HOMO RATIONALIS OR HOMO IRRATIONALIS?
Vuelo de brujas (1797) de Francisco de Goya
Manuel A. Paz y Miño, Lic. en Filosofía
por la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos (Perú), Mag. Hum. en Ética Aplicada por la Universidad
de Linköping (Suecia) y Presidente, Instituto Humanista Racionalista del Perú
Correo-e: mapymc@yahoo.com
ORCID: https://orcid.org/0000-0001-6549-795X
Resumen
Como seres humanos
poseemos la capacidad de la razón, pero también experimentamos emociones y
sentimientos. Así que ambas, racionalidad e irracionalidad, están presentes en
nuestras vidas. La razón incluso está, aunque sea mínimamente, en nuestras
ideas y conductas irracionales. Normalmente queremos y deseamos muchas cosas,
tenemos muchas necesidades que satisfacer, pero por diversas circunstancias:
desastres naturales (terremotos, tsunamis, avalanchas, tornados, pandemias,
etc.) o sociales (guerra, desempleo hiperinflación o recesión económica) o
experiencias individuales (educación, traumas, complejos, encarcelamiento,
etc.) podemos ser víctimas de nuestros impulsos destructivos e ideas
irracionales. Luego es necesario el autocontrol o autodominio (madurez) para
llegar al término medio, al equilibrio, para una vida buena, virtuosa, racional
o productiva. Pero también un sistema social que aliente relaciones sanas y
productivas entre los hombres.
Conceptos clave:
humano, sociedad, razón, sinrazón
Abstract
As
human beings we have the capacity of reason but we also experience emotions and
feelings. So both rationality and irrationality are present in our lives. The
reason is even, although minimally, in our irrational ideas and behaviors.
Normally we want and want many things, we have many needs to satisfy but due to
various circumstances: natural (earthquakes, tsunamis, avalanches, tornadoes,
pandemics, etc.) or social disasters (war, unemployment, hyperinflation or
economic recession) or individual experiences (education, trauma, complexes,
imprisonment, etc.) we can be victims of our destructive impulses and
irrational ideas.
Then
self-control or self-control (maturity) is necessary to reach the middle
ground, to balance, for a good, virtuous, rational or productive life. But also
a social system that encourages healthy and productive relationships between
men.
Key
concepts: human, society, reason, unreason.
Conducta racional versus conducta irracional
¿Se ha podido entender hasta ahora plena y
absolutamente la conducta humana? Ciertamente no, pero los filósofos y
científicos interesados en ella -psicólogos, psiquiatras, neurólogos,
neurocientíficos, etc.- están
tratando de hacerlo desde hace mucho. Ellos ya no creen ni culpan a los
demonios de ciertos comportamientos extremos peligrosamente criminales
-violadores o asesinos en serie, muchas veces frutos del abuso o la violencia
infantiles- o inofensivamente "extravagantes" -debido simplemente a
taras innatas
(mongolismo, epilepsia, síndrome de Tourette, etc.)-. Tampoco la mayoría de
esos estudiosos considera que la conducta humana se debe a una entidad
misteriosa dentro o paralela al cuerpo que pervive a la muerte.
Como seres humanos, como hombres y mujeres, nuestra
conducta no es determinantemente instintiva, aprendemos a ser lo que somos.
Nadie ha nacido para ser médico, zapatero o ladrón: son las circunstancias que
rodean su crecimiento, desarrollo y aprendizaje del individuo las que
finalmente motivarán y provocarán en gran manera que alguien sea esto o aquello,
mas no necesaria y finalmente lo será, pues existe un mundo subjetivo -creado
por la interrelación de tales circunstancias y el carácter individual- que
puede reaccionar no sólo recíproca sino también inversamente a los estímulos
que lo llevan en cierta dirección.
Aunque
todavía estemos a merced de muchas circunstancias naturales, sociales y
culturales que nos cobijan, a la vez podemos sobreponernos a ellas... pero
hasta cierto punto. No podemos saltar por la ventana e irnos volando, batiendo
nuestros brazos implumes ni vivir 200 años por más que lo deseemos (al menos en
la actualidad). Nuestro cuerpo tiene sus limitaciones. Sin embargo, no pocos
hombres y mujeres han sido capaces de sobreponerse a la tristeza, el dolor, la
prisión, la tortura, la miseria, la traición, la enfermedad y otros obstáculos
mayores que se les hayan interpuestos en la vida.
Los
seres humanos somos mamíferos, primates, animales racionales con emociones (paleocórtex)
y capacidades superiores intelectivas (neocórtex) incluida la voluntad. Y como tales
somos, supuestamente, los seres más inteligentes, superiores o evolucionados de
la escala biológica (conocida).
Nuestra
conducta empieza a conformarse desde que nacemos. Sentimos el mundo circundante
a nosotros, comenzamos a tener ideas sobre él y, a la vez, un lenguaje
articulado, abstracto y simbólico. A la vez, se van conformando diversas
emociones y recuerdos, así como la voluntad, la imaginación y la razón. Todas
estas cualidades conductuales son cultivadas. Sin los estímulos adecuados, no
podríamos llegar a conocer la cultura y ser parte de ella, esto es, no
sabríamos hablar ni comportarnos como
seres humanos, pero sí como los llamados animales irracionales.
Al
nacer nuestro cuerpo comienza a sentir hambre, frío o dolor y estas sensaciones
las expresamos con nuestro llanto: necesitamos y deseamos alimento, alivio y
placer, y al ser satisfechos relacionamos el llanto con esa satisfacción. Así
es como hemos empezado a vincular
una circunstancia con otra -acción y reacción, causa y efecto o simplemente
reflejo condicionado-. Al querer o desear algo, experimentamos una diversa gama
de sensaciones, sentimientos, emociones o vivencias agradables y desagradables,
al satisfacer o no, nuestras necesidades.
También
desde nuestra más tierna infancia hemos experimentado placer, alegría, susto,
preocupación, etc. ante diversas cosas, personas o acontecimientos. Muchas
veces tales sentimientos pueden acompañarnos toda la vida en situaciones o
circunstancias semejantes -acto condicionado, recuerdo o trauma- aunque podamos
disimular hasta cierto punto, si lo deseamos y aprendemos cómo hacerlo, la
expresión notoria de tales emociones. Digo "notoria" porque de una
forma u otra el cuerpo, por dentro y por fuera, emite señales que podrían
desenmascarar, por ejemplo, al mentiroso o hipócrita: el aumento del ritmo
cardíaco o el pulso sanguíneo, un aumento en la secreción de hormonas -como
cortisol, testosterona y noradrenalina- y otras sustancias en la sangre, la
dilatación de la pupila ocular, ciertos gestos como la mirada furtiva o baja o
al costado, el fruncir el ceño, el pestañeo, el tocarse parte del rostro, el tono
de la voz, ciertos movimientos corporales, etc.
Y
así, los sentimientos nunca serán completamente un misterio: de alguna forma
los exteriorizaremos en nuestras acciones.
Además,
desde nuestros primeros años de vida, nuestra voluntad se contrapone a la de
otros y, al ser menos fuertes que los que nos rodean, se nos impone, doma y
domestica en pro de «desear» y «hacer» lo «correcto». Algo parecido sucede con
nuestras emociones y sentimientos, aprendemos a querer a quienes nos «quieren»,
a llorar por lo que otros «lloran», a alegrarnos por tal o cual situación. Se
nos condiciona y manipula culturalmente. Lamentablemente, no pocas veces
algunas personas no logran «asimilar» o interiorizar como suyas ciertas normas
básicas de respeto y cuidado hacia los demás, no son espontáneamente empáticos
y solidarios, aunque si calculadores, controladores y autocontrolados (psicópatas)
o, peor aún, otros incluso no pueden controlar sus impulsos destructivos (sociópatas)
convirtiéndose en delincuentes sádicos y asesinos. Pero también todos nosotros,
en algún momento y bajo ciertas circunstancias, nos hemos comportado así, de
manera consciente o no, llegando a perjudicar o lastimar emocional o
físicamente a otros y, por supuesto, a nosotros mismos, con la salvedad de ser
conscientes y sentirnos culpables del mal cometido.
Se
supone que a partir de la edad adulta ya somos capaces de cuidarnos y decidir
por nosotros mismos y, por ende, somos responsables de nuestras acciones (al
menos legal y arbitrariamente entre los 18 y 21 años pues en la realidad,
muchos no han madurado a esa edad). Pero tal responsabilidad, como muchas cosas
en la vida, debe ser aprendida y es frecuente aprenderla duramente muchas veces
cuando se han cometido algunos graves errores.
Él
por qué haya algunos seres humanos más inteligentes, sentimentales o
voluntariosos que otros probablemente tenga que ver tanto con su herencia
genética como con su aprendizaje cultural. Esto es, así como muchos nacen con
la tendencia a tal o cual enfermedad -obesidad, diabetes, asma, Alzheimer, etc.
también están los genios natos –como los autistas con Síndrome de Savant o del
sabio congénito- que manifiestan desde muy temprano su gran capacidad
intelectual o artística y, por supuesto, con un ambiente propicio. Y a los
niños se les puede educar y adiestrar pueden ser diestros en las matemáticas y
las artes y algunos que han sufrido accidentes neurocerebrables o se les ha
extraído parte de su cerebro han podido desarrollar prontamente destrezas con
los números y la ejecución de piezas musicales.
Lo
anterior no es difícil de entender. A veces conocemos hijos que se parecen
mucho a sus padres en sus rasgos físicos -debido al predominio de ciertos genes
sobre otros-, otras veces notamos claramente cómo se parecen en cuanto a su
forma de hablar o de comportarse por imitación-. Y por supuesto, hay muchos
casos en los que sucede todo lo contrario.
De
otro lado, un ambiente familiar determinado puede estimular la voluntad o el
carácter del niño propiciando, muy probablemente, que éste los tenga fuerte o
débil. Y otro tipo de ambiente quizá haga al niño cobarde y dependiente. Pero,
naturalmente, tales circunstancias no siempre ocurren de esa manera como ya
dijimos antes. Los hijos de alcohólicos, drogadictos o delincuentes no están
condenados a serlo, ni los de gente exitosa o no económicamente tendrán siempre
hijos como ellos.
La
personalidad o las tendencias valorativas predominantes de nuestra conducta se
manifiestan claramente en nuestras acciones y relaciones sociales con respecto
a qué deseamos de la vida, de nosotros mismos y los demás, a cómo sentimos y
disfrutamos la vida. La personalidad predominantemente religiosa reprimirá sus
instintos o los canalizará para "la gloria de Dios". La personalidad
científica impulsará sus energías para buscar "la verdad". El sensual
y hedonista se complacerá más en disfrutar los placeres de la carne y el
destructivo en hacer daño a los demás y/o a sí mismo.
Y
así como la personalidad es moldeada primordialmente por nuestra educación,
nuestro temperamento, el cómo sentimos el mundo, se fundamenta en nuestros genes,
aunque, una vez más, esto no es determinante. La cultura y educación obtenidas
pueden provocarnos cierta forma de ver y de sentir el mundo.
¿Y en todo esto dónde
entra la razón? La razón se puede entender como a: causa de un efecto
(explicación) y b: explicación verdadera, fundamentada. Está razón occidental,
entendida como una herramienta lógico-deductiva, no contradictoria, acumulativa
y evolutiva, es un privilegio de cierta minoría que ha podido ser adiestrada o
educada en ella. En la vida real sólo las máquinas (computadoras) son 100%
racionales en ese sentido. La misma pasión, locura o delincuencia tienen su
propia «racionalidad». Esto es, un sujeto puede hallar razones, motivos y
causas para engañar(se), robar, agredir(se), matar(se), etc. Por ejemplo,
alguien puede creer que tiene la razón o la verdad y así rechazar intolerante y
fanáticamente todo tipo de idea contraria; un cónyuge puede llegar a golpear a
su pareja e hijos culpándolos por haber sido despedido del trabajo, el asesino
en serie puede seguir cometiendo sus crímenes al sentir gran placer al pensar
que es más inteligente que la policía y que no lo descubrirán luego de
connotados y vanos esfuerzos; la persona que se
casa por dinero puede maquinar y llegar a envenenar a su pareja para disfrutar
rápidamente de la herencia, alguien puede pensar que su vecino no lo saluda
porque lo subestima, envidia, odia, etc.
Pero, por supuesto, esa
"racionalidad" es muy endeble,
ya que si la aplicara en sentido estricto la misma razón debería hacerle ver el
error de su comportamiento. Eso es muy obvio. un criminal difícilmente será
aceptado por su sociedad, por el contrario, será temido y reprimido. Un
embustero generará
desconfianza y una persona inclinada a tomar bebidas alcohólicas cuando tiene
problemas pensando que así se sentirá mejor, difícilmente los solucionará. ¿Es
racional vivir así?
Mientras
haga menos uso de su capacidad racional, el individuo estará más indefenso, a
merced de sus emociones, pasiones y deseos los cuales pueden ser constructivos
o destructivos (ese es el drama de los hombres y las mujeres o lo que se ha
llamado comúnmente la lucha entre el bien y el mal). El autodominio o
autocontrol es una virtud que pocos llegan a cultivar en gran medida. Además,
todos nosotros tenemos nuestros límites (ante iguales presiones algunos ceden
fácilmente y otros con dificultad).
Por
otra parte, por más que hayamos meditado sobre algún suceso o idea, esto no
necesariamente nos llevará a la conclusión más acertada, juiciosa o
verdadera. Es decir, no basta la sola razón para pensar
o "razonar" adecuadamente. Como todo lo que
aprendemos en la vida el razonar "correctamente" o "mejor"
tiene que seguir ciertas pautas, no se trata simplemente de rodear y elaborar
una idea, o de reflexionar mucho sobre ella.
El
razonar implica: ver las posibles interrelaciones de una idea con otras,
relacionar una cosa con otras, cuestionar las ideas o creencias imperantes
socialmente (las cuales, generalmente, provienen de la tradición cultural y del
sentido común), lograr conclusiones coherentes, es decir, lógicas (atinentes,
no contradictorias ni de una relación falsa de causa y efecto).
También
para lograr un razonamiento verdadero es necesario tomar en cuenta la
observación de la realidad. Pero muchas veces lograr una observación rigurosa y
exhaustiva depende de los avances científico-tecnológicos a los cuales no todos
tenemos fácil alcance.
La
racionalidad y la irracionalidad como peculiaridades de la conducta humana
Entre todos los seres
vivientes conocidos los humanos -un tipo de mamíferos y primales- son los
únicos capaces de preguntarse y responderse por el por qué de las cosas y el
por qué de sus propias vidas, esto es, tenemos la capacidad de reflexionar,
meditar, de filosofar.
Además, tenemos la
capacidad de sabernos que somos algo, algo diferente de los demás seres y del
medio ambiente que nos rodea: tenernos así, pues, la capacidad de conciencia y
autoconciencia. Esto es tanto nuestro privilegio como nuestra maldición.
Es
nuestro privilegio porque los otros animales no tienen la capacidad de producir
lo que llamamos cultura: creencias y organizaciones religiosas, sistemas
socio-económicos, arte, ciencia y tecnología Empero los llamados animales
irracionales tienen sus peculiares formas conductuales: sabemos de aves y
mariposas migrantes que viajan grandes distancias hacia lugares alejadísimos
pero con un mejor clima en determinadas épocas del año; cetáceos, como el
delfín y la ballena, con tienen cierto lenguaje sonoro e incluso algún nivel de
abstracción que les permite distinguir colores y formas; y primates, como el
gorila, el gorila y el chimpancé, que pueden reconocerse en un espejo y ser
capaces de resolver ciertos problemas prácticos como usar ramitas para capturar
hormigas o piedras para romper nueces; y aves, como el cuervo, el pájaro
carpintero y el buitre, y animales marinos, como el pulpo venoso y la nutria,
también usan herramientas. Claro está que todos estos animales al no poseer una
cultura desarrollada no han contaminado ni depredado el ambiente como lo ha
hecho la especie humana.
Al mismo tiempo tal
capacidad de conciencia es nuestra maldición parque llegamos a tener
conocimiento inevitablemente del mal, el dolor y la muerte puesto que existen
en la realidad. Somos conscientes así de nuestra finitud.
Al no tener un
comportamiento determinado por los instintos, pues poseemos un cerebro capaz de
asimilar una gran cantidad de información de nuestro entorno, procesarla y a.
la vez producir pensamientos y lenguaje sofisticados, los seres humanos podemos
adoptar una infinidad de comportamentales,
dependiendo ello de nuestras circunstancias concretas de tiempo y espacio.
Somos seres condenados a aprender casi todo: cómo y qué idioma hablar, cómo
caminar, sentarnos. comer, escribir y hasta la manera de expresar nuestros
sentimientos. Ciertamente nuestros genes pueden predisponernos en gran manera,
aunque no determinar en forma total, nuestros gustos y sentimientos más
personales con respecto a ciertos estímulos que dependen más de nuestra
experiencia e historia individuales.
Los otros animales
-terrestres, acuáticos y aéreos- están condenados a comportarse inexorable y
repetidamente como lo que son. Aunque muchos perros, focas, delfines, orcas, y
chimpancés, orangutanes, etc. también pueden ser enseñados a hacer algunas
piruetas y responder de determinada forma a ciertos estímulos condicionados.
Los humanos somos seres
vivientes con un cuerpo dirigido por sistema nervioso central (cerebro) y
periférico que se ha desarrollado en relación con su ambiente de tal modo que
hemos logrado una peculiar forma de expresar, entender y actuar sobre la
realidad (de la cual, claro está, formamos parte). Nuestro cerebro puede
elaborar funciones sumamente complejas (razonar, aprender, recordar, imaginar,
autoconciencia, etc.) en base a los datos captados de su entorno.
El ser humano real de
carne y hueso no es simplemente, como ya dijimos, un animal o ser racional, un homo
sapiens u homo rationalis. Como ente biológico complejamente evolucionado
también siente emociones y pasiones las cuales pueden predominar en ciertos
momentos de su vida. Como todo en la vida hay ideas y sentimientos positivos o
negativos que pueden traer bien a nosotros mismos como a los demás o lo
contrario respectivamente. Por eso debemos ser conscientes no sólo de las ideas
que predominan en nuestro pensar, sino también de los sentimientos que motivan
nuestro accionar.
Por supuesto que los
seres humanos nos comportamos muchas veces más irracional que racionalmente, pues
no somos máquinas que experimentan el mundo de forma mecánica, ni tampoco somos
espíritus incorpóreos que lo captan de manera abstracta, sino que somos seres
de carne y hueso con deseos, sueños, gozos y sufrimientos. De ahí que seamos
víctimas frecuentes de nuestros sentimientos y pasiones (melancolía, tristeza.
lujuria, gula, envidia, soberbia. jactancia, odio, ira, complejos, traumas,
etc.).
Así que, si bien es
cierto que todos los humanos comunes y corrientes nacemos con la capacidad de
ser tales, si no se nos educa para plasmar nuestras potencialidades racionales,
simplemente estaremos a merced de nuestras capacidades irracionales.
El predominio de
la irracionalidad es simplemente el fracaso o el no desarrollo de la razón y
ésta es la capacidad humana para pensar crítica, lógica, verazmente. En ese
sentido mientras más incapaces seamos de razonar o pensar adecuadamente ante la
diaria y cruda realidad, más propensos estaremos a caer en la irracionalidad,
en las limitaciones y excesos de nuestras emociones y pasiones y en el
debilitamiento de nuestra voluntad para hacer cosas constructivas y positivas.
Y naturalmente, el
excesivo predominio irracional en la conducta de muchos también se puede deber
a factores neuro-genéticos o de insuficiencia o desbalance bioquímico.
No obstante, la
conducta irracional se desarrolla o aparece con mayor frecuencia cuando es
alentado por determinadas circunstancias: de índole psicológico-individual
(maltrato físico o mental, falta de una alternativa «mejor», etc.),
socioeconómica (inflación, carestía o recesión agudas), o natural
(cataclismos), etc. Y, claro, cuando las expresiones extremas de la
irracionalidad humana calan a nivel social producen la delincuencia, la
discriminación, los asesinatos, las guerras, etc.
En cambio, la
irracionalidad consciente, adrede o como postura intelectual (o irracionalismo)
tiene su lugar ante un escepticismo a ultranza y malévolo o ante la ingenua
ignorancia de nuestras propias posibilidades como seres humanos de poder
pensar, aprender, captar, entender y transformar las cosas. Es el derrotismo
ante el optimismo del esfuerzo humano de superación.
¿Más
de una racionalidad?: la razón de la irracionalidad
Como ya dijimos,
razonar es sinónimo de pensar coherente o lógicamente, esto es, sin
contradicción y lo más cercano a la realidad y la verdad. Es meditar y llegar a
conclusiones acerca y en base a la realidad, a los hechos o a partir de
probabilidades y posibilidades.
La razón nos sirve
para explicar y actuar en el mundo, no se desarrolla al margen de la realidad:
ésta influencia en aquélla. De esa manera, habría diversos gados o niveles de
desarrollo racional directamente vinculados con la historia de, los pueblos.
Así tendríamos un
primer tipo o nivel de razonamiento: el mágico-religioso (que se basa en la
creencia en lo sobrenatural: la divinidad y un alma inmortal), el cual posee su
propia lógica y coherencia interna. Por ejemplo, si los seres humanos son
capaces de hacer cosas, de "crearlas" (a partir de otras) entonces
deben existir seres capaces de haber originado la tierra, la luna los demás
astros, e incluso capaces de provocar los fenómenos o desastres naturales. así
como los estados sociales de bonanza y necesidad. Por lo tanto, debe haber
seres sobrenaturales o dioses. Este ejemplo nos muestra cierta razón de causa y
efecto.
Otro ejemplo sería
el del ensueño: cuando alguien duerme y "tiene" diversas experiencias
(llamadas ahora oníricas) entonces "algo" de él es lo que vive tales
experiencias, pues el durmiente ha estado en su lecho y no en otro lugar.
También otro caso
característico de pensamiento religioso, muy relacionado con el anterior, sería
el de la muerte. Ese "algo" de naturaleza no material e invisible que
sale en las noches a "vagar" por ahí ya no regresa más al ahora
cuerpo muerto de donde ha salido y se queda en el mundo invisible de los
espíritus.
En todos estos casos hay
cierto raciocinio -aunque limitado- y en ellos la imaginación y la especulación
pesan más que la evidencia probatoria real, ocupan su lugar.
La magia, el mito y la
ignorancia (de cómo funciona el mundo) tuvieron su aparición, expresión y
predominio en ciertas circunstancias socio históricas de la humanidad en las
que la simple observación a ojo desnudo y la imaginación desbordante dominaban
las diversas explicaciones del funcionamiento de la naturaleza y la sociedad.
La
magia transformaba la realidad de manera inexplicable y misteriosa. El mito nos
hablaba de lo sobrenatural y extraordinario del origen del mundo y de nosotros.
La ignorancia producía temor a lo desconocido e "inexplicable"
alentando así la creencia en la magia y el mito.
Un
tipo algo más sofisticado y avanzado de expresión racional es la pregunta
filosófica. Aquí se parte de la duda y el cuestionamiento, no importando mucho
las tradiciones, las autoridades ni las convenciones sociales para obtener
respuestas, aunque todas éstas puedan influir en aquéllas. El filósofo observa
la realidad, se pregunta y en base a argumentos se contesta.
Más complejo y exigente
aún es el razonamiento basado en el conocimiento científico que es una forma de
interpretación de la totalidad o el ser (para los que gustáis de estos
términos) o simplemente sobre la realidad. El razonamiento científico trata de
explicar los fenómenos naturales v humanos cuestionando o. incluso, desechando
las afirmaciones que no se basen en evidencias fundamentadas no sólo en la
razón sino también en la experiencia. Es decir. tratará de ser lo más objetivo
que pueda, reduciendo al mínimo lo meramente imaginativo y especulativo. Así,
la razón, la capacidad de pensamientos y explicaciones coherentes, no falsas o
ilógicas debe fundamentarse en cl conocimiento científico, pues éste si bien es
cierto no es perfecto ni omnisapiente, es lo más o lo único verdaderamente fundamentado
que tenemos. De esa forma el razonamiento será menos errado, irreal o
fantástico.
Pero he aquí que el
conocimiento científico ocupa el lugar de la magia y el mito en la época
moderna, puede explicar mejor el mundo, descubrir sus «misterios» y transformarlo
así exitosamente hasta cierto punto. Pero su fracaso hasta ahora en llevar a la
humanidad a un mejor destino no es sólo responsabilidad suya sino también de
las fuerzas de la sinrazón.
Entonces, observamos que
hay diversos tipos o niveles de racionalidad, por medio de las cuales los seres
humanos «manejan» -o son «manejados» por- la naturaleza o la realidad. Podemos
hablar no sólo de racionalidades mítico o mágico-religiosas, sino también de
tipo ideológico-político que promocionan y propagandizan ciertos ideales de
cómo debe funcionar una sociedad para el bienestar de ciertas minorías o
mayorías (p. ej. que todos somos iguales ante la ley o que unos nacen para
mandar y otros para obedecer o que presagian un futuro inexorablemente
paradisíaco de la humanidad), también están los razonamientos del sentido común
que interpretan la realidad fundados sólo en la mera experiencia cotidiana (p.
ej. todos sabemos que al día le sigue la noche, que el hambre se aplaca
comiendo o que algún día moriremos), etc.
Por supuesto que no pocas
veces se presenta la racionalidad occidental (científico-filosófica) como la
racionalidad per excellence y las otras serían simplemente pura
irracionalidad. Esto se debe a la (aparente y supuesta) abstractividad,
rigurosidad, logicismo y sistematicidad de la primera. En cambio, los otros
supuestos tipos de «racionalidad» se pueden presentar con una predominancia de
elementos sentimentales, ideológicos o tradicionales.
Es decir, la racionalidad
no occidental sería de tipo prelógico. Y así puede basarse simplemente en
preconcepciones mágico-religiosas, en ideas basadas más en la imaginación que
en un conocimiento real de las cosas, tanto de los fenómenos naturales como
sociales.
Pero claro, a estas
alturas del avance (o involución para algunos) de la humanidad la ciencia y la
razón occidentales están por doquier, aunque no necesariamente predominan en
las mentes de todos -incluso de muchas personas de Europa o los EE. UU.-.
En todo el mundo, sea en
el hemisferio sur o norte, entre la gente de las grandes metrópolis o de las
primitivas y sencillas aldeas la irracionalidad no está ausente, se manifiesta
y predomina en muchos sitios. Las religiones e ideologías apocalípticas surgen
aquí y allá a cada momento sin importar cuán avanzado se esté en ciencia o en
economía (claro está, hay diferencias cuantitativas y cualitativas pues, no es
lo mismo que miles de individuos vayan tras de una imagen de yeso o una pintura
en países donde las comunidades científicas sean casi inexistentes a que se
segregue o al prójimo, en base al color de su piel o convicciones e incluso, se
pueda vetar la enseñanza de la teoría la evolución en otros países donde sí hay
cierto avance científico).
En efecto tal
racionalidad rigurosa occidental simplemente se da en situaciones especialmente
sofisticadas como en los libros o conferencias de índole científica. Inclusive
a veces, en estos mismos encuentros académicos, puede aparecer alguna
manifestación de agresividad intolerante y fanática para zanjar alguna discusión.
Algunos científicos se pueden ofender y violentarse por alguna teoría que
busque avalar alguna postura política contraria con la que simpatizan.
Luego, cierta
racionalidad puede llevar a un incremento en la renovación tecnológica, a
cierta comodidad y economía de bienestar, pero no garantiza la eliminación de
los males sociales. La irracionalidad simplemente es un producto y una
manifestación de ellos.
Una educación a favor de
la razón y la vida permitirá el desarrollo del pensamiento crítico, lógico,
científico y, por supuesto, ético. Dicha educación es la base fundamental para
el desarrollo de la racionalidad, pero no todos, por desgracia, tienen acceso a
ella. Además, para evitar el predominio de la irracionalidad la gente debe
satisfacer un mínimo esencial de condiciones de vida: un ingreso económico
regular que cubra sus necesidades de alimento, vivienda, vestido y
entretenimiento, así como de desarrollo personal de acuerdo con sus gustos y
capacidades.
Si rechazamos la ciencia,
su método y conocimiento, o si la marginamos o relegamos estamos optando por la
sinrazón, la ignorancia o el oscurantismo o, peor aún, el fanatismo intolerante
como métodos de conocimiento y transformación de la realidad natural y social.
En los grupos o individuos fanatizados la única verdad es la suya: todas las
demás están equivocadas. Y si sus dogmas cognitivos
le dicen que las demás visiones del mundo son peligrosas entonces, los
fanáticos, de lograr algún poder político o económico, pueden perseguir,
agredir y hasta asesinar a sus competidores ideológicos a pesar de que éstos
racional y argumentativamente les pueden mostrar su error.
Por otro lado, se podría
decir -sin ser injustos- que a cada beneficio científico-tecnológico le
corresponde una contraparte perjudicial que le cuesta mucho a la humanidad, es
decir, la ciencia y la tecnología tienen consecuencias ambivalentes. Así, un
bisturí puede salvar vidas en manos de un buen médico o eliminarlas en las de
una motivada por el odio, la codicia o alguna otra pasión; se puede usar la
energía atómica para destruir la vida en el mundo o para iluminarlo, tratar el
cáncer e incluso usarla en agricultura.
Y
antes que perecer lenta y penosamente por una enfermedad debida a la
contaminación ambiental y la forma de vida consumista y alienada llevada en una
ciudad desarrollada, también se podría argüir que sería preferible vivir
sencillamente con lo mínimo, como ya lo hacen diversos grupos religiosos (por
ejemplo, franciscanos, amish, menonitas, cuáqueros) o filosóficos (por ej.,
hippies, neoludistas, ecologistas radicales) que libremente renuncian, más o
menos, a las "comodidades" y "exquisiteces" tecnológicas
del mundo contemporáneo o que luchan por preservar el ambiente ante el avance
del "progreso" y la "civilización" respectivamente.
En realidad, la
ambivalencia se encuentra en todo lo que realiza el hombre y no solamente en la
ciencia hay riesgos. Los hay también en la vida misma:
en el amor, la familia, el trabajo, los lugares que uno frecuenta, en las
circunstancias v experiencias que vivimos.
El desarrollo de la razón
y el conocimiento científico ha corrido parejo a la manifestación paralela de
la sinrazón. el miedo, el terror, la destructividad. Pero, claro está, la
irracionalidad extrema misma ha sido detenida en muchos lugares del mundo, como
ya se ha dicho.
Lejos está todavía el
triunfo de la razón y la ciencia ante los graves problemas que aún aquejan a
nuestra especie (más en ciertas zonas del planeta que en otras): los fenómenos
atmosféricos que causan grandes daños materiales y pérdidas humanas (tornados,
ciclones, huracanes, terremotos, maremotos), la imparable depredación de los
recursos naturales, los conflictos armados grupos culturales de un mismo país o
entre naciones, la violencia personal, las enfermedades como el cáncer y el
sida, la eliminación de la miseria y el hambre del planeta,
etc.
Escapando de la razón
Y,
a veces, las presiones son tan grandes, los problemas tan tremendos, las
angustias, las penas y las frustraciones tan insoportables que podemos vernos
impelidos a buscar refugio en la sinrazón, el sinsentido o la locura (cuando no
ha habido un precedente hereditario o alguna causa fisiológica). Así va no
habría más problemas, sufrimiento ni dolor.
Es
cierto que «todos tenemos algo de locos», neuróticos, obsesivos. histéricos,
maniáticos, paranoicos, alucinados, etc. sobre todo en sociedades tan
complejamente alienadas como las contemporáneas occidentales, en las que
predominan el consumismo, el individualismo, la competitividad, etc. y muchas personas
se sienten "menos", es decir, postergadas, discriminadas o frustradas.
Peor aún es en sociedades subdesarrolladas en las que para muchos cada día es
un martirio y la locura -o la muerte- sería una bendición. El asunto es poder
canalizar nuestras tendencias hacia
algo constructivo (o mejorar simplemente las condiciones mínimas de existencia
de muchos, eso ya es una cuestión de economía y política social). Además,
debemos tratar de pensar más clara y menos exageradamente las cosas esto es,
conocerlas mejor, obtener conocimiento fundamentado y equilibrado sobre ellas,
valorarlas como lo que son: cosas pasajeras y circunstanciales, no dioses
absolutos e infinitos -ya que muchas ideologías propician el encauzamiento del
sujeto hacia la irrealidad y la irracionalidad-.
Por
ejemplo, el mitómano podría ser, con una adecuada dirección, asesoría o
consejo, un excelente escritor de obras de ficción. El ocioso con pensamientos
obsesivos podría ser un excelente trabajador si canalizara sus energías en una
labor determinada. El deprimido agudo podría olvidarse de su depresión -si es
que no es simplemente un problema de carencia bioquímica- si se mantuviera
ocupado en alguna actividad de responsabilidad. El muy agresivo podría ser un
excelente deportista. El maniático del trabajo simplemente debe ordenar su
tiempo, pensar que si descuida las otras áreas de su vida familia, amigos, el
propio cuerpo. etc.- será peor cuando quiera tratar de solucionar nuevos v más
graves problemas pues le podría faltar tiempo para eso. Pero, por supuesto, por
simple costumbre y adaptación. o por una serie de prejuicios, no todos son
conscientes de que algo malo pasa en ellos, no saben que necesitan superar sus
traumas o complejos, se hallan ciegos y limitados para la superación. Y, por
desgracia, muchos acrecientan sus taras o enfermedades, no se reponen y pueden
desgraciar sus vidas, las de sus propios seres queridos, las aquellos que los
rodean e incluso las de terceros.
También hay quienes
escapan de la realidad debido a una serie de factores: emocionales o
económicos, formando parte de extraordinarios y fantásticos cultos de
salvación. buscando salvadores inmediatos- aferrándose a ideas o ritos
extravagantes practicados socialmente aceptados a cambio de seguridad emocional
-y no pocas veces material- y pertenencia a un grupo. Dejan su razón y su
libertad en manos de una "autoridad" superior "más capaz"
que ellos. Son aquellos que han renunciado a la capacidad de buscar la verdad
por sus propios medios o a decir simplemente «no». Finalmente son capaces de
abandonar sus propias vidas pensando que van a ganar otra superior y más
duradera.
Evitando la sinrazón
organizada
¿Cómo evitar caer en
tales creencias y prácticas (auto)destructivas? Una respuesta fácil sería no
creer en ninguna religión o ideología totalitaria. Pero son pocos los no
creyentes o incrédulos (ateos, agnósticos, librepensadores. escépticos). La
mayoría de la gente ha sido educada en determinada religión o fácil y
acríticamente aceptan cualquier dogma ideológico. Y además el carecer de
creencias religiosas no es garantía de tener valores como la tolerancia y el
respeto.
La dinámica los problemas
diarios de la vida hace que muchos caigan en lo que el filósofo norteamericano
Paul Kurtz (2008) llama la «tentación trascendental enraizada en la biología y
la evolución humana también como en la memética socio-cultural» (p.7), que es «una
tendencia poderosa a aceptar explicaciones trascendentales/paranormales de la
realidad oculta profundamente en los corazones y las mentes de los hombres y
las mujeres» (p. 9). Es decir, la tentación trascendental hace que creamos en
algo mágico, sobrenatural o superior que explique la existencia de la
naturaleza y el hombre, así como que les brinde solución a sus dificultades.
Esta mayoría normalmente no es fanática o «muy creyente» puede experimentar su
fe en ciertos y determinados momentos especiales de su vida (ritos o
sacramentos, peticiones o rezos por necesidad material o emocional, enfermedad
o muerte) pero, normalmente, luego vive sin que su fe afecte en mucho su
existencia.
Sin embargo, no pocos de
los que han sido educados en un sistema de creencias social e históricamente
predominante pueden encontrarla luego, en algún momento, «vacía» o «falsa» y
entonces van en busca de la «verdadera fe» que los llene y satisfaga, que les
pueda dar sentido y consuelo, una en donde se supone encontrarán a hermanos
amorosos. (Y cuando supuestamente llegamos
al año 2000 del nacimiento de Jesucristo,
la ignorancia así como las doctrinas milenaristas, numerológicas y
apocalípticas de hecho alentaron la idea del “fin del mundo" o de un
"juicio final", que provocó múltiples ideas y actos irracionales, por
ejemplo, suicidios colectivos –como el de unos 800 miembros de la secta
ugandesa Restauración de Dios- y 7 de una iglesia pentecostal peruana- e
individuales así como supuestamente en el 1000 anno domini en países
europeos con calendarios disímiles).
Otra respuesta sería
simplemente ésta: "Tienes el derecho de creer en lo que quieras, pero
fíjate muy bien en qué crees, en algo que te daña, te mutila
o destruye o te hace bien, crecer o mejorar como persona"
¿Qué es lo primero
que debemos hacer ante la arremetida de las diversas sectas destructivas del
irracionalismo organizado? La mejor arma contra las ideas son las ideas. Esto
es, cualquier argumento puede ser rebatido con otro argumento. Debemos conocer
las doctrinas básicas de la secta o culto -político o religioso- y sus
antecedentes históricos. Y jamás debemos olvidar que cualquiera que fuere la
secta, así como su fundamento escrito, ningún libro contiene en sus páginas
algo que sea infalible y absoluto.
Mientras estemos
más confundidos o tengamos más problemas personales podemos ser empujados a
buscar ayuda en supuestas fuentes privilegiadas humanas o sobrenaturales. No
importa si hemos sido muy bien educados o no: si nuestras familias tienen una
buena posición económica; si se nos ha dado mucho amor y cuidado en nuestra
infancia o no; en ciertos momentos y circunstancias toda clase de sectas
religiosas o políticas pueden atraernos con ofertas celestiales y salvadoras y
prometernos hermosos paraísos en el más allá o en un futuro cercano a cambio del
infierno en el más acá.
Por otra parte, en el
mundo occidental consumista a muchos dueños de los medios de comunicación
masiva no les interesa enseñar a pensar a la gente. Por el contrario, estimulan
más su parte animal -exacerbando su deseo sexual y su agresividad natural, por
un lado, o entreteniéndola con vilezas y bajezas, por el otro- con el único
propósito de obtener pingües ganancias para sus negocios. Por eso, ver mucha
televisión y cine comercial convencional no es la mejor forma de desarrollar
nuestra racionalidad.
Según el psicólogo alemán
Erich Fromm (1975):
¿Cuáles
son las condiciones para el desarrollo de las pasiones radicadas en el
carácter? Debemos considerar primeramente que esas pasiones no se presentan como
unidades solas sino como síndromes. El amor, la solidaridad, la justicia, la razón
están interrelacionados; todos son manifestaciones de la misma orientación
productiva que llamaré "síndrome favorecedor de la vida". Por otra
parte, el sadomasoquismo, la destructividad, la voracidad, el narcisismo, el
carácter incestuoso también van juntos y están radicados en la misma
orientación básica: "el síndrome contrario a la vida". Allí donde se
halla uno de los elementos del síndrome están también los otros en diverso
grado, pero esto no significa que uno sea gobernado por uno u otro síndrome. En
realidad, son raras las personas en que así sucede: la persona común y
corriente es una mezcla de ambos síndromes; y lo que importa en el
comportamiento de la persona y la posibilidad de que cambie es precisamente la
fuerza respectiva de cada síndrome (pp. 257-258).
Es decir, la
destructividad -explotación, mutilación consciente o simple maldad- no es algo
exclusivo de estos tiempos o de determinada ideología, es parte de la historia
de los pueblos y los individuos, es algo muy humano y puede predominar, en
ciertas circunstancias, sobre la constructividad -desarrollo, creatividad,
solidaridad o la común bondad- inherentemente potencial del hombre,
especialmente cuando no es muy alentada ni cultivada. Y cuando, a pesar de
nuestras posibilidades positivas, las abandonamos irresponsablemente para
arrojarnos a los brazos de la sin razón o dejamos a un lado nuestra libertad de
decidir por nosotros mismos o, simplemente, somos manipulados por múltiples
intereses.
Conclusiones
Entonces inevitablemente estamos
condenados a comportamos durante nuestra existencia dentro y bajo la dualidad
razón-pasión (o emoción) y, parafraseando la alegoría platónica, si el que
conduce el carro de nuestra conducta no es la razón, y si estamos ciegos ante
eso, los caballos de nuestros deseos y pasiones nos pueden llevar al abismo de
la sin razón al no ejercer el autocontrol o dominio cuando sea necesario.
No es que una anule a la
otra, tanto la razón como la pasión conviven en nosotros, pero lo que impulsa
nuestro accionar es lo que predomina en diferentes etapas y momentos de
nuestras vidas, cuando las tendencias destructivas pueden prevalecer sobre las
constructivas o al contrario.
Cuando lo no racional, lo
irracional o la disminución de la razón predomina, se pueden manifestar sin
restricciones: 1. lo emotivo (alegría, tristeza, temor, complacencia,
desesperación, etc.); 2. lo pasional (lujuria, avaricia, soberbia, envidia,
celos, intolerancia, obsesión, fanatismo, etc.); 3. lo ilusorio (mentira,
autoengaño, locura, etc.); y 4. lo antirracional (intolerancia, obsesión,
fanatismo, supersticiones, etc.).
Bibliografía utilizada
-Fromm, Erich (1975). Anatomía
de la destructividad humana. México, D.F.: Siglo XXI, traducción del inglés
de The Anatomy of Human Destructiveness. NY: Holt, Rinehart and Winston, 1973.
-Kurtz, Paul (2000). La
tentación trascendental. Crítica de la religión y lo paranormal. Lima: EFA,
traducción del inglés de The Transcendal Temptation. A Critique of Religion and
the Paranormal. Amherst, NY: Prometheus Books, 1991.
(Publicado simultáneamente en Pensar, revista iberoamericana para la ciencia y la razón, del Center for Inquriy-Argentina: https://pensar.org/2023/08/homo-rationalis-u-homo-irrationalis/. La versión original se publicó en: Universidad de Tarapacá, Departamento de Filosofía y Psicología [2000]. Actas del 2o. Congreso Nacional de Ciencias Sociales, Arica, Chile, pp. 40-48.)