Dante Bobadilla Ramírez, Lic. en Psicología, Universidad Inca Garcilazo de la Vega (UIGV), Mag. en Psicología clínica y doctorando, Universidad de San Martín de Porres (USMP)
Correo-e: ldbobadilla@gmail.com
Una postura muy común entre los creyentes consiste en afirmar que el ateísmo es otra forma de creencia, y que el ateo también tiene fe en algo. Esta es otra de esas ideas simples y espontáneas que surgen desde el desconocimiento absoluto, y confirma que las personas son capaces de hallar respuestas de todo tipo con solo intentarlo. Es una capacidad humana que ha permitido abrazar toda clase de creencias, no solo religiosas, en la búsqueda de respuestas a toda clase de inquietudes. Las creencias religiosas son solo una de las muchas clases de creencias que conviven en la mente de las personas. Todas las creencias humanas han surgido como intentos simples de explicar cosas que no se entienden. Esto ha sido así desde el origen de la humanidad, por lo menos desde que se tuvo conciencia. Y es solo por esto que siempre hemos convivido con creencias de todo tipo, no solo religiosas, repito. Hay creencias sobre deidades, pero también otras creencias místicas sobre diversas entidades como espíritus (buenos y malos), fuerzas ignotas como “la energía”, (sea de la madre Tierra, del Cosmos, las piedras, Machu Picchu o lo que se les ocurra), la conjunción de los planetas, el karma, la influencia de la naturaleza (montes, bosques, aire, agua, etc.). La única ventaja de las religiones dominantes es que han sabido dejar por escrito sus creencias, contar buenas historias, organizarse mejor y, sobre todo, aliarse con el poder. Esa es toda la diferencia. Lo cual no impide que la gran mayoría de las personas conviva con un verdadero sancochado de creencias en la cabeza, ya que a la par de sus creencias religiosas, permanecen llevándose por la superstición, el ocultismo, la chamanería, la brujería, la santería, la astrología y otras muchas formas de creencia bastante extendidas. Si bien es cierto que la cara más visible de las creencias populares es la religión, eso no debe llevarnos a ignorar que la gran mayoría convive aun con una amalgama de creencias muy amplias y diversas. Por algo son todavía muy populares los brujos, chamanes y curanderos, así como la venta de toda clase de supercherías místicas y milagrosas.
Un ateo es alguien que simplemente está liberado de creencias y que no necesita creer. Esto es importante destacar, pues hay además ciertas condiciones psicológicas que llevan a las personas abrazar ciertos tipos de creencias, además de la ignorancia, por supuesto. De hecho existe el tipo de “personalidad mística”, muy bien descrito por la psicología. Pero sigamos con el ateo. Decíamos que el ateo no tiene esta necesidad de creer. No es que el ateo tenga otra creencia sino que no tiene ninguna. Para el ateo bastan las explicaciones racionales de la ciencia o incluso ninguna. Muchos ateos son gente práctica que vive confiando en conocimientos extraídos de comprobaciones fácticas, y no les interesan cosas misteriosas como “la trascendencia de la vida”. Unos tenemos incluso el arrojo de enfrentarnos a las supersticiones más populares, como el de pasar por debajo de una escalera sin ningún temor. Otros, prefieren las explicaciones de la ciencia y las buscan. Por supuesto, los creyentes también insisten en que la ciencia es otra clase de creencia, pero siguen en un error. Las matemáticas, por ejemplo, no son creencias. Si usted cuenta cinco dedos en cada una de sus dos manos puede estar seguro de que tiene diez dedos en total. La física es el estudio de la realidad y sus enunciados son comprobables, por lo que no hace falta creer a ciegas, como en el caso de las creencias irracionales. Basados en los datos de la ciencia física los científicos pueden programar un viaje por el Sistema Solar hacia un planeta específico, algo que no sería posible si fuera una creencia, pues las creencias no se sustentan en la realidad sino en la fantasía. Para decirlo de modo más simple: una creencia es una idea que surge de la imaginación y pervive en la fantasía, mientras que el conocimiento científico surge desde la realidad y se somete a comprobación experimental. Es una enorme diferencia. De ninguna manera pues puede sostenerse que la ciencia es otra forma de creencias. Quien afirma tal cosa simplemente no conoce lo que es la ciencia.
Por último, hablemos de la fe. Para decirlo de una manera simple, la fe es una especie de obsesión que lleva a creer ciegamente en algo que no existe, no se puede ver ni se puede comprobar, y que por lo tanto permanece solamente a nivel de la fantasía y la retórica. Por eso es propio de la charlatanería mística, donde cualquier cosa puede ser dicha sin temor, pues no hay forma de comprobarla. Este es el arte de los predicadores que hablan de cosas tan misteriosas como la “voluntad de Dios”. Todo lo que requiere de fe, lo hace porque al no ser parte de la realidad, no hay otra manera de convencerse de su certeza más que por un acto de fe, es decir, por el puro deseo de creer. Hasta cierto punto, la fe podría ser una especie de perversión mental consistente en otorgarle características reales a cosas que solo existen en la imaginación y el discurso. Cuando ocurre esto a nivel de las fantasías personales, entonces hablamos de psicosis. No necesitamos de la fe para percibir la realidad, pues para ello bastan los sentidos. La fe es una exigencia mística impuesta por los charlatanes para que la gente admita sus enunciados sin exigirles pruebas de lo que dicen. Para colmo, les hacen creer que tal sometimiento mental es una virtud. Y no cualquier virtud, sino la más importante.
Cada vez que la ciencia encuentra respuestas que destruyen creencias, los creyentes huyen más lejos para refugiarse en los rincones donde la ciencia aun está conjeturando, aunque tengan ya teorías muy fuertes, como el origen del universo y de la vida. Muchos creyentes siguen predicando sus pamplinas acerca de cuestiones que ya han sido plenamente explicadas por la ciencia, pero que los creyentes siguen ignorando o prefieren combatir porque ataca los principios de su fe, como es el caso de la evolución de las especies. Incluso han llegado a prostituir la ciencia para socavar sus cimientos y vender sus embustes en empaques seudocientíficos. Así han llegado al ridículo de montar una “ciencia cristiana” con teorías descabelladas como el “diseño inteligente”. Toda “ciencia cristiana” es una seudociencia que, detrás de sus conceptos enrevesados, sigue basándose en creencias de la religión, como la voluntad de un ser supremo. Al final, esta seudociencia cristiana siempre necesita apelar a la intervención divina para explicar el “misterio” con el que ha chocado. Nada nuevo, en realidad.
El ateo no es pues otro creyente. Es solo alguien que no necesita creer y que prefiere la realidad antes que la fantasía. La vida de un ateo es mucho más simple, no necesita de oraciones para esperar ayuda divina, ni de charlatanería dominical, ni de ritos. No necesita creer en la vida eterna para controlar su angustia existencial, ni en la salvación de las almas para confrontar su temor a la muerte. El ateo se conforma con lo que hay. No necesita llenar la casa de espíritus para sentirse acompañado. No requiere pedir ayuda a seres imaginarios mediante rituales absurdos. No requiere de bendiciones, amuletos o talismanes para sentir confianza en la suerte. El ateo, es, en suma, una de las personas más cuerdas y mentalmente más sanas.
Si me preguntan qué te puede llevar al ateísmo la respuesta más simple e inmediata es el conocimiento. Pero no cualquier conocimiento. Si eres un especialista en cualquier área específica de la ciencia, como la medicina o la química, eso no te llevará al ateísmo porque esos conocimientos no tienen conexión alguna con tus creencias. No todas las especialidades de la ciencia colisionan necesariamente con las creencias religiosas, por lo que no es raro encontrar cierta clase de científicos creyentes, aunque la mayoría de ellos probablemente hayan descartado ya muchas de sus supersticiones. La mística religiosa se mantiene a pesar de los conocimientos científicos, a menos que colisionen con enseñanzas religiosas. Para los creyentes, el cielo sigue siendo desde la más remota antigüedad, el escenario místico por excelencia. Todavía hoy se habla del cielo como el lugar donde reside Dios. Pero hoy, gracias a la ciencia, sabemos que no existe ese lugar místico descrito por las creencias religiosas. Sin embargo, esta comprobación fáctica no ha eliminado las creencias místicas alrededor del cielo. Nada ha cambiado para las religiones. Lo que ha pasado es que mantenemos en paralelo el conocimiento científico de la atmósfera y las creencias místicas del cielo. Esto mismo ocurre con muchos científicos que llevan en paralelo sus conocimientos junto con sus creencias, como los médicos que actúan usando sus conocimientos de los principios biológicos que gobiernan el organismo y, sin embargo, siguen invocando ayuda divina. Esto es algo que solo la psicología puede explicar.
Finalmente, estoy convencido de que no hay mejor cura para el mal de las creencias que el conocimiento de esas mismas creencias, es decir, su historia. ¿Por qué la gente no cree en Supermán? Porque todos saben que se trata de una historieta creada por un autor. Y lo mismo pasa con Papa Noel, en quien la gente deja de creer apenas conoce el origen de este mito. Conocer el origen de una creencia puede ayudar mucho a desmontar el mito. Lamentablemente esto es algo que no se enseña. Solo se les enseña la Biblia pero ignoran los orígenes y vericuetos que han pasado los libros de la Biblia a lo largo de 5 mil años. Pero resulta sorprendente y desalentador que en pleno siglo XXI una cuarta parte de personas siga creyendo literalmente en lo que dice la Biblia.
En resumen, podría decir que un ateo es alguien que simplemente conoce el origen de las creencias religiosas, así como la historia y los mitos de los pueblos antiguos, pero sobre todo, la historia de las religiones. A nosotros ya no nos cuentan cuentos. Y, en efecto, es cierto que la verdad nos hace libres.
Revista humanista secular que promueve una filosofía y una ética --sin religión-- basadas en la razón y la ciencia. Publicada originalmente por el Movimiento Peruano Humanista Arreligioso (MPHA) y actualmente por el Instituto Humanista Racionalista del Perú (IHURA-PERÚ). Correo-e: humanarazon_peru@yahoo.com
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Por que as pessoas se tornam ateus?
ResponderEliminarO que leva uma pessoa ao ateísmo e à irreligiosidade?
Esta é uma pergunta muito boa, mas, infelizmente, pode não ser muito fácil de responder, mas fácil de entender. Há, talvez, como muitas razões para ser ateu, pois há ateus e o “fator deus”. O que quero dizer com isto é que o caminho para o ateísmo tende a ser muito pessoal e individual, com base nas circunstâncias específicas da vida de uma pessoa, experiências e atitudes.
No entanto, é possível descrever algumas semelhanças gerais que tendem a ser bastante comum entre alguns ateus, especialmente os ateus no Brasil. É, no entanto, importante lembrar que nada nestas descrições gerais é necessariamente comum a todos os ateus, e mesmo quando ateus fazem partilham características, não se pode presumir que elas são compartilhados com a mesma intensidade.
A razão particular pode desempenhar um papel muito grande para um ateu, um papel muito pequeno para outro, e absolutamente nenhum papel para um terceiro. Você pode razoavelmente assumir que estas generalidades pode ser verdade, mas para saber se elas são verdadeiras e como verdadeiro. Fazem as perguntas básicas que devem ser feitas sobre qualquer religião:
"É verdade?" "É moral?" "É a melhor resposta possível?
"http://livrodeusexiste.blogspot.com/search?q=ateu