martes, 8 de agosto de 2023

¿HOMO RATIONALIS U HOMO IRRATIONALIS?

HOMO RATIONALIS OR HOMO IRRATIONALIS? [1]


Vuelo de brujas (1797) de Francisco de Goya

Manuel A. Paz y Miño, Lic. en Filosofía por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Perú), Mag. Hum. en Ética Aplicada por la Universidad de Linköping (Suecia) y Presidente, Instituto Humanista Racionalista del Perú

Correo-e: mapymc@yahoo.com

ORCID: https://orcid.org/0000-0001-6549-795X

 

Resumen

Como seres humanos poseemos la capacidad de la razón, pero también experimentamos emociones y sentimientos. Así que ambas, racionalidad e irracionalidad, están presentes en nuestras vidas. La razón incluso está, aunque sea mínimamente, en nuestras ideas y conductas irracionales. Normalmente queremos y deseamos muchas cosas, tenemos muchas necesidades que satisfacer, pero por diversas circunstancias: desastres naturales (terremotos, tsunamis, avalanchas, tornados, pandemias, etc.) o sociales (guerra, desempleo hiperinflación o recesión económica) o experiencias individuales (educación, traumas, complejos, encarcelamiento, etc.) podemos ser víctimas de nuestros impulsos destructivos e ideas irracionales. Luego es necesario el autocontrol o autodominio (madurez) para llegar al término medio, al equilibrio, para una vida buena, virtuosa, racional o productiva. Pero también un sistema social que aliente relaciones sanas y productivas entre los hombres.

Conceptos clave: humano, sociedad, razón, sinrazón

 

Abstract

As human beings we have the capacity of reason but we also experience emotions and feelings. So both rationality and irrationality are present in our lives. The reason is even, although minimally, in our irrational ideas and behaviors. Normally we want and want many things, we have many needs to satisfy but due to various circumstances: natural (earthquakes, tsunamis, avalanches, tornadoes, pandemics, etc.) or social disasters (war, unemployment, hyperinflation or economic recession) or individual experiences (education, trauma, complexes, imprisonment, etc.) we can be victims of our destructive impulses and irrational ideas.

Then self-control or self-control (maturity) is necessary to reach the middle ground, to balance, for a good, virtuous, rational or productive life. But also a social system that encourages healthy and productive relationships between men.

Key concepts: human, society, reason, unreason.

 

Conducta racional versus conducta irracional

¿Se ha podido entender hasta ahora plena y absolutamente la conducta humana? Ciertamente no, pero los filósofos y científicos interesados en ella -psicólogos, psiquiatras, neurólogos, neurocientíficos, etc.- están tratando de hacerlo desde hace mucho. Ellos ya no creen ni culpan a los demonios de ciertos comportamientos extremos peligrosamente criminales -violadores o asesinos en serie, muchas veces frutos del abuso o la violencia infantiles- o inofensivamente "extravagantes" -debido simplemente a taras innatas (mongolismo, epilepsia, síndrome de Tourette, etc.)-. Tampoco la mayoría de esos estudiosos considera que la conducta humana se debe a una entidad misteriosa dentro o paralela al cuerpo que pervive a la muerte.

Como seres humanos, como hombres y mujeres, nuestra conducta no es determinantemente instintiva, aprendemos a ser lo que somos. Nadie ha nacido para ser médico, zapatero o ladrón: son las circunstancias que rodean su crecimiento, desarrollo y aprendizaje del individuo las que finalmente motivarán y provocarán en gran manera que alguien sea esto o aquello, mas no necesaria y finalmente lo será, pues existe un mundo subjetivo -creado por la interrelación de tales circunstancias y el carácter individual- que puede reaccionar no sólo recíproca sino también inversamente a los estímulos que lo llevan en cierta dirección.

Aunque todavía estemos a merced de muchas circunstancias naturales, sociales y culturales que nos cobijan, a la vez podemos sobreponernos a ellas... pero hasta cierto punto. No podemos saltar por la ventana e irnos volando, batiendo nuestros brazos implumes ni vivir 200 años por más que lo deseemos (al menos en la actualidad). Nuestro cuerpo tiene sus limitaciones. Sin embargo, no pocos hombres y mujeres han sido capaces de sobreponerse a la tristeza, el dolor, la prisión, la tortura, la miseria, la traición, la enfermedad y otros obstáculos mayores que se les hayan interpuestos en la vida.

Los seres humanos somos mamíferos, primates, animales racionales con emociones (paleocórtex) y capacidades superiores intelectivas (neocórtex) incluida la voluntad. Y como tales somos, supuestamente, los seres más inteligentes, superiores o evolucionados de la escala biológica (conocida).

Nuestra conducta empieza a conformarse desde que nacemos. Sentimos el mundo circundante a nosotros, comenzamos a tener ideas sobre él y, a la vez, un lenguaje articulado, abstracto y simbólico. A la vez, se van conformando diversas emociones y recuerdos, así como la voluntad, la imaginación y la razón. Todas estas cualidades conductuales son cultivadas. Sin los estímulos adecuados, no podríamos llegar a conocer la cultura y ser parte de ella, esto es, no sabríamos hablar ni comportarnos como seres humanos, pero sí como los llamados animales irracionales.

Al nacer nuestro cuerpo comienza a sentir hambre, frío o dolor y estas sensaciones las expresamos con nuestro llanto: necesitamos y deseamos alimento, alivio y placer, y al ser satisfechos relacionamos el llanto con esa satisfacción. Así es como hemos empezado a vincular una circunstancia con otra -acción y reacción, causa y efecto o simplemente reflejo condicionado-. Al querer o desear algo, experimentamos una diversa gama de sensaciones, sentimientos, emociones o vivencias agradables y desagradables, al satisfacer o no, nuestras necesidades.

También desde nuestra más tierna infancia hemos experimentado placer, alegría, susto, preocupación, etc. ante diversas cosas, personas o acontecimientos. Muchas veces tales sentimientos pueden acompañarnos toda la vida en situaciones o circunstancias semejantes -acto condicionado, recuerdo o trauma- aunque podamos disimular hasta cierto punto, si lo deseamos y aprendemos cómo hacerlo, la expresión notoria de tales emociones. Digo "notoria" porque de una forma u otra el cuerpo, por dentro y por fuera, emite señales que podrían desenmascarar, por ejemplo, al mentiroso o hipócrita: el aumento del ritmo cardíaco o el pulso sanguíneo, un aumento en la secreción de hormonas -como cortisol, testosterona y noradrenalina- y otras sustancias en la sangre, la dilatación de la pupila ocular, ciertos gestos como la mirada furtiva o baja o al costado, el fruncir el ceño, el pestañeo, el tocarse parte del rostro, el tono de la voz, ciertos movimientos corporales, etc.

Y así, los sentimientos nunca serán completamente un misterio: de alguna forma los exteriorizaremos en nuestras acciones.

Además, desde nuestros primeros años de vida, nuestra voluntad se contrapone a la de otros y, al ser menos fuertes que los que nos rodean, se nos impone, doma y domestica en pro de «desear» y «hacer» lo «correcto». Algo parecido sucede con nuestras emociones y sentimientos, aprendemos a querer a quienes nos «quieren», a llorar por lo que otros «lloran», a alegrarnos por tal o cual situación. Se nos condiciona y manipula culturalmente. Lamentablemente, no pocas veces algunas personas no logran «asimilar» o interiorizar como suyas ciertas normas básicas de respeto y cuidado hacia los demás, no son espontáneamente empáticos y solidarios, aunque si calculadores, controladores y autocontrolados (psicópatas) o, peor aún, otros incluso no pueden controlar sus impulsos destructivos (sociópatas) convirtiéndose en delincuentes sádicos y asesinos. Pero también todos nosotros, en algún momento y bajo ciertas circunstancias, nos hemos comportado así, de manera consciente o no, llegando a perjudicar o lastimar emocional o físicamente a otros y, por supuesto, a nosotros mismos, con la salvedad de ser conscientes y sentirnos culpables del mal cometido.

Se supone que a partir de la edad adulta ya somos capaces de cuidarnos y decidir por nosotros mismos y, por ende, somos responsables de nuestras acciones (al menos legal y arbitrariamente entre los 18 y 21 años pues en la realidad, muchos no han madurado a esa edad). Pero tal responsabilidad, como muchas cosas en la vida, debe ser aprendida y es frecuente aprenderla duramente muchas veces cuando se han cometido algunos graves errores.

Él por qué haya algunos seres humanos más inteligentes, sentimentales o voluntariosos que otros probablemente tenga que ver tanto con su herencia genética como con su aprendizaje cultural. Esto es, así como muchos nacen con la tendencia a tal o cual enfermedad -obesidad, diabetes, asma, Alzheimer, etc. también están los genios natos –como los autistas con Síndrome de Savant o del sabio congénito- que manifiestan desde muy temprano su gran capacidad intelectual o artística y, por supuesto, con un ambiente propicio. Y a los niños se les puede educar y adiestrar pueden ser diestros en las matemáticas y las artes y algunos que han sufrido accidentes neurocerebrables o se les ha extraído parte de su cerebro han podido desarrollar prontamente destrezas con los números y la ejecución de piezas musicales.

Lo anterior no es difícil de entender. A veces conocemos hijos que se parecen mucho a sus padres en sus rasgos físicos -debido al predominio de ciertos genes sobre otros-, otras veces notamos claramente cómo se parecen en cuanto a su forma de hablar o de comportarse por imitación-. Y por supuesto, hay muchos casos en los que sucede todo lo contrario.

De otro lado, un ambiente familiar determinado puede estimular la voluntad o el carácter del niño propiciando, muy probablemente, que éste los tenga fuerte o débil. Y otro tipo de ambiente quizá haga al niño cobarde y dependiente. Pero, naturalmente, tales circunstancias no siempre ocurren de esa manera como ya dijimos antes. Los hijos de alcohólicos, drogadictos o delincuentes no están condenados a serlo, ni los de gente exitosa o no económicamente tendrán siempre hijos como ellos.

La personalidad o las tendencias valorativas predominantes de nuestra conducta se manifiestan claramente en nuestras acciones y relaciones sociales con respecto a qué deseamos de la vida, de nosotros mismos y los demás, a cómo sentimos y disfrutamos la vida. La personalidad predominantemente religiosa reprimirá sus instintos o los canalizará para "la gloria de Dios". La personalidad científica impulsará sus energías para buscar "la verdad". El sensual y hedonista se complacerá más en disfrutar los placeres de la carne y el destructivo en hacer daño a los demás y/o a sí mismo.

Y así como la personalidad es moldeada primordialmente por nuestra educación, nuestro temperamento, el cómo sentimos el mundo, se fundamenta en nuestros genes, aunque, una vez más, esto no es determinante. La cultura y educación obtenidas pueden provocarnos cierta forma de ver y de sentir el mundo.

¿Y en todo esto dónde entra la razón? La razón se puede entender como a: causa de un efecto (explicación) y b: explicación verdadera, fundamentada. Está razón occidental, entendida como una herramienta lógico-deductiva, no contradictoria, acumulativa y evolutiva, es un privilegio de cierta minoría que ha podido ser adiestrada o educada en ella. En la vida real sólo las máquinas (computadoras) son 100% racionales en ese sentido. La misma pasión, locura o delincuencia tienen su propia «racionalidad». Esto es, un sujeto puede hallar razones, motivos y causas para engañar(se), robar, agredir(se), matar(se), etc. Por ejemplo, alguien puede creer que tiene la razón o la verdad y así rechazar intolerante y fanáticamente todo tipo de idea contraria; un cónyuge puede llegar a golpear a su pareja e hijos culpándolos por haber sido despedido del trabajo, el asesino en serie puede seguir cometiendo sus crímenes al sentir gran placer al pensar que es más inteligente que la policía y que no lo descubrirán luego de connotados y vanos esfuerzos; la persona que se casa por dinero puede maquinar y llegar a envenenar a su pareja para disfrutar rápidamente de la herencia, alguien puede pensar que su vecino no lo saluda porque lo subestima, envidia, odia, etc.

Pero, por supuesto, esa "racionalidad" es muy endeble, ya que si la aplicara en sentido estricto la misma razón debería hacerle ver el error de su comportamiento. Eso es muy obvio. un criminal difícilmente será aceptado por su sociedad, por el contrario, será temido y reprimido. Un embustero generará desconfianza y una persona inclinada a tomar bebidas alcohólicas cuando tiene problemas pensando que así se sentirá mejor, difícilmente los solucionará. ¿Es racional vivir así?

Mientras haga menos uso de su capacidad racional, el individuo estará más indefenso, a merced de sus emociones, pasiones y deseos los cuales pueden ser constructivos o destructivos (ese es el drama de los hombres y las mujeres o lo que se ha llamado comúnmente la lucha entre el bien y el mal). El autodominio o autocontrol es una virtud que pocos llegan a cultivar en gran medida. Además, todos nosotros tenemos nuestros límites (ante iguales presiones algunos ceden fácilmente y otros con dificultad).

Por otra parte, por más que hayamos meditado sobre algún suceso o idea, esto no necesariamente nos llevará a la conclusión más acertada, juiciosa o verdadera. Es decir, no basta la sola razón para pensar o "razonar" adecuadamente. Como todo lo que aprendemos en la vida el razonar "correctamente" o "mejor" tiene que seguir ciertas pautas, no se trata simplemente de rodear y elaborar una idea, o de reflexionar mucho sobre ella.

El razonar implica: ver las posibles interrelaciones de una idea con otras, relacionar una cosa con otras, cuestionar las ideas o creencias imperantes socialmente (las cuales, generalmente, provienen de la tradición cultural y del sentido común), lograr conclusiones coherentes, es decir, lógicas (atinentes, no contradictorias ni de una relación falsa de causa y efecto).

También para lograr un razonamiento verdadero es necesario tomar en cuenta la observación de la realidad. Pero muchas veces lograr una observación rigurosa y exhaustiva depende de los avances científico-tecnológicos a los cuales no todos tenemos fácil alcance.

La racionalidad y la irracionalidad como peculiaridades de la conducta humana

Entre todos los seres vivientes conocidos los humanos -un tipo de mamíferos y primales- son los únicos capaces de preguntarse y responderse por el por qué de las cosas y el por qué de sus propias vidas, esto es, tenemos la capacidad de reflexionar, meditar, de filosofar.

Además, tenemos la capacidad de sabernos que somos algo, algo diferente de los demás seres y del medio ambiente que nos rodea: tenernos así, pues, la capacidad de conciencia y autoconciencia. Esto es tanto nuestro privilegio como nuestra maldición.

Es nuestro privilegio porque los otros animales no tienen la capacidad de producir lo que llamamos cultura: creencias y organizaciones religiosas, sistemas socio-económicos, arte, ciencia y tecnología Empero los llamados animales irracionales tienen sus peculiares formas conductuales: sabemos de aves y mariposas migrantes que viajan grandes distancias hacia lugares alejadísimos pero con un mejor clima en determinadas épocas del año; cetáceos, como el delfín y la ballena, con tienen cierto lenguaje sonoro e incluso algún nivel de abstracción que les permite distinguir colores y formas; y primates, como el gorila, el gorila y el chimpancé, que pueden reconocerse en un espejo y ser capaces de resolver ciertos problemas prácticos como usar ramitas para capturar hormigas o piedras para romper nueces; y aves, como el cuervo, el pájaro carpintero y el buitre, y animales marinos, como el pulpo venoso y la nutria, también usan herramientas. Claro está que todos estos animales al no poseer una cultura desarrollada no han contaminado ni depredado el ambiente como lo ha hecho la especie humana.

Al mismo tiempo tal capacidad de conciencia es nuestra maldición parque llegamos a tener conocimiento inevitablemente del mal, el dolor y la muerte puesto que existen en la realidad. Somos conscientes así de nuestra finitud.

Al no tener un comportamiento determinado por los instintos, pues poseemos un cerebro capaz de asimilar una gran cantidad de información de nuestro entorno, procesarla y a. la vez producir pensamientos y lenguaje sofisticados, los seres humanos podemos adoptar una infinidad de comportamentales, dependiendo ello de nuestras circunstancias concretas de tiempo y espacio. Somos seres condenados a aprender casi todo: cómo y qué idioma hablar, cómo caminar, sentarnos. comer, escribir y hasta la manera de expresar nuestros sentimientos. Ciertamente nuestros genes pueden predisponernos en gran manera, aunque no determinar en forma total, nuestros gustos y sentimientos más personales con respecto a ciertos estímulos que dependen más de nuestra experiencia e historia individuales.

Los otros animales -terrestres, acuáticos y aéreos- están condenados a comportarse inexorable y repetidamente como lo que son. Aunque muchos perros, focas, delfines, orcas, y chimpancés, orangutanes, etc. también pueden ser enseñados a hacer algunas piruetas y responder de determinada forma a ciertos estímulos condicionados.

Los humanos somos seres vivientes con un cuerpo dirigido por sistema nervioso central (cerebro) y periférico que se ha desarrollado en relación con su ambiente de tal modo que hemos logrado una peculiar forma de expresar, entender y actuar sobre la realidad (de la cual, claro está, formamos parte). Nuestro cerebro puede elaborar funciones sumamente complejas (razonar, aprender, recordar, imaginar, autoconciencia, etc.) en base a los datos captados de su entorno.

El ser humano real de carne y hueso no es simplemente, como ya dijimos, un animal o ser racional, un homo sapiens u homo rationalis. Como ente biológico complejamente evolucionado también siente emociones y pasiones las cuales pueden predominar en ciertos momentos de su vida. Como todo en la vida hay ideas y sentimientos positivos o negativos que pueden traer bien a nosotros mismos como a los demás o lo contrario respectivamente. Por eso debemos ser conscientes no sólo de las ideas que predominan en nuestro pensar, sino también de los sentimientos que motivan nuestro accionar.

Por supuesto que los seres humanos nos comportamos muchas veces más irracional que racionalmente, pues no somos máquinas que experimentan el mundo de forma mecánica, ni tampoco somos espíritus incorpóreos que lo captan de manera abstracta, sino que somos seres de carne y hueso con deseos, sueños, gozos y sufrimientos. De ahí que seamos víctimas frecuentes de nuestros sentimientos y pasiones (melancolía, tristeza. lujuria, gula, envidia, soberbia. jactancia, odio, ira, complejos, traumas, etc.).

Así que, si bien es cierto que todos los humanos comunes y corrientes nacemos con la capacidad de ser tales, si no se nos educa para plasmar nuestras potencialidades racionales, simplemente estaremos a merced de nuestras capacidades irracionales.

El predominio de la irracionalidad es simplemente el fracaso o el no desarrollo de la razón y ésta es la capacidad humana para pensar crítica, lógica, verazmente. En ese sentido mientras más incapaces seamos de razonar o pensar adecuadamente ante la diaria y cruda realidad, más propensos estaremos a caer en la irracionalidad, en las limitaciones y excesos de nuestras emociones y pasiones y en el debilitamiento de nuestra voluntad para hacer cosas constructivas y positivas.

Y naturalmente, el excesivo predominio irracional en la conducta de muchos también se puede deber a factores neuro-genéticos o de insuficiencia o desbalance bioquímico.

No obstante, la conducta irracional se desarrolla o aparece con mayor frecuencia cuando es alentado por determinadas circunstancias: de índole psicológico-individual (maltrato físico o mental, falta de una alternativa «mejor», etc.), socioeconómica (inflación, carestía o recesión agudas), o natural (cataclismos), etc. Y, claro, cuando las expresiones extremas de la irracionalidad humana calan a nivel social producen la delincuencia, la discriminación, los asesinatos, las guerras, etc.

En cambio, la irracionalidad consciente, adrede o como postura intelectual (o irracionalismo) tiene su lugar ante un escepticismo a ultranza y malévolo o ante la ingenua ignorancia de nuestras propias posibilidades como seres humanos de poder pensar, aprender, captar, entender y transformar las cosas. Es el derrotismo ante el optimismo del esfuerzo humano de superación.

¿Más de una racionalidad?: la razón de la irracionalidad

Como ya dijimos, razonar es sinónimo de pensar coherente o lógicamente, esto es, sin contradicción y lo más cercano a la realidad y la verdad. Es meditar y llegar a conclusiones acerca y en base a la realidad, a los hechos o a partir de probabilidades y posibilidades.

La razón nos sirve para explicar y actuar en el mundo, no se desarrolla al margen de la realidad: ésta influencia en aquélla. De esa manera, habría diversos gados o niveles de desarrollo racional directamente vinculados con la historia de, los pueblos.

Así tendríamos un primer tipo o nivel de razonamiento: el mágico-religioso (que se basa en la creencia en lo sobrenatural: la divinidad y un alma inmortal), el cual posee su propia lógica y coherencia interna. Por ejemplo, si los seres humanos son capaces de hacer cosas, de "crearlas" (a partir de otras) entonces deben existir seres capaces de haber originado la tierra, la luna los demás astros, e incluso capaces de provocar los fenómenos o desastres naturales. así como los estados sociales de bonanza y necesidad. Por lo tanto, debe haber seres sobrenaturales o dioses. Este ejemplo nos muestra cierta razón de causa y efecto.

Otro ejemplo sería el del ensueño: cuando alguien duerme y "tiene" diversas experiencias (llamadas ahora oníricas) entonces "algo" de él es lo que vive tales experiencias, pues el durmiente ha estado en su lecho y no en otro lugar.

También otro caso característico de pensamiento religioso, muy relacionado con el anterior, sería el de la muerte. Ese "algo" de naturaleza no material e invisible que sale en las noches a "vagar" por ahí ya no regresa más al ahora cuerpo muerto de donde ha salido y se queda en el mundo invisible de los espíritus.

En todos estos casos hay cierto raciocinio -aunque limitado- y en ellos la imaginación y la especulación pesan más que la evidencia probatoria real, ocupan su lugar.

La magia, el mito y la ignorancia (de cómo funciona el mundo) tuvieron su aparición, expresión y predominio en ciertas circunstancias socio históricas de la humanidad en las que la simple observación a ojo desnudo y la imaginación desbordante dominaban las diversas explicaciones del funcionamiento de la naturaleza y la sociedad.

La magia transformaba la realidad de manera inexplicable y misteriosa. El mito nos hablaba de lo sobrenatural y extraordinario del origen del mundo y de nosotros. La ignorancia producía temor a lo desconocido e "inexplicable" alentando así la creencia en la magia y el mito.

Un tipo algo más sofisticado y avanzado de expresión racional es la pregunta filosófica. Aquí se parte de la duda y el cuestionamiento, no importando mucho las tradiciones, las autoridades ni las convenciones sociales para obtener respuestas, aunque todas éstas puedan influir en aquéllas. El filósofo observa la realidad, se pregunta y en base a argumentos se contesta.

Más complejo y exigente aún es el razonamiento basado en el conocimiento científico que es una forma de interpretación de la totalidad o el ser (para los que gustáis de estos términos) o simplemente sobre la realidad. El razonamiento científico trata de explicar los fenómenos naturales v humanos cuestionando o. incluso, desechando las afirmaciones que no se basen en evidencias fundamentadas no sólo en la razón sino también en la experiencia. Es decir. tratará de ser lo más objetivo que pueda, reduciendo al mínimo lo meramente imaginativo y especulativo. Así, la razón, la capacidad de pensamientos y explicaciones coherentes, no falsas o ilógicas debe fundamentarse en cl conocimiento científico, pues éste si bien es cierto no es perfecto ni omnisapiente, es lo más o lo único verdaderamente fundamentado que tenemos. De esa forma el razonamiento será menos errado, irreal o fantástico.

Pero he aquí que el conocimiento científico ocupa el lugar de la magia y el mito en la época moderna, puede explicar mejor el mundo, descubrir sus «misterios» y transformarlo así exitosamente hasta cierto punto. Pero su fracaso hasta ahora en llevar a la humanidad a un mejor destino no es sólo responsabilidad suya sino también de las fuerzas de la sinrazón.

Entonces, observamos que hay diversos tipos o niveles de racionalidad, por medio de las cuales los seres humanos «manejan» -o son «manejados» por- la naturaleza o la realidad. Podemos hablar no sólo de racionalidades mítico o mágico-religiosas, sino también de tipo ideológico-político que promocionan y propagandizan ciertos ideales de cómo debe funcionar una sociedad para el bienestar de ciertas minorías o mayorías (p. ej. que todos somos iguales ante la ley o que unos nacen para mandar y otros para obedecer o que presagian un futuro inexorablemente paradisíaco de la humanidad), también están los razonamientos del sentido común que interpretan la realidad fundados sólo en la mera experiencia cotidiana (p. ej. todos sabemos que al día le sigue la noche, que el hambre se aplaca comiendo o que algún día moriremos), etc.

Por supuesto que no pocas veces se presenta la racionalidad occidental (científico-filosófica) como la racionalidad per excellence y las otras serían simplemente pura irracionalidad. Esto se debe a la (aparente y supuesta) abstractividad, rigurosidad, logicismo y sistematicidad de la primera. En cambio, los otros supuestos tipos de «racionalidad» se pueden presentar con una predominancia de elementos sentimentales, ideológicos o tradicionales.

Es decir, la racionalidad no occidental sería de tipo prelógico. Y así puede basarse simplemente en preconcepciones mágico-religiosas, en ideas basadas más en la imaginación que en un conocimiento real de las cosas, tanto de los fenómenos naturales como sociales.

Pero claro, a estas alturas del avance (o involución para algunos) de la humanidad la ciencia y la razón occidentales están por doquier, aunque no necesariamente predominan en las mentes de todos -incluso de muchas personas de Europa o los EE. UU.-.

En todo el mundo, sea en el hemisferio sur o norte, entre la gente de las grandes metrópolis o de las primitivas y sencillas aldeas la irracionalidad no está ausente, se manifiesta y predomina en muchos sitios. Las religiones e ideologías apocalípticas surgen aquí y allá a cada momento sin importar cuán avanzado se esté en ciencia o en economía (claro está, hay diferencias cuantitativas y cualitativas pues, no es lo mismo que miles de individuos vayan tras de una imagen de yeso o una pintura en países donde las comunidades científicas sean casi inexistentes a que se segregue o al prójimo, en base al color de su piel o convicciones e incluso, se pueda vetar la enseñanza de la teoría la evolución en otros países donde sí hay cierto avance científico).

En efecto tal racionalidad rigurosa occidental simplemente se da en situaciones especialmente sofisticadas como en los libros o conferencias de índole científica. Inclusive a veces, en estos mismos encuentros académicos, puede aparecer alguna manifestación de agresividad intolerante y fanática para zanjar alguna discusión. Algunos científicos se pueden ofender y violentarse por alguna teoría que busque avalar alguna postura política contraria con la que simpatizan.

Luego, cierta racionalidad puede llevar a un incremento en la renovación tecnológica, a cierta comodidad y economía de bienestar, pero no garantiza la eliminación de los males sociales. La irracionalidad simplemente es un producto y una manifestación de ellos.

Una educación a favor de la razón y la vida permitirá el desarrollo del pensamiento crítico, lógico, científico y, por supuesto, ético. Dicha educación es la base fundamental para el desarrollo de la racionalidad, pero no todos, por desgracia, tienen acceso a ella. Además, para evitar el predominio de la irracionalidad la gente debe satisfacer un mínimo esencial de condiciones de vida: un ingreso económico regular que cubra sus necesidades de alimento, vivienda, vestido y entretenimiento, así como de desarrollo personal de acuerdo con sus gustos y capacidades.

Si rechazamos la ciencia, su método y conocimiento, o si la marginamos o relegamos estamos optando por la sinrazón, la ignorancia o el oscurantismo o, peor aún, el fanatismo intolerante como métodos de conocimiento y transformación de la realidad natural y social. En los grupos o individuos fanatizados la única verdad es la suya: todas las demás están equivocadas. Y si sus dogmas cognitivos le dicen que las demás visiones del mundo son peligrosas entonces, los fanáticos, de lograr algún poder político o económico, pueden perseguir, agredir y hasta asesinar a sus competidores ideológicos a pesar de que éstos racional y argumentativamente les pueden mostrar su error.

Por otro lado, se podría decir -sin ser injustos- que a cada beneficio científico-tecnológico le corresponde una contraparte perjudicial que le cuesta mucho a la humanidad, es decir, la ciencia y la tecnología tienen consecuencias ambivalentes. Así, un bisturí puede salvar vidas en manos de un buen médico o eliminarlas en las de una motivada por el odio, la codicia o alguna otra pasión; se puede usar la energía atómica para destruir la vida en el mundo o para iluminarlo, tratar el cáncer e incluso usarla en agricultura.

Y antes que perecer lenta y penosamente por una enfermedad debida a la contaminación ambiental y la forma de vida consumista y alienada llevada en una ciudad desarrollada, también se podría argüir que sería preferible vivir sencillamente con lo mínimo, como ya lo hacen diversos grupos religiosos (por ejemplo, franciscanos, amish, menonitas, cuáqueros) o filosóficos (por ej., hippies, neoludistas, ecologistas radicales) que libremente renuncian, más o menos, a las "comodidades" y "exquisiteces" tecnológicas del mundo contemporáneo o que luchan por preservar el ambiente ante el avance del "progreso" y la "civilización" respectivamente.

En realidad, la ambivalencia se encuentra en todo lo que realiza el hombre y no solamente en la ciencia hay riesgos. Los hay también en la vida misma: en el amor, la familia, el trabajo, los lugares que uno frecuenta, en las circunstancias v experiencias que vivimos.

El desarrollo de la razón y el conocimiento científico ha corrido parejo a la manifestación paralela de la sinrazón. el miedo, el terror, la destructividad. Pero, claro está, la irracionalidad extrema misma ha sido detenida en muchos lugares del mundo, como ya se ha dicho.

Lejos está todavía el triunfo de la razón y la ciencia ante los graves problemas que aún aquejan a nuestra especie (más en ciertas zonas del planeta que en otras): los fenómenos atmosféricos que causan grandes daños materiales y pérdidas humanas (tornados, ciclones, huracanes, terremotos, maremotos), la imparable depredación de los recursos naturales, los conflictos armados grupos culturales de un mismo país o entre naciones, la violencia personal, las enfermedades como el cáncer y el sida, la eliminación de la miseria y el hambre del planeta, etc.

Escapando de la razón

Y, a veces, las presiones son tan grandes, los problemas tan tremendos, las angustias, las penas y las frustraciones tan insoportables que podemos vernos impelidos a buscar refugio en la sinrazón, el sinsentido o la locura (cuando no ha habido un precedente hereditario o alguna causa fisiológica). Así va no habría más problemas, sufrimiento ni dolor.

Es cierto que «todos tenemos algo de locos», neuróticos, obsesivos. histéricos, maniáticos, paranoicos, alucinados, etc. sobre todo en sociedades tan complejamente alienadas como las contemporáneas occidentales, en las que predominan el consumismo, el individualismo, la competitividad, etc. y muchas personas se sienten "menos", es decir, postergadas, discriminadas o frustradas. Peor aún es en sociedades subdesarrolladas en las que para muchos cada día es un martirio y la locura -o la muerte- sería una bendición. El asunto es poder canalizar nuestras tendencias hacia algo constructivo (o mejorar simplemente las condiciones mínimas de existencia de muchos, eso ya es una cuestión de economía y política social). Además, debemos tratar de pensar más clara y menos exageradamente las cosas esto es, conocerlas mejor, obtener conocimiento fundamentado y equilibrado sobre ellas, valorarlas como lo que son: cosas pasajeras y circunstanciales, no dioses absolutos e infinitos -ya que muchas ideologías propician el encauzamiento del sujeto hacia la irrealidad y la irracionalidad-.

Por ejemplo, el mitómano podría ser, con una adecuada dirección, asesoría o consejo, un excelente escritor de obras de ficción. El ocioso con pensamientos obsesivos podría ser un excelente trabajador si canalizara sus energías en una labor determinada. El deprimido agudo podría olvidarse de su depresión -si es que no es simplemente un problema de carencia bioquímica- si se mantuviera ocupado en alguna actividad de responsabilidad. El muy agresivo podría ser un excelente deportista. El maniático del trabajo simplemente debe ordenar su tiempo, pensar que si descuida las otras áreas de su vida familia, amigos, el propio cuerpo. etc.- será peor cuando quiera tratar de solucionar nuevos v más graves problemas pues le podría faltar tiempo para eso. Pero, por supuesto, por simple costumbre y adaptación. o por una serie de prejuicios, no todos son conscientes de que algo malo pasa en ellos, no saben que necesitan superar sus traumas o complejos, se hallan ciegos y limitados para la superación. Y, por desgracia, muchos acrecientan sus taras o enfermedades, no se reponen y pueden desgraciar sus vidas, las de sus propios seres queridos, las aquellos que los rodean e incluso las de terceros.

También hay quienes escapan de la realidad debido a una serie de factores: emocionales o económicos, formando parte de extraordinarios y fantásticos cultos de salvación. buscando salvadores inmediatos- aferrándose a ideas o ritos extravagantes practicados socialmente aceptados a cambio de seguridad emocional -y no pocas veces material- y pertenencia a un grupo. Dejan su razón y su libertad en manos de una "autoridad" superior "más capaz" que ellos. Son aquellos que han renunciado a la capacidad de buscar la verdad por sus propios medios o a decir simplemente «no». Finalmente son capaces de abandonar sus propias vidas pensando que van a ganar otra superior y más duradera.

Evitando la sinrazón organizada

¿Cómo evitar caer en tales creencias y prácticas (auto)destructivas? Una respuesta fácil sería no creer en ninguna religión o ideología totalitaria. Pero son pocos los no creyentes o incrédulos (ateos, agnósticos, librepensadores. escépticos). La mayoría de la gente ha sido educada en determinada religión o fácil y acríticamente aceptan cualquier dogma ideológico. Y además el carecer de creencias religiosas no es garantía de tener valores como la tolerancia y el respeto.

La dinámica los problemas diarios de la vida hace que muchos caigan en lo que el filósofo norteamericano Paul Kurtz (2008) llama la «tentación trascendental enraizada en la biología y la evolución humana también como en la memética socio-cultural» (p.7), que es «una tendencia poderosa a aceptar explicaciones trascendentales/paranormales de la realidad oculta profundamente en los corazones y las mentes de los hombres y las mujeres» (p. 9). Es decir, la tentación trascendental hace que creamos en algo mágico, sobrenatural o superior que explique la existencia de la naturaleza y el hombre, así como que les brinde solución a sus dificultades. Esta mayoría normalmente no es fanática o «muy creyente» puede experimentar su fe en ciertos y determinados momentos especiales de su vida (ritos o sacramentos, peticiones o rezos por necesidad material o emocional, enfermedad o muerte) pero, normalmente, luego vive sin que su fe afecte en mucho su existencia.

Sin embargo, no pocos de los que han sido educados en un sistema de creencias social e históricamente predominante pueden encontrarla luego, en algún momento, «vacía» o «falsa» y entonces van en busca de la «verdadera fe» que los llene y satisfaga, que les pueda dar sentido y consuelo, una en donde se supone encontrarán a hermanos amorosos. (Y cuando supuestamente  llegamos al año 2000 del nacimiento de Jesucristo, la ignorancia así como las doctrinas milenaristas, numerológicas y apocalípticas de hecho alentaron la idea del “fin del mundo" o de un "juicio final", que provocó múltiples ideas y actos irracionales, por ejemplo, suicidios colectivos –como el de unos 800 miembros de la secta ugandesa Restauración de Dios- y 7 de una iglesia pentecostal peruana- e individuales así como supuestamente en el 1000 anno domini en países europeos con calendarios disímiles).

Otra respuesta sería simplemente ésta: "Tienes el derecho de creer en lo que quieras, pero fíjate muy bien en qué crees, en algo que te daña, te mutila o destruye o te hace bien, crecer o mejorar como persona"

¿Qué es lo primero que debemos hacer ante la arremetida de las diversas sectas destructivas del irracionalismo organizado? La mejor arma contra las ideas son las ideas. Esto es, cualquier argumento puede ser rebatido con otro argumento. Debemos conocer las doctrinas básicas de la secta o culto -político o religioso- y sus antecedentes históricos. Y jamás debemos olvidar que cualquiera que fuere la secta, así como su fundamento escrito, ningún libro contiene en sus páginas algo que sea infalible y absoluto[2].

Mientras estemos más confundidos o tengamos más problemas personales podemos ser empujados a buscar ayuda en supuestas fuentes privilegiadas humanas o sobrenaturales. No importa si hemos sido muy bien educados o no: si nuestras familias tienen una buena posición económica; si se nos ha dado mucho amor y cuidado en nuestra infancia o no; en ciertos momentos y circunstancias toda clase de sectas religiosas o políticas pueden atraernos con ofertas celestiales y salvadoras y prometernos hermosos paraísos en el más allá o en un futuro cercano a cambio del infierno en el más acá.

Por otra parte, en el mundo occidental consumista a muchos dueños de los medios de comunicación masiva no les interesa enseñar a pensar a la gente. Por el contrario, estimulan más su parte animal -exacerbando su deseo sexual y su agresividad natural, por un lado, o entreteniéndola con vilezas y bajezas, por el otro- con el único propósito de obtener pingües ganancias para sus negocios. Por eso, ver mucha televisión y cine comercial convencional no es la mejor forma de desarrollar nuestra racionalidad.

Según el psicólogo alemán Erich Fromm (1975):

 

¿Cuáles son las condiciones para el desarrollo de las pasiones radicadas en el carácter? Debemos considerar primeramente que esas pasiones no se presentan como unidades solas sino como síndromes. El amor, la solidaridad, la justicia, la razón están interrelacionados; todos son manifestaciones de la misma orientación productiva que llamaré "síndrome favorecedor de la vida". Por otra parte, el sadomasoquismo, la destructividad, la voracidad, el narcisismo, el carácter incestuoso también van juntos y están radicados en la misma orientación básica: "el síndrome contrario a la vida". Allí donde se halla uno de los elementos del síndrome están también los otros en diverso grado, pero esto no significa que uno sea gobernado por uno u otro síndrome. En realidad, son raras las personas en que así sucede: la persona común y corriente es una mezcla de ambos síndromes; y lo que importa en el comportamiento de la persona y la posibilidad de que cambie es precisamente la fuerza respectiva de cada síndrome (pp. 257-258).

 

Es decir, la destructividad -explotación, mutilación consciente o simple maldad- no es algo exclusivo de estos tiempos o de determinada ideología, es parte de la historia de los pueblos y los individuos, es algo muy humano y puede predominar, en ciertas circunstancias, sobre la constructividad -desarrollo, creatividad, solidaridad o la común bondad- inherentemente potencial del hombre, especialmente cuando no es muy alentada ni cultivada. Y cuando, a pesar de nuestras posibilidades positivas, las abandonamos irresponsablemente para arrojarnos a los brazos de la sin razón o dejamos a un lado nuestra libertad de decidir por nosotros mismos o, simplemente, somos manipulados por múltiples intereses.

 

Conclusiones

Entonces inevitablemente estamos condenados a comportamos durante nuestra existencia dentro y bajo la dualidad razón-pasión (o emoción) y, parafraseando la alegoría platónica, si el que conduce el carro de nuestra conducta no es la razón, y si estamos ciegos ante eso, los caballos de nuestros deseos y pasiones nos pueden llevar al abismo de la sin razón al no ejercer el autocontrol o dominio cuando sea necesario.

No es que una anule a la otra, tanto la razón como la pasión conviven en nosotros, pero lo que impulsa nuestro accionar es lo que predomina en diferentes etapas y momentos de nuestras vidas, cuando las tendencias destructivas pueden prevalecer sobre las constructivas o al contrario.

Cuando lo no racional, lo irracional o la disminución de la razón predomina, se pueden manifestar sin restricciones: 1. lo emotivo (alegría, tristeza, temor, complacencia, desesperación, etc.); 2. lo pasional (lujuria, avaricia, soberbia, envidia, celos, intolerancia, obsesión, fanatismo, etc.); 3. lo ilusorio (mentira, autoengaño, locura, etc.); y 4. lo antirracional (intolerancia, obsesión, fanatismo, supersticiones, etc.).

 

 

Bibliografía utilizada  

-Fromm, Erich (1975). Anatomía de la destructividad humana. México, D.F.: Siglo XXI, traducción del inglés de The Anatomy of Human Destructiveness. NY: Holt, Rinehart and Winston, 1973.

-Kurtz, Paul (2000). La tentación trascendental. Crítica de la religión y lo paranormal. Lima: EFA, traducción del inglés de The Transcendal Temptation. A Critique of Religion and the Paranormal. Amherst, NY: Prometheus Books, 1991.

(Publicado simultáneamente en Pensar, revista iberoamericana para la ciencia y la razón, del Center for Inquriy-Argentina: https://pensar.org/2023/08/homo-rationalis-u-homo-irrationalis/. La versión original se publicó en: Universidad de Tarapacá, Departamento de Filosofía y Psicología [2000]. Actas del 2o. Congreso Nacional de Ciencias Sociales, Arica, Chile, pp. 40-48.)



[1] Ponencia leída en el II Congreso Nacional de Ciencias Sociales de Chile, octubre 6-9, 1999, en la Universidad de Tarapacá.

[2] Existen grupos en diversas partes del mundo especializados en «desprogramar» justamente con conspicuos ex miembros de sectas. No obstante. No todos tienen la «suerte» de que alguien critique o les muestre la verdadera historia de su secta. Pueden pasar años o toda una vida puede desperdiciarse sin que uno se dé cuenta de lo terráqueas, falsas o locas dc las doctrinas que creía como verdaderas. A veces puede librarse valerosamente por su propia cuenta, aunque haya estado engañado muchísimo tiempo. Pero desgraciadamente en la mayoría de los casos no sucede esto sea por temor a la vergüenza o simplemente por conveniencia o costumbre.

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