, experimentos similares realizados quizás se cuentan con una mano, y el más claro a mi juicio es el de Subbotsky & Quinteros (2002). La diferencia es justamente que los participantes no eran explícitamente descreyentes religiosos, pero sí mostraron su «adherencia al ideal de racionalidad científica», y por tanto estaría demás dudar de que entre ellos sea significativa la falta de creencias religiosas (aunque, siendo escépticos, no necesariamente —otros estudios incluyendo religiosos e irreligiosos véanse en Subbotsky 2010). El hecho es que estos participantes de declarada racionalidad científica, ingleses educados, fueron engañados en este caso para, como aquí hacen Gervais & Norenzayan, ser forzados a manifestar pensamiento mágico en una situación potencialmente estresora, donde incluso había riesgo de daño físico. Lo llamativo es que lo hicieron en el mismo grado que otro tanto de participantes rurales mexicanos, básicamente analfabetos científicos. De hecho, Subbotsky puso a prueba su hipótesis de que el pensamiento mágico es en realidad un proceso inconsciente que aún la educación científica, ni el entorno cultural, logran eliminar. Por su lado, Bering (2010a2010b) habla de un experimento, no publicado, donde los ateos en un simple relato autobiográfico pueden referirse teleológicamente a los eventos importantes de sus vidas. En ateos «la necesidad de significado era un predictor significativo de la ideación y las creencias mágicas» (Nelson et al. 2020). Los ateos también pueden tener creencias implícitas sobre Dios y la vida después de la muerte (Heflick 2011), o estar «explorando formas de trascendencia» en el Camino de Santiago, igual de los teístas (Farias et al. 2019), además del ateísmo cristiano, las iglesias ateas, el ocultismo ateo y escéptico, y las plegarias ateas (todos grupos o movimientos que se autodeclaran legítimos ateos). Entonces, la idea es que el pensamiento analítico (aún sosteniendo una deliberada postura de agnosticismo o ateísmo, tal como con la educación científica) no tiene un impacto profundo sobre procesos automáticos (sean innatos y/o fijados culturalmente). Precisamente, Gervais & Norenzayan (2012 p. 496) comentan al respecto: «la gente todavía podrá manifestar [...] intuiciones teológicas o dualistas, aún anulando analíticamente las creencias teístas», lo que está en consonancia con tres estudios empíricos de Heiphetz, Spelke & Young (2015).

El quinto experimento de Gervais & Norenzayan (2012), implicando dificultad sensorial para forzar el pensamiento analítico, tiene un curioso parecido a los de Krummenacher et al. (2010: un nivel elevado de dopamina «disminuye la sensibilidad en las decisiones percepto-cognitivas, pero sólo en los escépticos, y hace a los escépticos menos [escépticos] y a los creyentes [en creencias paranormales] un poco más conservadores»). Lo curioso es que allí, en condiciones naturales, los participantes creyentes en lo paranormal fueron más propensos que los escépticos a identificar rostros ilegibles en un fondo de ruido. Es decir, opuesto a lo aquí mostrado, con la clara salvedad de que forzar un análisis de lectura es diferente de percibir imágenes difusas, aunque se supone que el Sistema 2 de todos modos participe en ambas circunstancias. Fue bajo los efectos de una hiperdopaminergia artificialmente inducida que los escépticos empataron a los creyentes en los aciertos perceptuales. Recordemos ahora que el sustrato neural mostrado para el control del Sistema 2 es el córtex inferofrontal: ciertamente es una región regulada dopaminérgicamente. Dado todo lo que se sabe sobre la dopamina (p. ej. en cuanto a procesamiento visuoespacial y motor), las funciones ejecutivas del córtex prefrontal y sus facultades inhibitorias, es plausible que la dopamina también regule el pensamiento analítico, la evaluación de proposiciones y la estructuración de un output lógico-gramatical. De hecho se tiene del análisis de 28 estudios de neuroimagen entre 1997-2010, que el razonamiento deductivo abarca un circuito fronto-parietal, incluyendo las regiones frontomedial y gangliobasal, empleando así representaciones visuoespaciales y basadas en reglas según los argumentos presentados (Prado et al. 2011). Es importante entonces notar que el razonamiento analítico no es en realidad un proceso independiente del aprendizaje (p. ej. reglas de razonamiento) ni de los estados emocionales o de la expectativa de recompensa, siendo que Prado et al. encuentran que el análisis de los argumentos categoriales se asocia precisamente a actividad inferofrontal/gangliobasal, lo que implica dadas las funciones de estas regiones, que estamos ante un proceso sintáctico/lingüístico (ibidp. 8). Adicionalmente, no hay que olvidar que ya se ha mostrado que las creencias cristianas involucran regiones asociadas según su aceptación o rechazo como verdaderas o falsas a la detección de la intención, la sensación de dolor y la expectativa recompensa (Harris et al. 2009).

Es posible que sea específicamente la exposición a estímulos gramaticales lo que incrementa la modulación dopaminérgica, que activa el proceso analítico inferofrontal. Cualquiera de los otros factores cognitivos, motivacionales y socioculturales que conducen a la descreencia, como cautelosamente notan con los autores, pueden estimular la modulación dopaminérgica. Aquí será de importancia saber que ésta se asocia fuertemente al córtex prefrontal medial, una región fundamental para la Teoría de la Mente, que a su vez soporta las creencias mágico-religiosas (p. ej. van Elk & Aleman 2017). Esto por un lado, ya que un estudio neurocientífico de Riekki & Lindeman (2014) encontró que tal región prefrontal se activa de manera diferente, con mayor o menor intensidad, cuando respectivamente creyentes sobrenaturales y escépticos observaron y calificaron animaciones de objetos geométricos que se movían intencionalmente o al azar. Es decir, los escépticos mostraron una menor activación de la Teoría de la Mente, precisamente la detección de la intención, para describir un conjunto de objetos en movimiento. Por otro lado, es muy interesante que el estudio mencionado arriba de Harris et al. (2009) haya encontrado que la falsedad de las creencias teístas implique dolor y displacer, porque otro estudio descubrió en un grupo de ateos y teístas que «el nivel de conductancia de la piel mostró que pedirle a Dios que hiciera cosas horribles era igualmente estresante para los ateos como para las personas religiosas y que los ateos estaban más afectados por las declaraciones de Dios que por el deseo o las declaraciones ofensivas» (Lindeman et al. 2014). Esto es, hubo una reacción emocional/fisiológica en los ateos, a pesar de haber informado que pedirle a Dios que asesine a parientes cercanos o a ellos mismos no les afectó: «los resultados implican que las actitudes de los ateos hacia Dios son ambivalentes, ya que sus creencias explícitas entran en conflicto con su respuesta afectiva» (ibid.). Por último, también hay evidencia empírica de que entre ateos la creencia en la ciencia se incrementa ante el estrés y la falta de control (Farias et al. 2013Rutjens et al. 2013Coleman et al. 2019), y en este sentido, la discusión del transhumanismo (movimiento ampliamente dominado por ateos) por la inmortalidad ya parece delirante (Singler 2017). Esto es análogo al incremento de las creencias mágico-religiosas bajo las mismas condiciones: los teístas abrazan más a Dios, los ateos a la ciencia, ambos bajo un mismo impulso, por lo menos en principio, intuitivo e irracional.

Aunque resulte extraño, en realidad no deberían sorprender ninguno de estos hallazgos dado que:
  • (A) el pensamiento mágico es una cognición automática e inconsciente, que es meramente inhibido mas no eliminado por el pensamiento analítico ni por la educación científica (los ya referidos estudios de Subbotsky; ver además Lindeman et al. 2016Garrett & Cutting 2017Wilson 2018);
  • (B) Dios es representado por la Teoría de la Mente sin mayor diferencia que cuando se representan a las personas reales (Bering 2011; pero ver Wigger et al. 2012), y por lo tanto también tienen el mismo aspecto emocional;
  • (C) la enculturación/socialización tiene un sustrato afectivo-emocional además de cognitivo que a su vez se hace relativamente inconsciente durante su aprendizaje y exposición a él en la infancia (en tanto el ateísmo aparece típicamente en la adolescencia) (ver p. ej. estos conceptos de enculturación cristiana; ver también Jarvis 2006);
  • entonces lo único que podría explicar que un ateo se vea perturbado fisiológicamente sobre la maldad de Dios es que (A)+(B) pero sobre todo (C) persisten en el cerebro del ateo.
Al parecer, el ateísmo es una declaración de naturaleza lingüística y analítica que no implica la desaparición del aprendizaje teísta, de naturaleza más bien intuitiva y emocional. Quizás el indicio más dramático aquí es que en muy inusuales ataques de epilepsia del lóbulo temporal, ocurren experiencias asociadas a Dios, aun siendo que en su estado consciente se trata de personas declaradamente ateas o irreligiosas (documental BBC «God on the Brain»; Hill 2014). Y el córtex temporal, por supuesto, es el principal asiento de integración de la memoria, el aprendizaje, las emociones, el reconocimiento facial y la agencia (Castillero 2014).

Por mi parte ya he reflexionado antes sobre la importancia, lamentablemente minimizada o de hecho negada por los descreyentes, de los factores socioemocionales que alientan la descreencia, más que la existencia de una ilusa «esencia racional» que conduzca al abandono de las creencias religiosas. Es decir, tanto como no existe un «Punto Dios» en el cerebro, tampoco lo hay uno «no-Dios»; del mismo modo que ni el Sistema 1 ni el 2 están exclusivamente recluidos para el teísmo ni el ateísmo, y como claramente vemos y sugieren los autores como uno de los posibles niveles de acción del pensamiento analítico, el Sistema 2 puede funcionar anulando las «cogniciones religiosas de orden elevado» (p. ej. la afirmación de existencia de Dios) aún existiendo un Sistema 1 de «intuiciones de bajo nivel» (como el pensamiento mágico). Entre tanto, el estudio de Kelemen & Roset (2009) referido como evidencia de una función efectivamente inhibitoria de las intuiciones de bajo nivel como las teleológicas, no deja claro que éstas en efecto desaparezcan, sino que, como sugerido más dramáticamente en pacientes con Alzheimer (Lombrozo et al. 2007), tal intuitividad permanece latente, y en cualquier circunstancia de interrupción del Sistema 2, domina el pensamiento (lo que es pues consistente con Subbotsky).

NOTA DE ACTUALIZACIÓN 25.03.2020
Los autores, Will M. Gervais y Ara Norenzayan, dijeron en Nature «ya no tenemos confianza en el hallazgo de que ver imágenes de El Pensador reduce la creencia religiosa», ya que «mientras que otros procedimientos experimentales informan efectos mediante los cuales el desencadenamiento del pensamiento analítico reduce las creencias religiosas reportadas, el registro de replicación de tales experimentos es inestable en el mejor de los casos y debe tratarse como provisional hasta que se realice un seguimiento con esfuerzos de replicación más rigurosos». La correlación en cuestión, que también fue explorada en 13 países, en 2018, resultó confiable en sociedades más religiosas (como USA), pero es débil o inexistente donde hay menos religiosidad (como China), «lo que apunta a una interacción del pensamiento analítico con la exposición cultural a la religión». Los autores finalmente esperan que nuevos estudios más rigurosos aclaren los resultados dispares (Gervais & Norenzayan 2018). Quizás en culturas más ateas «El Pensador» tenga una relación débil o nula con el pensamiento analítico de manera natural, porque éste ya se enculturizó en los individuos: «si uno quiere predecir el grado de creencia religiosa de un individuo, puede ser mejor saber de dónde es el individuo de lo que analíticamente piensa el individuo» (Gervais et al. 2018 p.6). Y en efecto, los datos empíricos apuntan a «la importancia de la familia, la educación y la variación geográfica para contribuir a la disminución de las creencias religiosas» (Strhan & Shillitoe 2019).

Schiavone & Gervais (2017 pp. 14-18) definen cuatro líneas causales para el ateísmo según sus motivaciones: 
  • Ateísmo de ceguera mental — incapacidad para representar de manera intuitiva agentes sobrenaturales;
  • Apateísmo — falta de motivación o indiferencia hacia la necesidad de creencias religiosas;
  • Ateísmo incrédulo — aprendizaje cultural y exposición a fuentes creíbles de religión limitados;
  • Ateísmo analítico — consecuencia del estilo cognitivo analítico.
En línea con esto, véase el análisis de Langston & Colleman (2019) que visualiza el sesgo intelectualista para explicar el ateísmo: «afirmaciones problemáticas de que las naciones o los individuos se vuelven más ateos debido a la educación directa, el aumento de la inteligencia, el "acceso a la información" en Internet o factores analíticos o intelectuales generales», donde éstos «probablemente juegan un papel principal en ciertos casos» (p. 24). Igualmente Langston (2019): «el argumento de que el ateísmo es el resultado de "pensar las cosas" no es del todo sólido, y las investigaciones futuras deberían reconocer que la evidencia disponible es mucho más variada de lo que se ha sugerido anteriormente». Hay por ejemplo evidencia de que la exposición durante la infancia a las 'muestras de credibilidad mejorada' (en inglés «credibility enhancing displays» o «CRED»: cualquier acción que sea costosa para un actor que —no necesariamente— tiene las creencias que defiende, lo que es percibido por otros y promueve la consolidación de sus propias creencias) predice el ateísmo (Langston et al. 2020). «Ahora sabemos (...) que los hijos no religiosos de padres religiosos desechan sus creencias por razones que tienen poco que ver con el razonamiento intelectual. La última investigación cognitiva muestra que el factor decisivo es aprender de lo que hacen los padres en lugar de lo que dicen. Entonces, si los padres dicen que son cristianos, pero han perdido el hábito de hacer lo que dicen que debería importar como rezar o ir a la iglesia— sus hijos simplemente no creen que la religión tenga sentido» (Lee 2018 refiriéndose al estudio de Lanman & Buhrmester 2017). En conclusión, los nuevos estudios seculares enfocados en la descreencia apuntan a que el ateísmo no surge necesaria ni exclusivamente de la esfera racional.
NOTA DE ACTUALIZACIÓN 29.07.2020
En efecto, las emociones resultan más importantes para decidir el ateísmo. Una nueva investigación a través de tres estudios reporta que la supresión de la expresión de emociones promueve el ateísmo. En el primer estudio 1059 participantes completaron una evaluación de sus tendencias de regulación emocional, donde los ateos tendían a aprobar afirmaciones como “cuando siento emociones positivas, tengo cuidado de no expresarlas”. En el segundo estudio, 247 participantes que fueron instruidos para ocultar sus emociones tenían menos confianza en la vida después de la muerte en comparación con los instruidos para sentirse libres de expresar sus emociones. Y para el tercer estudio, se grabó a 8 ateos y 8 religiosos mientras describían una experiencia reciente que los hizo sentir frustrados o molestos y una experiencia reciente que los hizo sentir felices o alegres; luego 100 participantes vieron los videos sin audio y calificaron la expresividad emocional, la confiabilidad y la simpatía de cada orador. Los participantes que vieron los videos desconocían la afiliación de cada orador. Se descubrió que los ateos eran vistos como menos expresivos emocionalmente en promedio en comparación con los individuos religiosos, especialmente cuando se trataba de manifestaciones de emoción positiva. Según investigaciones anteriores, la experiencia espiritual ha sido relacionada con las emociones positivas, y su manifestación (es decir que no habría lugar para la restricción de su expresión). En ausencia de una experiencia espiritual alimentada por una emoción positiva, una cosmovisión atea puede parecer más convincente. Como mostrado dentro de las limitaciones de este estudio, «parece que la supresión expresiva impulsa el ateísmo, en lugar de viceversa» (informe extraído de PsycienciaBurris 2020).
(Publicado originalmente en:
http://humanismonaturalistacientifico.blogspot.com/2012/04/la-descreencia-en-dios-es-analitica.html).


BILBIOGRAFÍA (por orden de citación):

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