sábado, 29 de agosto de 2020

RELACIONES ENTRE ATEÍSMO, FILOSOFÍA, MISTICISMO Y RELIGIÓN

Omar Hermoza Delgado
Artista plástico y autor independiente
Correo-e: omardelgadopinturas@gmail.com

Liber Divinorum Operum, o el hombre universal de santa Hildegarda de Bingen, 1185 (copia del siglo XIII).


Resumen: Se plantean las relaciones entre la metafísica, tanto filosófica como mística, la religión y el ateísmo. Dentro de la visión metafísica, se propone una explicación a una posible visión racional sobre los orígenes de las creencias en las divinidades, vistas por los pensadores de la antigüedad; una visión muy distinta de lo pintoresco popular.
Palabras clave: metafísica, filosofía, misticismo, religión y ateísmo.

Abstract: The relationships between metaphysics, both philosophical and mystical, religion and atheism are raised. Within the metaphysical vision, an explanation is proposed to a possible rational vision on the origins of the beliefs in the divinities, seen by the thinkers of antiquity; a very different vision of the popular picturesque.
Keywords: metaphysics, philosophy, mysticism, religion and atheism.

Existe un ciclo entre las cuatro ramas, siendo una el enlace, consecuencia y reacción con respecto de la otra. El pensamiento humano muestra en su inmensa diversidad, continuos ensayos con un éxito y fracaso parciales, de comprensión y relación con la realidad, con el entorno y la interioridad personal, en cuya subjetividad surgen símbolos cuya expresión conduce hacia lo colectivo: de manera que los símbolos se convierten en paradigmas sociales que influyen a lo largo del tiempo, consciente e inconscientemente, a la vez que van sufriendo variaciones.

Una constante observable a lo largo de la historia en una mayoría dentro de los grupos humanos, siempre ha sido la inseguridad, la necesidad de encontrar un punto de apoyo, una guía, un mapa con reglas en lo posible claras y sencillas y una figura humana que provea tal seguridad, como la figura materna y paterna, la de un gobernador justo y protector, y luego cuando los atributos de los mismos son en las creencias, elevados a la máxima potencia posible en seres que trascienden la finitud (y visibilidad) humanas: surge la figura de la divinidad antropomorfa (este no es más que uno de los varios factores que hacen surgir a las divinidades).

Sin embargo, no es la mayor parte de la población quien produce el constructo intelectual de las divinidades, aunque sí le dan fuerza en su transmisión al convertirse en una colectividad de fuerte raigambre: sino, más bien una minoría. Pues también siempre ha sido una constante dentro de los grupos humanos, que es una minoría aquella que sentirá una necesidad sin duda superior a las necesidades básicas de seguridad, de las mayorías: la voluntad de quien hace preguntas, quien haciendo uso de su intelecto agudo plantea respuestas a esas preguntas, creando un despliegue conceptual -que indefectiblemente, se verá siempre influenciado por las bases de un despliegue anterior cuyo origen se desdibuja en el pasado, transmitido por tradiciones tanto orales como escritas-.

Por ejemplo al indagar sobre qué es aquello que se encuentra detrás de los aspectos de seguridad en tanto creencias que muestra toda sociedad, cuáles son sus orígenes, se puede encontrar que en la figura de autoridad o en la figura de quien protege, o quizás de quien “transforma el mundo” (algún emperador), un hacedor, o la figura de quien seduce, o la de quien imparte justicia: en cada persona que tenga esos atributos, los mismos son observables no en una sino en varias generaciones, es decir: se observa que los atributos de esas personas son algo que está más allá de ellas mismas, atraviesan el tiempo, por lo cual concluyen e imaginan que los atributos son como espíritus, que aunque sean algo inaprensible tienen una existencia en sí, pero “necesitan manifestarse” y lo hacen por medio de las personas. “los espíritus poseen a las personas”, interpretaban.

Por ejemplo: los atributos de la mujer alfa que seduce, que hace perder la cabeza a los hombres, cuya sensualidad es completamente irresistible: el pensador antiguo observa que ese conjunto de atributos, que desde ahora llamaré arquetipo, efectivamente se expresa en los períodos de juventud de ciertas mujeres, a través de distintas generaciones. Pudo haber surgido de esa manera, el arquetipo de Venus.

Pero aquí, veamos qué sucede en la diferencia existente entre el arquetipo en sí, como idea y estructura de rasgos psicológicos, y el arquetipo “manifestado en las personas”, es decir qué es lo que sucede directamente con las personas: y sucede que tienen una fuerte parcialidad, limitaciones. En cambio un arquetipo puede presentar ciertas cualidades, y en virtud de ellas tiene en su naturaleza una continuidad perpetua y no presenta cambios, modificaciones.

Luego argumentaré, con la geometría usada como analogía, el porqué los arquetipos permanecen inmutables, a diferencia de “sus manifestaciones” en las personas. No se puede decir que un arquetipo de una naturaleza A, de pronto se comporte como uno de naturaleza B, sino que simplemente el de naturaleza B es otro arquetipo, porque si A se convierte en B, dejaría de existir A. Simplemente B tiene otras propiedades o atributos, tiene su propia naturaleza.

Sin embargo, a diferencia de los arquetipos, en las personas el carácter no es permanente sino que está sujeto a cambios. Si una persona tiene el comportamiento virtuoso de algún arquetipo, ese comportamiento tiene un límite con la llegada de cambios en los estados anímicos, en los cuales se manifiesta la debilidad humana; o los cambios en las personas pueden también presentar comportamientos aleatorios de arquetipos distintos, por ejemplo una mujer en tanto seduce se comporta como Venus, pero si por otro lado está entrenada para la guerra, en la batalla su comportamiento será el del arquetipo Marte, y a Marte se encomendará para tomar su valor y fortuna.

Luego, siguiendo el ejemplo el arquetipo Venus, los antiguos podían concluir que al ser inmutable en sí, adquiere una mayor potencia antes de ser “manifestado” en tal o cual dama. Porque a parte de ser natural el proceso de idealización del arquetipo pensado, al ser las virtudes de Venus no sujetas a los cambios y limitaciones propiamente humanos, acrecientan la cualidad de su carácter por la permanencia del mismo y por tanto se verán exaltadas a la máxima potencia posible, el arquetipo adquiere entonces una pureza en sí, surgiendo de esa manera un atributo común que daban los antiguos a los dioses: el de un poder que sobrepasa las fuerzas humanas.

Es decir no sólo tiene permanencia inmutable y pureza de carácter, sino que no nace ni muere, pues se manifiesta a lo largo de varias generaciones y tiene en sus cualidades un poder mayor que el humano, y son esos poderes los que "serán transmitidos a las personas", reconociendo las personas “el poder de Venus” y solicitándolo, el arquetipo influye y determina lo mejor del comportamiento: cuando una mujer está inspirada en Venus, actúa naturalmente con sus atributos y en ese actuar, para los antiguos se hace divina e irresistible.

Y existiendo otros conjuntos de caracteres de comportamiento humano, arquetipos, los cuales siendo inaprensibles en sí, vistos con un ojo metafísico pasan a tener un nivel ontológico superior aunque sean “existentes en otro” en lenguaje aristotélico: a la observación del hombre antiguo de los distintos caracteres psicológicos y a las conclusiones ya explicadas anteriormente sobre la atemporalidad de esos caracteres en sí, surgen así varios otros arquetipos: como el del padre protector, el del guerrero, el del juez, el arquetipo del salvador del alma humana (siendo el original Dioniso, que es muy anterior al Cristo, el cual resulta ser en buena parte una modificación sincrética del anterior) los cuales serán llamados Dioses, y el conjunto de los mismos: panteón.

Es un error desde la actualidad, el mirar el pasado caricaturizándolo, reducir a los Dioses de la antigüedad a meras fantasías pueriles, menospreciando el intelecto el hombre antiguo y reduciendo la explicación a los temores frente a la naturaleza y las necesidades muy humanas, de refugio. Porque una cosa es el significado de los Dioses de cara a los pensadores antiguos, que muy posiblemente tiene que ver con lo que aquí planteo, y otro muy distinto el que le da el vulgo, ante cuya simplificación que deriva en superchería cabe con toda justificación, el escepticismo, es decir: el ateísmo. No se tienen registros históricos de los orígenes precisos de dichas divinidades, sólo aproximaciones a momentos en los cuales los cultos ya estaban en marcha. No hay un caso en el que se diga que una determinada divinidad antigua fue propuesta, creada desde cero, por algún autor específico y quienes afirman ello por ejemplo del cristianismo, que se sabe no tuvo fundación, no habla de historia sino de pseudohistoria.

Normalmente las religiones tienen un origen difuso y con múltiples factores de origen y suelen tener participación sincrética con otras anteriores. Si se carece de tales casos de orígenes fundacionales nítidos es debido principalmente, a algo que mencioné anteriormente: los despliegues conceptuales son siempre modificaciones de anteriores, unas veces más simples y otros con mayor complejidad, de modo que el origen se pierde en el pasado remoto.

Y a pesar de que carecemos de un conocimiento cabal y detallado acerca de los orígenes de muchas divinidades, podemos suponer de manera indirecta, por el contenido  simbólico que tienen muchas de ellas y por registros más específicos de profundo pensamiento metafísico en la antigüedad: que sus orígenes tuvieron que ver con reflexiones profundas, observaciones tanto del origen de los caracteres humanos como de los ciclos de la naturaleza. Un panteón de Dioses, pudo haber representado una instancia superior de realidad del modo en que concibe Platón: “el mundo de las ideas”, o como lo concibe Jung: la vastedad del inconsciente colectivo y del universo onírico.

En una visión metafísica, las ideas son instancias anteriores a lo que llamamos realidad -no anteriores en tiempo, pues el tiempo no existe pero eso lo dejamos para otro artículo, sino anteriores como fundamento de origen- sin embargo, aún teniendo un carácter inaprensible: las ideas determinan la realidad, ya sea en el carácter humano desde los arquetipos, como en todo el universo observable desde las leyes de la física.

Si concluimos que el arquetipo Venus es anterior al comportamiento y características de las mujeres bellas y seductoras, más allá de lo humano: es posible concluir que la concepción platónica del “mundo de las ideas” es aplicable también a las leyes naturales, como la geometría y las leyes de la física. Un ejemplo: la forma geométrica de un hexágono es incorpóreo, inaprensible.

Pero cuando observamos cuerpos naturales como un panal de abejas, o los hexágonos de piedra en la playa Calzada del Gigante en Escocia, a un análisis minucioso podemos concluir que estos cuerpos son “diversas manifestaciones del hexágono”, es decir: el hexágono es preexistente a la materia. De la misma manera en que los arquetipos son preexistentes a las personas en las cuales se manifiestan. Pero tanto el hexágono o cualquier forma geométrica como los arquetipos, no son sólo trascendentes a “los cuerpos a los cuales determina” sino que son también, inmanentes pues las ideas o formas son indisolubles de los cuerpos. Lo cual nos lleva al concepto Panenteísta: quizás la palabra mejor acuñada para determinar el concepto del Dios de Spinoza.

Un hexágono no es una propiedad emergente de un panal de abejas o de cualquier otro cuerpo sólido, como si éstos fueran la causa y el hexágono, el efecto: pues no se puede tener un efecto con múltiples causas inconexas entre sí, cuando las causas son variables mientras el supuesto efecto es permanente. El hexágono sigue existiendo, si el panal de abejas se descompone o si las rocas son destruidas por alguna acción externa. Todo cuerpo material es susceptible de transformación en su forma, sin embargo la forma geométrica en sí, permanece invariable, es eterna y preexistente. De ahí la conclusión lógica de la superioridad de las ideas, como sostiene Platón.
Si pasamos de la filosofía a la ciencia: se considera que la geometría, si bien no la euclideana, es la estructura del universo (José Luis Fernández Barbón, Dr. en física teórica de la Universidad Autónoma de Madrid). Por último, no sólo Platón y otros metafísicos de la antigüedad como Lao Tse consideraban la realidad material como algo ilusorio, sino que hoy, en física cuántica se sabe que los átomos están prácticamente vacíos, a un 99.99...% y aquello que percibimos sólido, no es más que la repulsión entre electrones de carga opuesta.

Siendo una minoría en las sociedades, quienes construyen complejas concepciones: es ahí donde tenemos al filósofo metafísico, pero luego del metafísico se tiene al místico: que más que plantear amplios desarrollos conceptuales se involucra sentimentalmente con la cosmovisión, interioriza profundamente y en su búsqueda surgen irremediablemente en la mente los símbolos arquetípicos propios de su cultura, fuertemente cargados de emocionalidad.

Cuando el místico no detiene su búsqueda, abandonando toda seguridad ilusoria dada por las ideas religiosas -a menudo el místico parte de la religión, lo que lo hace menos independiente que el filósofo- los símbolos y todas las formas en la mente se disuelven a medida que va encontrando una causa anterior a otra, hasta que encuentra “el fondo de los fondos”, una causa que origina a todas las causas: aquella que carece de forma, es indescriptible, inaprensible, causa de sí e infinita en sí, pero manifestada en formas, arquetipos y finalmente todo lo observable.

Para el metafísico tanto filósofo como místico, todo lo existente es una manifestación múltiple e infinita, como efectos de múltiples causas en diversos niveles, de una causa primera que no tiene forma alguna y que podemos identificar con el Ápeiron de Anaximandro de Tales, o el Tao. Cuando el metafísico experimenta emocionalmente esas instancias profundas, si es budista llama a la experiencia Nirvana. El nombre no importa: la experiencia tiene carácter universal y cada autor lo expresa de manera propia y enmarcada en los símbolos de su respectiva cultura, pero con una estructura común que subyace a todas las formas externas de lenguaje.

Luego está el religioso: se trata de aquel cuya búsqueda no es búsqueda real, sino necesidad de refugio. Pero el que tiene esa necesidad, no puede refugiarse en algo que es infinitamente inaprensible: no se puede refugiar en el Tao, sino en una de tantas derivaciones arquetípicas ya antes explicadas es decir ya sea en varios Dioses o en un Dios. Porque nada puede apoyarse realmente en el vacío -o en lo infinitamente indeterminado, que es la Sustancia spinoziana- sino que para apoyarse se necesita de una forma y determinación; de ahí la necesidad del arquetipo divino, al cual equivocadamente el religioso suele atribuir el ser causa de sí, cuando en realidad todo arquetipo sólo puede ser causado por aquello que no tiene forma ni definición alguna: nuevamente, el Tao o la Sustancia de Spinoza.

El líder religioso es el intérprete del místico metafísico, frente al pueblo. Es el que se encarga de simplificar el discurso, quitando en lo posible los aspectos intrincados en favor de la seguridad aparente que muestran los arquetipos divinos -Dioses, Dios- y convertir en dogma de verdad inamovible, los aspectos que más le convenga del planteamiento del pensador, es decir aquello que originalmente es búsqueda fluida, el religioso se encarga de detenerla y dar una apariencia de ley pétrea, para ofrecer una muy vendible seguridad.

Otro problema que surge de la religión son los atributos fantásticos que van adquiriendo los arquetipos: ya no son algo observable como (puede que lo veían, según lo que planteo) los pensadores, sino que la idealización de los mismos los lleva a la fértil imaginación, a considerar milagros sobrenaturales, cuyo discurso pintoresco y mítico es un néctar para las mentes más simples y que están prestas a impresionarse con historias de trucos baratos, para las mayorías no instruidas, como sabemos apelan a la emocionalidad y a la contundencia de la belleza gracias a las representaciones artísticas. Al ser el discurso religioso mucho más visible y popular en relación al del místico metafísico -aunque la transmisión de la biografía de los místicos suele ser adornada con historias pintorescas de “milagros”- y en relación al filósofo metafísico, la idea de Dioses y Dios, la popularidad misma del discurso religioso y su monopolización del término Dios: todo ese conjunto genera rechazo en cualquier mente mínimamente analítica, que no se deja llevar por la avalancha popular del folclore religioso, de ese rechazo nacerá el ateísmo.

Antes, para terminar con el carácter del místico metafísico: su sello es la individualidad, según ellos mismos admiten “su vínculo es directo con Dios”, no necesitan por tanto de “los representantes”, que son los sacerdotes religiosos, y a menudo los místicos son apartados de las comunidades religiosas e incluso perseguidos, como lo muestra la historia dentro de las más diversas tradiciones.

Mientras en el religioso, la necesidad de seguridad se manifiesta también en el gregarismo, y del gregarismo surge también otro carácter, una fuerte sensación de seguridad contagiada por las expresiones devocionales de las personas, de las imágenes que adoran y de los discursos de los sacerdotes cuya ensayada entonación de voz no admite cuestionamiento alguno; mientras el místico, lejos de sentirse seguro e inamovible en el dogma, va cambiando las formas de su pensamiento a medida que realiza su búsqueda.

Finalmente, la figura del ateo surge por la necesaria reacción contra la religión, puesto que en el gregarismo los defectos se acrecientan y sus efectos sobre la sociedad se hacen más perniciosos. Por ejemplo el fanatismo, el dogmatismo, la irracionalidad, la superchería, la doble moral, en el caso del cristianismo a todo ello se suma la difamación contra la sexualidad y su desacralización -en el politeísmo la sexualidad era sagrada- y con ese carácter, la influencia sobre la sociedad fue durante siglos bastante perjudicial, y aún sigue influyendo el problema de la sexualidad -convertida en un gran problema por el cristianismo- como señala el historiador alemán Karlheinz Deschner: “No es sensato, por consiguiente, creer que el código clerical de los tabúes ha sucumbido, que la hostilidad hacia el placer ha desaparecido y la mujer se ha emancipado.

De la misma manera que hoy nos divierte la camisa del monje medieval, las generaciones venideras se reirán de nosotros y nuestro «amor libre»: una vida sexual que no está permitida mostrar en público, encerrada entre paredes, confinada la mayoría de las veces a la oscuridad de la noche es, como todos los negocios turbios, un clímax de alegría y placer acotado por censores, regulado por leyes, amenazado por castigos, rodeado de cuchicheos, pervertido, una particular trastienda oculta durante toda la vida...”.

Sin mencionar la misoginia, la homofobia, la condena contra el derecho al aborto, rasgos en general que no permiten la evolución sana y positiva de una sociedad. Sin embargo, no existen ateos con respecto a la concepción no religiosa de Dios sino filosófica, como es el caso del Dios de Spinoza. Quien lee a este autor, advierte en su sistema un auténtico y sorprendente modelo del universo en lenguaje metafórico, de manera que resulta muy apreciado por científicos del S. XX y de la actualidad.

También se suele afirmar que el término Dios queda sobrando -por ejemplo, así lo ve el conocido spinozista argentino Diego Tatián-, ya que bien la podría reemplazar por Universo. Sin embargo, el Dios de Spinoza es mucho más que sólo aquello que podemos observar (extensión) e hipotetizar (pensamiento) del universo -ya que el universo observable consta de sólo dos atributos: extensión y pensamiento, de los infinitos que existen en el sistema spinoziano- por otro lado el hecho de que el término Dios haya sido monopolizado principalmente en Occidente por las tres principales religiones abrahámicas, no implica que tenga que entenderse de manera perpetua como lo entienden las mencionadas religiones sino que abarca concepciones más antiguas, y al ser un término que fue continuamente evolucionando según distintas cosmovisiones, lo natural es que tal evolución continúe, teniendo en cuenta que como concepto filosófico y específicamente en el caso de Spinoza, carece de los múltiples defectos de la concepción religiosa, resulta por el contrario muy coherente y racional, lo cual le da plena validez y vigencia.





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