lunes, 16 de diciembre de 2024

Dios y la nueva Física

Víctor Neira Martin[1]

Entrevistaron a Martin Heidegger cuando ya tenía una edad avanzada y el periodista preguntó algo así:

¿Podría usted resumir su filosofía en pocas palabras?

A lo que Heidegger respondió:

“La cuestión metafísica más directa que todos enfrentamos es que existe algo, pudiendo existir la nada.”

Ese “algo” al que se refería el filósofo es lo que podemos llamar “realidad”, “mundo” y cuya existencia, hasta donde alcanzan mis conocimientos, ningún filósofo ha negado. Ni siquiera Berkeley, con su “Esse est percipi” niega la existencia de una realidad externa al sujeto e independiente de él.

Que ese “mundo” pueda ser comprendido eso ya es harina de otro costal.

De ese asunto se ocupa la Física. De comprender cómo funciona el tiempo, el espacio, la materia y cómo interactúan unos con otros.

La Física clásica, entendiendo como clásicas la mecánica hasta el siglo XIX y la teoría electromagnética hasta J. C. Maxwell, concebía un “espacio absoluto” newtoniano: tres ejes coordenados ortogonales con origen común y un tiempo absoluto, único para todos los fenómenos del Universo. La mecánica utilizaba (todavía utiliza) conceptos que pueden “visibilizarse”: momento lineal (p=mv), momento cinético (M=Iα), energía. El electromagnetismo trabajaba (y trabaja) con fenómenos identificables y medibles: carga eléctrica, campo magnético, voltaje. Hay que señalar, sin embargo, que, con respecto al electromagnetismo, conocemos los fenómenos involucrados y las correspondientes medidas, pero (en el estado actual de la ciencia) no sabemos responder a la pregunta: ¿qué es la electricidad?

En un estado tal, en la cumbre de la Física clásica, en el año 1895, un físico como James Jeans afirmaba: “La Física ya es una ciencia casi concluida; pocos avances ocurrirán en el futuro”. Ni se imaginó lo que venía.

Sólo había una “molestia” para los físicos: el experimento de Michelson-Morley que detectaba que la velocidad de la luz era la misma en cualquier dirección, sin importar la velocidad de la fuente emisora.

Y aparecieron los aguafiestas.

En el año 1905, Albert Einstein publicó su célebre trabajo “Sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento”, que sentaba las bases de la Relatividad especial. Las transformaciones de Lorentz ya se conocían desde antes, pero fue la Relatividad especial la que les dio interpretación física más allá del formalismo matemático.

Fue el primer paso para el gran legado de Einstein: la Teoría de la Relatividad (la especial y la general), que es una nueva estructura del espacio-tiempo (ya no espacio y tiempo separados, sino influenciando uno en el otro).

Por otro lado, el 14 de diciembre de 1900, Max Planck, al intentar explicar la radiación del cuerpo negro, planteaba, ante la Academia de Ciencias de Berlín, la primera hipótesis cuántica: E = hv.

Habían nacido las bases de las dos columnas de la Física moderna: la Teoría de la Relatividad y la Teoría Cuántica. Es lo que nosotros llamamos la nueva Física.

¿Qué tiene que ver Dios en este asunto?

Nada, para el que quiera circunscribirse a la Física. Un buen físico no mete a Dios en sus asuntos.

Pero, para quienes gustamos de reflexionar sobre las bases mismas de la ciencia, caben varias cuestiones.

Primero, desde el punto de vista cosmológico. Si la ciencia se ocupa de fenómenos (que se repiten de acuerdo con leyes), hay un problema cosmológico ineludible. El cosmos (Big Bang o lo que fuera) se creó una vez; no se crean universos a diario. Y la creación del Universo fue un fenómeno muy sui géneris. Si se produjo, se produjo sólo una vez (es lo detectado hasta el momento). Es decir, desde este punto de vista, por haber ocurrido sólo una vez, la creación del Universo es un milagro. Decir que Dios creó el Universo es, en cuanto a pensamiento, económicamente desaconsejable. Si Dios creó el Universo ¿quién creó a Dios?

Segundo, la Física cuántica es la física del micro mundo, es la física que nos explica, por ejemplo, el comportamiento de las partículas subatómicas. Y lo desconcertante de la Física cuántica es que a nivel subatómico hay fenómenos que no tienen correlato en nuestro mundo cotidiano: el entrelazamiento cuántico, el colapso de función de onda, el salto cuántico, la decoherencia. ¿Las leyes de la Física, dictadas por Dios, serían de dos tipos? ¿Unas leyes para objetos macroscópicos y otras leyes para objetos microscópicos? ¿O Dios además de omnipotente, omnisciente, eterno, es esquizofrénico?

Algo más, ¿qué ocurre con la función de onda?

Como sabemos, la función de onda expresa el carácter ondulatorio de los fenómenos cuánticos. Dios, ¿también es una vibración, pero de frecuencia indetectable?

Tercero, con respecto a la gravedad cuántica y a las singularidades del espacio-tiempo.

Una de las dificultades para detectar las ondas gravitacionales es que la fuerza de gravedad es muy débil en comparación con las otras dos, la fuerza nuclear fuerte y la fuerza electrodébil. Así, la medición de las ondas gravitacionales se hacía muy difícil en la práctica.

Sin embargo, en un agujero negro, en una singularidad del espacio-tiempo, la gravitación es tan intensa que se convierte en la fuerza prevalente. Las otras dos fuerzas pasan a ser poco relevantes.

Y aparece una dificultad. No podemos “observar” los “fenómenos” de los agujeros negros. Podemos medir la temperatura, la radiación, el momento angular, de las estrellas y otros cuerpos celestes, pero no sabemos qué ocurre al interior de un agujero negro más allá del disco de acreción. La existencia de los agujeros negros se deduce por las variaciones del campo gravitatorio (si hay fuerzas de gravedad que desvíen los cuerpos celestes deben ser a causa de una masa muy grande), pero no podemos hacer mediciones en el interior. Surge, entonces, un problema. Si la Física (como toda ciencia) trabaja con fenómenos, ¿cuáles son los fenómenos relativos a los agujeros negros?

Las que hemos llamado las dos columnas teóricas de la Física moderna, la Teoría de la Relatividad y la Teoría Cuántica, colisionan con nuestra experiencia cotidiana. Hablar de un espacio-tiempo de cuatro dimensiones, hablar de cantidades imaginarias y de funciones de onda que satisfacen la ecuación de Schrödinger suena a hablar de garabatos que no tienen más existencia que la pizarra.

Dice en el Génesis:

“Dios creó el mundo…”

“con una ecuación diferencial”

Fue lo que añadió un matemático, un analista, llamado Andrew Forsyth, a comienzos del siglo XX.

Lo central de lo expresado por Forsyth está en la profunda (y misteriosa) armonía que subyace a la “realidad”, a ese “algo” mencionado por Heidegger. Y el misterio, aún más profundo, de por qué las matemáticas pueden hacer visible lo invisible.

Para comprender los agujeros negros sólo tenemos ecuaciones y modelos matemáticos que nos permiten describir y comprender la naturaleza de cada uno de los distintos tipos de los mismos. Para comprender el mundo cuántico tenemos que resolver la ecuación de Schrödinger.

La gran pregunta que intenta responder filosofía de Platón es ¿Qué es lo real?

Platón mismo nos advierte contra el sueño, el engaño y la fantasía, los que pueden conducirnos a error con respecto a lo real.

Y, sin embargo, las matemáticas son fantasías que pretenden conducirnos a la comprensión de la realidad.

Kant advirtió que mi yo, Dios y el mundo (como una totalidad) no se presentan como fenómenos.

Para entender al mundo (fenoménicamente) nos sirve la Física.

¿Y para comprender a Dios? ¿La metafísica?

¿Dios es real?

Evangelio de San Juan, capítulo 1, versículo 18: “A Dios nadie lo ha visto”



[1] Licenciado en Matemáticas por la Universidad de Niza y director académico de Matemáticas por el Perú.

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